Orestes Kindelán estaba en todo su derecho de hacer lo que hizo

Por Swing Completo  Hace unos días se generó cierta polémica con unas declaraciones que me diera Julita Osendi, en la cual mi colega se quejaba por la negativa de dar entrevistas de Orestes Kindelán por haber considerado que algunos periodistas lo habían criticado injustamente en su etapa de jugador activo. Hubo quienes catalogaron de justa la actitud del […]

Por Swing Completo 

Hace unos días se generó cierta polémica con unas declaraciones que me diera Julita Osendi, en la cual mi colega se quejaba por la negativa de dar entrevistas de Orestes Kindelán por haber considerado que algunos periodistas lo habían criticado injustamente en su etapa de jugador activo. Hubo quienes catalogaron de justa la actitud del conocido “tambor mayor” pero también se sucedieron opiniones contrarias. 

Lo primero que tengo que decir es que, si nos ponemos a analizar profundamente, tanto Kindelán como Julita tienen su razón, pero aun así considero que el máximo jonronero y empujador de la pelota cubana estaba en todo su derecho de decidir no darle declaraciones a ningún periodista. Es cierto que no tienen por qué pagar justo por pecadores y que es preferible mantener buenas relaciones con la prensa que darle la espalda, pero también es una realidad que todos tenemos el derecho humano de pensar y actuar como queramos. Que se haya estilado diferente por determinadas personas con influencia y poder ya eso es parte de otra historia como bien diría “Pánfilo”. 

Está claro que los argumentos que manejó Kindelán para romper con todos los periodistas pueden no haber sido lo suficientemente contundentes, teniendo en cuenta que otros que recibieron críticas peores no actuaron de la misma manera. Pero cada persona es diferente y no podemos pretender que pensemos igual, simplemente porque por naturaleza todos somos distintos. 

Si bien vi exagerado que el cuarto bate santiaguero metiera a todos mis colegas en el mismo saco por el hecho de que alguien cuestionara su cambio de posición o más tarde su inclusión en el equipo o el line up titular en el preolímpico de 1995, en cualquier parte del mundo deportistas, artistas y las figuras públicas en general se arrogan el derecho de conceder entrevistas a quienes deseen, o simplemente no hacerlo. 

Y ese es el punto de este escrito, sobre todo por aquellos que han hablado horrores de Kindelán por haber roto relaciones oficiales con la prensa cubana, al menos en su etapa como jugador. La propia Julita decía en el video que nunca hubo una ofensa ni un mal trato por parte del extraclase jugador santiaguero, cuestión que limita todavía más las opiniones negativas sobre el campeón olímpico de Barcelona 1992 y Atlanta 1996. 

Eso sí, los periodistas que sufrieron su rechazo diplomático también están en su derecho de reclamar su negativa, siempre y cuando exista el mismo respeto que recibieron por parte del hombre que estuvo a punto de convertirse en el primer bateador con 500 jonrones en Series Nacionales. 

Cada periodista tiene su propia filosofía, y algunas veces hay quienes son más polémicos que otros. Yo personalmente he tenido pocas experiencias similares, las cuales me las reservo porque actuar de otra manera sería lanzarle el público en contra a esos peloteros, no porque yo sea mejor que ellos sino por la forma en que respondieron a mi solicitud de entrevista. Pero yo no puedo pretender que mis colegas sean como yo y mucho menos decir que el que actúe diferente a mí está equivocado. 

Se trata de la libertad de cada cual a decir y actuar como determine, y que exista un respeto de las personas en tal sentido. Creo que hay una déficit enorme que va más allá de la parte estatal pues incluye a millones de personas que queremos cambiar la actitud de los demás simplemente porque no es la nuestra.  

Kindelán va a tener siempre mi respeto y admiración, no solo porque dejó un historial insuperable como slugger, sino por el hecho de su caballerosidad en general, amén de la decisión que un día tomó contra nosotros los periodistas. Una cosa no tiene que ver con la otra, aunque haya quienes terminen vinculando y confundiendo todo para seguir creando división y problemas. 

La deuda por respetar la decisión de Kindelán y hasta el reclamo de Julita sigue siendo una asignatura pendiente. Y repito que no estoy de acuerdo con lo que hizo el mítico número 46 de los equipos santiagueros y nacionales, ni tampoco con todo lo dicho ni la forma de hacerlo por mi amiga Julita, pero por encima de todo, yo sí respeto el derecho de ambos y el de cada quien de decir o hacer lo que piense siempre y cuando se haga con ética.

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