Por Alexander García Milián
A veces lo veo y creo que es una bola o una pelota de algo, quizás de cebo, como Maupassant, tal vez una simple pelota y punto, hago un mutis, un leve silencio de gélidos segundos, pienso otra vez y los sigo imaginando deforme, como descompuesto y no, es que es demasiado grande… La primera impresión de José Dariel Abreu fue esa, un día allá por Calimete, cuando la guagua del equipo Cienfuegos paró cerca del parque para merendar.
Desde entonces lo sigo viendo así, en un primer plano, luego vienen sucesivos zoom, zoom in, zoom back y lo veo normal, como un tipo enorme, gigante, medio tosco pero al final imponente.
Lo veo reírse, lo veo hablar y todo vuelve al instante terrenal, donde somos mortales, donde él es mortal; así hace ya unos 5 años lo ví en una conferencia de prensa en Chicago, luego vinieron dos, tres, diez conferencias más y es el mismo, me agrada eso incluso, no cambia es la misma persona, con el mismo carácter, con la misma franqueza…
Se escuchan gritos, gritos tenues y ligeros, luego gritos fuertes, como los gritos de un loco, después vuelven a ser normales; llegan risas, risas cortadas, risas largas, llantos escasos de lágrimas, de ojos aguados; se abrazan dos, tres, cinco veces, se abrazan dos personas, seis , doce; todo es emoción, están en Cuba otra vez, José Dariel Abreu, Alexei Ramírez, Yasiel Puig y Brayan Peña, tipos del ayer y de hoy, hombres de cien instantes y una misma historia, la historia del pelotero cubano.
A Pito Abreu se le ve con su hijo, con su gente, está contento, puede llegar y ver las cosas con tranquilidad, puede soñar, puede creer; en su primera temporada estuvo rosando el MVP, pero un Mike Trout con números similares pudo al final hacerse con el premio, ya no estaba Miguel Cabrera, un chamaco de Cienfuegos empezaba a dar que hablar.
Desde el tercer Clásico Mundial, cuando Pito le daba palo a todo el mundo, desde entonces sabíamos que su llegada a la Gran Carpa era cuestión de tiempo; nunca imaginamos la turbulencia de ese viaje pero si creímos en que José Dariel llegaría.
Después de ese apocalipsis, Pito en su primer año va al juego de estrellas, se cuecen los hilos de su mundo, de sus yo, de sus egos; ríe otra vez al lado de Alexei, sigue riendo mientras saluda a Yoan Moncada al llegar a los Medias Blancas.
Ahora, cuando ya el nombre de José Dariel Abreu estaba clavado para el juego de las estrellas de este año- 2019- ahora miramos atrás y vemos con calma al gigante con cara de niño que se paraba en el home del estadio 5 de septiembre y riéndose la mandaba a volar por el left field, por donde le daba la gana.
Un día vinieron tres, quince, veinte tormentas, el infierno de mil demonios, la hostia, luego hace unas horas miramos otra vez, y está ahí, sin discusión es el eslabón más alto de la pelota cubana en las Grandes Ligas.
Con Pito Abreu, una y mil veces, después del apocalipsis vino la luz.
Nos vemos a la vuelta.