La historia de la MLB consta de hechos verdaderamente asombrosos, que son muestras del talento tan descollante que existe en el mejor beisbol del mundo. El cubano Liván Hernández es el poseedor de una de estas increíbles actuaciones.
El serpentinero tiene su lugar asegurado en la inmortalidad por un hecho en particular. Los envíos del caribeño fueron capaces de ponchar a 15 rivales en un juego de postemporada. Pero, este registro posee muchos más aspectos destacados.
Viajemos en el tiempo hasta el año 1997. Liván Hernández hizo su debut en esa campaña en las Grandes Ligas. El novato comenzó a ganar protagonismo poco a poco en el staff de Florida Marlins, hasta que llegó la etapa de playoffs.
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El conjunto de los Peces tuvo en el joven un pilar de lujo, que los impulsó hasta el título en la Serie Mundial. Los números estadísticos del pitcher acogieron cuatro sonrisas sin la sombra de un revés. No obstante, la Serie Divisional frente a Atlanta Braves resultó el clímax para el cubano.
La porfía bilateral arribó al quinto juego y Liván Hernández fue el lanzador señalado para trabajar. El almanaque del isleño marcó 22 años de edad. Aquel 12 de octubre fue mágico para el monticulista.
Liván Hernández hizo historia
El natal de la Isla de la Juventud dio una disertación, dominando a la artillería rival a su antojo. Los bates de Atlanta Braves fueron hipnotizados por Hernández, quien les recetó 15 ponches y apenas pudieron conectarle tres inatrapables. Una solitaria carrera fue soportada por el dominante lanzador, quien regaló solo dos bases por bolas. La victoria para Florida Marlins dos carreras por una, fue un justo y merecido premio.
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La cifra de 15 ponches de Liván lo convirtió en el pitcher más joven en la historia de la competición en alcanzar semejantes dígitos. Los otros poseedores de este número de abanicados (15) en un desafío de postemporada son:
- Rogers Clemens (38 años)
- Gerrit Cole (29 años)
- Sandy Koufax (27 años)
- Mike Mussina (28 años)
El olvido no debe abrazar este hecho. El derecho Liván Hernández logró una proeza que no merece perderse en la frialdad de los años. Lo ocurrido merece toda nuestra admiración y respeto.