Por Clemente Correa
El béisbol cubano está lleno de momentos extraordinarios que lo han encumbrado en la élite del béisbol y convertido en algo especial para millones de personas. Pero en esa historia también existen pasajes tristes y injustos en grado superlativo.
Es cierto que no podemos vivir todo el tiempo con el rencor del pasado y que el olvido o el perdón tienen que ser capaces de vencer dolores y resentimientos. Eso está muy bien, mas debe aplicarse sobre todo si quien se equivocó y causó un daño importante a personas inocentes fue capaz de reconocer el fallo y pedir perdón. Mientras tanto un hecho tan terrible como el que en breve leerán hay que sacarlo a la luz para ver si un día alguien se digna a ofrecer disculpas aunque hayan sido otros los responsables de la afrenta dentro de una misma institución o sistema en general.
La historia se relaciona con uno de los grandes lanzadores que han tenido los Industriales y nuestras Series Nacionales: Manuel Hurtado López.
El reglano fue uno de los íconos de la etapa inicial de estos certámenes y la estrella de los azules de Ramón Carneado que ganaron cuatro campeonatos consecutivos entre 1963 y 1966. A pesar de eso solo se empató con el equipo Cuba en 1970 porque quienes decidían los que integraban la selección nacional tenían a Manolito como un posible «desertor» o sin una buena convicción revolucionaria.
Además de sus estadísticas, títulos individuales y colectivos, combinó magistralmente inteligencia, curva y control, convirtiéndose en uno de los hombres de mayor nivel en el pitcheo cubano de los años sesenta. Y también entre los peloteros más populares del país. Era la época romántica en extremo de unas Series Nacionales que quienes las vivieron tienen entre sus recuerdos más fieles aquellos duelos antológicos entre Hurtado y el oriental Manuel Alarcón.
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El sitio Ecured publicó se hizo eco de una entrevista en la que toca este tema el ídolo del poblado habanero de Regla. “Yo tenía un pariente preso político nombrado Eduardo Castillo y me hablaron para que lo hiciera cambiar su postura. Al no hacerlo, desconfiaron de mi. Antes de integrar el equipo menores de 23 años para ir a México me dijeron que aprovechara para comprarle la canastilla a mi hija que estaba por nacer. En una ocasión cuando me separaron de la preselección la novena de Regla (con la que jugó Hurtado) se midió con el equipo Cuba, y el mánager Arnaldo Raxach me dio la bola”, cuenta el estelar lanzador. Cuando propiné los primeros cinco ceros el comisionado de beisbol, Jorge García Bango, le dio la orden a Raxach de sacarme del montículo, al parecer por temor a que los pintara de blanco”, lo cual hubiera sido embarazoso para quiienes decidieron eliminarlo de la selección nacional, indicó.
Pero la postura oficialista sobre Hurtado también lo privó de otro tipo de consideraciones en lo interno, como el recibir una línea telefónica sin cuestionamiento alguno. Así lo comentó su receptor por muchos años Lázaro Martínez, testigo presencial del citado tema. Pero Martínez hizo un cuento todavía más horrible que jamás encontrará defensa alguna.
Aunque la decepción de Hurtado venía caminando con todas las discriminaciones sufridas en carne propia por dos décadas, lo que pasó en 1980 fue la gota que derramó el vaso de su paciencia.
Muchos conocen que la emigración de 1980 trajo reacciones deplorables por parte del gobierno cubano junto con muchos que siguieron el juego y llevaron a cabo campañas contra quienes tomaron la decisión de irse del país por el puerto del Mariel u otra vía que apareciera.
Como una de las páginas más horribles de nuestra historia figuran aquellos actos de repudio en los que se incluían fuertes ofensas y hasta acciones físicas a través de la tiradera de huevos y otros productos alimenticios. Y también escupidas, empujones y un poco más allá inclusive en contra de ese emigrante acusado de gusano y traidor. Una de las frases más famosas fue la de «pin pon fuera, abajo la gusanera».
Por el costero municipio artemiseño se fueron miles y miles de cubanos, entre ellos más de una veintena de peloteros. Allí estaba Bárbaro Garbey como el más famoso de un grupo cuya mayoría había sido expulsada del béisbol bajo la acusación de venta de juegos.
Pero Hurtado ni tuvo que ver con las apuestas ni se fue por el Mariel. Lo que sí sufrió fue el rechazo de unos cuantos en Regla que según contó Lázaro Martínez fue víctima del odio desmedido de unos cuantos que posiblemente años antes lo aplaudieron en las múltiples veces que demostró su grandeza sobre el montículo.
La razón del ataque contra el hombre que todavía ostenta el récord de 10 ponches consecutivos fue el esconder en su casa a un amigo. Setrataba del también integrantes de equipos capitalinos José Ballester, que al salir desde donde vivía Hurtado logró escapar de la turba inquisidora y cumplir su objetivo de salir del país hacia los Estados Unidos. Pero Manolito pagó los platos rotos.
Días después se encontró con el rechazo de unos cuantos que le recriminaron su actitud con Ballestar y utilizaron contra él el mismo método que con los que decidían partir. En parte por haberles privado la posibildad de anotarse un punto y por considerar a Hurtado una especie de traidor que si bien seguía viviendo en Cuba era capaz de ponerse de parte de los que se iban y no comulgaban con el sistema comunista.
Mas la consecuencia de la ayuda del legendario lanzador no quedó en ofensas y huevos. Según contó Lázaro en exclusiva, Hurtado fue transferido como entrenador del estadio Alberto Álvarez nada menos que a una prisión. Allí estaría trabajando por un tiempo hasta que alguien decidió «quitarle el castigo». Todo por proteger a un amigo de pasar por algo injusto y cruel por donde quiera que se mire.
Pero el mítico número 20 de las selecciones habaneras no estaba dispuesto a tragar más buches amargos. En 1989 logró salir legalmente del país y desde ese momento ha residido en la ciudad de Miami. Precisamente días antes de su viaje fue a despedirse del encargado de contar esta historia dolorosa, quien nos comentó que la decisión migratoria de Hurtado no fue otra que todo el cúmulo de decepciones y en especial la réplica de su gesto con Ballester.
Después de emigrar de Cuba se habló muy poco de él en los medios de prensa aunque nunca estuvo en un anominato absoluto como otros que se fueron en 1980 y los que lo harían a partir de la deserción de René Arocha en 1991. Por suerte el libro «Estrellas del Béisbol» de Leonardo Padura y Raúl Arce se había editado antes de su travesía definitiva.
La última aparición pública de Manolito se produjo en el año 2013 cuando se celebraron tres partidos en Florida en honor a los 50 años de fundado el equipo Industriales. Allí lanzó la primera bola del último juego y recibió el respaldo de muchos peloteros y aficionados en representación de la mayoría de la gente para la que se ganó el respeto y el cariño como deportista y también desde lo personal.
Por desgracia la incidencia de unos pocos equivocados y oportunistas fueron capaces de generar un daño del que pasará el tiempo y seguirá sin aparecer el argumento que lo justifique. Y tal vez un día tampoco esté ya entre nosotros y se mantenga perdida la disculpa pública por expulsar moralmente de su patria a uno de esos héroes que permitieron que la gente siguiera amando la pelota cubana pese a la eliminación del profesionalismo en 1961.