Por Alexander García Milián
Unos dicen que era demasiado extrovertido y revoltoso desde pequeño; de hecho algunos amigos, como Daniel Rodríguez Acosta, alegan que siempre andaba cazando pájaros y en la quimbumbia nadie le ganaba, incluso para jugar contra él le pedían la salida y veinte o treinta tantos de ventaja.
Hablan que siempre andaba inventando, haciendo maldades; muchos conocidos aluden a su carácter picaresco, el mismo que se puede percibir en los contornos de su rostro tallado en una tarja de Cooperstown…- “Incomparable pelotero cubano que se distinguió en todas las posiciones, pero especialmente en la doble condición de pitcher y bateador”, se puede leer…
Es que las leyendas son así, dejan una estela cargada de matices, unos dicen cosas buenas otros fustigan aunque sea para decir lo más nimio, que si era problemático, que aprendió el béisbol tirando piedras en los patios ajenos, en fin, Martín Dihigo no podía ser diferente a esa mirada limpia y a esa risa que esboza en fotos de recortes de periódicos…
*
Es 21 de enero de 1923, bien tarde ya y el campeonato cubano de béisbol profesional se apresta a empezar el nuevo año con la tensión por las nubes; las expectativas son tremendas y Miguel Ángel Gonzalez le pone su sello a la competencia; en el noveno inning del juego entre los clubes Habana y Marianao, cuando Cheo Hernández se dispone a batear, Mike hace unas señas y sale del banco como emergente un corpulento joven de solo 16 años de edad.
La historia de Martín Dihigo pudiera comenzar aquí, o en Cidra, allá por Limonar; es que las secuencias de las vida de un personaje como este van más allá siempre y cada instante puede ser el comienzo de todo.
Con el debut de Dihigo en el profesionalismo, el club semiprofesional, los Piratas, que jugaba en el Palmar de Junco, pierde a su mejor jugador; los hechos le daban la razón a todos los que vieron jugar a Martín desde pequeño y en aquel enero de 1923, comenzó a tejer su estela de gloria el considerado por muchos como mejor pelotero cubano de todos los tiempos.
De esta manera empezaba a emerger la leyenda, ni el mismo Miguel Ángel Gonzalez recordaba cuando Dihigo años atrás, con total frescura le cogió su guante para calentar durante una visita al célebre Palmar; pero si estaba convencido que aquel joven era un diamante en bruto por eso aquella decisión inesperada.
Ese día en el juego contra Marianao, Dihigo enfrentó a una leyenda del box, el zurdo Ben Tincup y a pesar de ser dominado, esa sonrisa llena de viveza que siempre lo acompaño sembró su marca en el contexto beisbolero de la Isla.
Ahora…
*
Es 1969, en toda Cuba se expande una noticia- ¡Dihigo murió!- la gente sale a las calles, no solo en Cienfuegos, en todo el país, el rumor comienza a tomar forma y parece que es cierto, a los días, sale Eddy Martín entrevistando a El Inmortal y aquel ruido de a poco fue desapareciendo; años antes Martín había lanzado la primera bola durante la inauguración del estadio Sandino en Santa Clara y estaba entero- según alegan familiares y amigos- de hecho en las fotos se ve imponente con sus más de sesenta años.
Era imposible en aquel momento que aquella “bola” tomara semejante dimensión, pero es la vida y la muerte son meros actos inherentes a la condición humana, con las personas como Dihigo, muchas cosas o casi todas, se manejan entre el endeble hilo que define la existencia; tal como reflejan los hechos.
Veo entonces en la foto a un mulato alto, con traje fino y sombrero bien calado- un tipo elegante- me digo; es Dihigo ya en su faceta de comentarista deportivo, es Dihigo leyendo un periódico o algún libro, es Dihigo como pocos, tratando de instruirse; dicen algunos que lo conocieron que casi sin estudiar sacaba muy buenas notas, de las mejores de su clase- hubiera sido abogado, médico, lo que quisiera- refieren otros allegados.
En la Liga Cubana Profesional, en 24 temporada, entre 1923 y 1947 bateó para 295 y como lanzador gano 107 juegos y perdió 56. De igual modo fue reconocido cuatro veces jugador más valioso de su equipo y en la faceta de director ganó dos temporadas consecutivas, 1935-1936 y 1936-1937; sin más, una joya del diamante como ninguna
La inteligencia natural, esa que dota de una potente lógica los análisis y deducciones de determinadas personas, esa inteligencia siempre acompañaba a Dihigo, en Venezuela, en México, en Puerto Rico; es la misma que lo acompaño con los New York Cubans y el Hilldale de las Ligas Negras, pienso incluso en aquel día allá por octubre de1930…
En aquel entonces, como era habitual, el equipo ganador de las Grandes Ligas de Béisbol se enfrentaba a un elenco rival conformado por los mejores peloteros del beisbol independiente en Estados Unidos- su nombre era Homestead y estaba integrado por la mayoría de las estrellas negras del momento.
El mítico Connie Mack dirigía a los Elefantes Blancos, como se conocía a los Atléticos de Filadelfia, ganadores del campeonato, tras vencer aquel año a los Cardenales de San Luis por 4 a 2; Connie enfrentaría a un lanzador cubano que ya era sensación… Martín Dihigo.
El Inmortal maniato la ofensiva de los paquidermos, propinándole tres ponches al estelar Jimmie Fox y dominando a otros como Mule Haas. El partido concluyo por la mínima, 1 a 0 y Dihigo no solo fue el as en el box sino que a la ofensiva conecto el decisivo doblete para impulsar la carrera de la victoria.
**
Con una nueva edición del premier 12 a la vuelta de la esquina, la derrota de la escuadra cubana ante un elenco amateur de la Liga de Taipéi de China durante el segundo choque de preparación, prende las alarmas y por ende preocupa a todos.
En este contexto unos atribuyen los hechos a la dinámica propia de los entrenamientos, a la asimilación de los volúmenes de cargas, al cambio de horario, a los planes de trabajo pero lo cierto es que las dudas emergen y no es ser un apostata del “championismo”- como dicen por ahí; es ajustarse a lo que la realidad impone; señores, es un torneo corto donde no hay tiempo para reponerse ni para ajustar nada, sino se llega listo, se regresa a casa con prontitud… entonces…
Pienso en tantas figuras que llenaron de gloria a este país, tantos de esos hacedores de la mística y la grandeza que posee nuestro béisbol; tantos que deberían se referentes, como Martín Dihigo y su nombre casi perece en el vacío de no ser por la noble y azarosa labor que realiza la peña que lleva su nombre.
Es la figura de Dihigo, tal vez más presente que nunca, tan necesaria; Dihigo que fue una estrella en todas las ligas que jugo, en cada terreno que piso, Dihigo que parece irse pero hoy pudiera quedarse siempre; en estos instantes de incertidumbre, rescatar con más fuerza su imagen y su quehacer sería algo digno de su figura.
Por ahora me quedo con esa sonrisa, la misma que vuelve una y otra vez para dejarnos claro que Dihigo era un grande; quizás por ser tan honesto, sencillo y humilde ha estado así, como inerte, sin reclamarle al tiempo un ápice de nada, solo nos queda a nosotros los de ahora hacer el trabajo y traerlo aquí.
Nos vemos a la vuelta.