Leinier Domínguez…más allá del límite

Por Alexander García Milián

Ya empiezan a hacer campaña contra Leinier, sí, contra Leinier Domínguez, el mejor ajedrecista cubano de los últimos años, el mejor sin objeción y como es normal su salida del circuito ajedrecístico de la isla comienza a politizarse, más cuando llegó a Estados Unidos y la posibilidad de que compita por este país es casi una realidad.

La cuestión es de sueños, de metas, de ilusiones, de poseer sensaciones, de tener motivación para echar para adelante y entonces como siempre como ha pasado con tantos- Pasternak, Sohelnitzin- la demonización es parte del ritual para mandarlos al ostracismo.

Es que para los señores del poder, soñar y querer son utopías; más cuando se tienen hijos y familia, y ahora es Leinier y es el ajedrez el centro de las disputas, pero el béisbol, el voleibol, el boxeo, el atletismo; es un hecho este de buscar el futuro fuera de aquí, de Cuba, es algo que se impone por cualquier parte.

Hasta ahora nadie ha dado una explicación clara, seria, algo parecido a una verdad respecto a la situación del oriundo de Guines, ya incluso empiezan a borrarlo de los libros, de las estadísticas, ya no cuenta en nuestro ranking, no cuenta para nada; ahora sí Bruzón goza la papeleta pues se ganó el primer puesto, vacilando la croqueta.

Ahora, se anuncia la lista para el próximo Capablanca y vendrá otra vez Ivanchuk pero Leinier no está y una sensación de vacío, un hueco profundo casi como un abismo se siente en el ambiente.

  • “ Yo creo en mi fe, es lo que me mueve, pues creo en Cristo…”- le dice Leinier a Aurelio Prieto, luego en RT habla sobre ello también y un sentimiento de admiración creció de a poco en mi- tan grande ya y tan sencillo, tan noble-

Aquí, en este punto, cuando unos mentecatos empiezan a atacarlo y tratar de hacer polvo su figura, me quito el sombrero una vez más y le deseo a Leinier toda la suerte del mundo; pienso que su fe lo guiara y me da calma.

Una vez existieron también un Nabokov, un Asimov, un Kissinger, un Einstein, un Infeld, ahora también existe un Fabiano Caruana y un Ikaro Nakamura; todos grandes, todos personalidades excelsas; Leinier está por ahí, pidiendo permiso, tocando la puerta.

Al menos está en Estados Unidos y puede que como desean muchos, la memoria lo relegue un poco al olvido en unos diez años; pero yo, mientras tanto, estaré aquí, escribiendo y recordando que un día hubo un José Raúl Capablanca, luego al tiempo, al transitar los días y los meses llegó un chico llamado Leinier Domínguez y nos llenó de ilusión.

Nos vemos a la vuelta.

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