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Como nadie es monedita de oro, a Orestes Kindelán (pese a toda su gloria y calidad indiscutida) también le salen detractores que ponen en duda su capacidad para pegar tantos jonrones si hubiera tenido que empuñar bates de madera en la mayor parte de su trayectoria en el beisbol cubano.
Obviamente, quienes así se expresan o no vieron al “Tambor Mayor” en el esplendor de su carrera, o simplemente llevan una venda que les facilita no tener que encarar la realidad. Una de dos. No hay más.
Porque Orestes Kindelán fue de esos talentos que hicieron salivar a los scouts, y un scout es un tipo que conoce al dedillo su trabajo. Le sobraba poder, e igualmente podía batear para promedio. Un crack.
Los suspicaces dicen que le sacó mucho partido al aluminio, y yo digo que claro, verdad, el aluminio colaboraba un mundo en el home plate, pero siento recordarles que con ese mismo bate, Orestes Kindelán pegó muchos más cuadrangulares en el beisbol cubano que Omar Linares, Antonio Muñoz o Luis Giraldo Casanova, y eso definitivamente tiene un mérito grandioso.
Orestes Kindelán daba jonrón con cualquier bate
Pero además, les cuento (o les recuerdo) que cuando acá volvimos al implemento de madera, el santiaguero siguió sacando píldoras del parque pese a que ya no era un muchachón: para muestra, los dos bambinazos que largó en la final de Winnipeg’99, uno de ellos a costa de Brad Penny.
Para ese entonces ya había cumplido 35 abriles. Y para la época del video que da título a esta nota, el gran Orestes Kindelán estaba cerca de cumplir 40 años.
La imagen data de la 74 edición del torneo interurbano de Japón, celebrada en 2003. La tierra del Sol Naciente se había convertido desde los años noventa en el destino de numerosas estrellas veteranas del beisbol cubano, entre las cuales cabe mencionar también a Antonio Pacheco, Víctor Mesa y Ermidelio Urrutia, por citar solamente tres ejemplos.
La gran etapa que le tocó a Orestes Kindelán
El legendario slugger jugó con el Shidax entre 2002 y 2004. En el video se le ve bastante corpulento, con bigotes, y g*lpeand* un envío en la zona alta que haló para su mano con aquella fuerza que antes lo había llevado a despachar 487 pelotas en la Serie Nacional. El escenario es el Tokyo Dome, y cuando arriba al plato es saludado por su eterno compañero de victorias, Pacheco.
Es una secuencia para la nostalgia. Orestes Kindelán es un estandarte de la última etapa sublime del beisbol en cuba, y verlo dar la vuelta al cuadro lo transporta a uno al viejo tiempo bueno donde todavía en la isla se jugaba el segundo mejor campeonato del planeta.
Desde entonces, la diáspora del talento se llevó la crema y nata en busca de oportunidades en la MLB, y la Serie Nacional degeneró en el fósil que es ahora. Pero en la época del “Kinde” daba gusto. Lástima que jamás se decidió a probar su swing en el lugar para el que estaba destinado.
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Michel Contreras González
Periodista deportivo con treinta años de carrera. Graduado de Comunicación Social en la Universidad de La Habana, ejerció el periodismo en medios como Juventud Rebelde, Bohemia y Cubadebate antes de adherirse a la llamada prensa independiente, para la cual ha sido colaborador de la página deportiva en Oncuba, Cibercuba y Cubanet. Artículos suyos han aparecido en varias publicaciones extranjeras de habla hispana. Obtuvo numerosos premios en concursos de carácter provincial y nacional. Tiene publicados los volúmenes “Dioses Paralelos” (Ediciones Loynaz) y “Vuelos de Gavilán” (Unos y Otros Ediciones). Apegado fundamentalmente a la crónica, el comentario y la entrevista, la mayoría de sus textos versan sobre béisbol, fútbol y ajedrez, sin desdeñar el boxeo y el atletismo.