Un día, el dueño de la tercera base industrialista, Lázaro Vargas, sufrió una gravísima lesión en una pierna. La capital necesitaba un reemplazo urgente y fue ahí que entró en la gran escena la figura de Jesús “Chuly” Ametller, quien gracias a eso se haría de nombre y después partiría en busca de la MLB.
Oriundo de Boyeros, su físico no impresionaba, ni tampoco lucía las artes de un potencial Guante de Oro. Pero el muchacho sabía hacer el trabajo desde la parte izquierda del home plate y como a fin de cuentas en el béisbol no hay nada más importante (y complicado) que batear, “Chuly” se abrió paso.
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Su primera campaña como titular (1994-1995) fue aceptable, resumida en slash line de .270/.327/.455. Entonces hizo boom: al año siguiente Ametller se ganó a la fanaticada azul con una tromba ofensiva que dejó varias estadísticas sorprendentes: slugging de .568, OPS de .940, un jonrón cada 15.3 veces al bate, entre otros.
Ya la gente lo aclamaba, la prensa hablaba de él, pero “Chuly” no tenía pensado echar raíces. Por su cabeza volaba el mejor de los fantasmas beisboleros, la MLB. Como me dijo un día, no quería correr la misma suerte de su amigo Armando Capiró, una super estrella retirada que se buscaba la vida vendiendo pan y c*rveza en una bicicleta.
«Chuly» Ametller partió temprano en busca de la MLB
Así que se marchó temprano. Con 26 años cumplidos y tan solo tres Series Nacionales, el infielder aprovechó la ocasión de la Copa de Clubes Campeones celebrada en México en 1996, para poner pies en polvorosa junto a otros dos atletas de Industriales, Roberto Colina y William Ortega.
El conocido agente Joe Cubas los recogió en un auto que los llevó al DF y a partir de ese instante comenzaron a volar las ilusiones de acceder a la MLB. Ametller no demoró en firmar para Cardenales de San Luis y en 1997 ya jugaba en Clase A+.
Allí pasó dos temporadas muy alentadoras en las que demostró contacto y estableció average de .297. De ahí se fue a AA y más de lo mismo: promedió plus .300 y solo se ponchó 21 veces en más de 400 visitas al plato.
Lástima que en el 2000 comenzaron los problemas musculares. Primero fue la ingle, después una pesa le afectó el hombro izquierdo y más tarde llegó lo peor con la lesión en el hombro derecho tras un deslizamiento de manos en tercera.
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Según me contó él mismo, a partir de ahí ya no volvió a rendir a tope. Perdía tiempo en las recuperaciones y cuando regresaba debía esperar nuevas oportunidades de jugar. Solicitó el «release» esperanzado en que lo contrataran Oakland o San Diego (que habían mostrado interés en sus servicios) pero el reporte de la lesión disuadió a todos de arriesgar su dinero por un hombre seriamente lastimado.
De manera que tras un paso fugaz por una liga independiente, Jesús “Chuly” Ametller renunció a seguir tratando de llegar a la MLB. Hoy, en Miami, se siente retratado en cada uno de los niños que prepara para el camino que él (desafortunadamente) no pudo terminar.
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