Por SwingCompleto/ contacto@swincompleto.com
No paran las malas noticias relacionadas con el béisbol cubano, especialmente aquellos que tienen que ver con la muerte de figuras relacionadas con este deporte, varias de las cuales alcanzaron la categoría de estrellas o símbolos ya sea de una etapa o una provincia.
Ese es el caso del santiaguero Ramón Hechavarría Yate, que junto al habanero Ricardo Lazo estuvo en la élite de la receptoría cubana en la década inicial de las Series Nacionales surgidas en el año 1962.
Esta mañana fue cuando se produjo el deceso de uno de los íconos de aquella etapa romántica de los sesenta, donde Hechavarría tuvo el liderazgo ofensivo junto a Elpidio Mancebo y Fermín Laffita de aquellas selecciones orientales que tanto brillo le aportaron a los campeonatos nacionales.
Natural de Palma Soriano (24 de agosto de 1938), «Chava» se mantuvo batallando por mucho tiempo, años incluso, en contra de disímiles afecciones de salud que trajeron entre otras consecuencias, el perder la posibilidad de caminar.
Era uno de los sobrevivientes de la primera Serie Nacional, y estuvo en otros momentos trascendentales a nivel interno y externo. Su momento colectivo más importante en casa fue el título de Orientales en la antológica campaña de 1966-67 en la que derrotaron a Industriales en el juego final celebrado en el estadio Latinoamericano de la mano de su astro de pitcheo Manuel Alarcón.
En eventos internacionales estuvo en la mayoría de los certámenes de los sesenta, entre ellos el inolvidable Campeonato Mundial de Dominicana 1969. También acudió a las citas del orbe de Cartagena 1970 y La Habana 1971. Estuvo en los Panamericanos de 1963, 1967 y 1971, además de los Centroamericanos de 1962, 1966 y 1970.
Hechavarría no fue un virtuoso defensivamente hablando, razón por la cual Lazo tuvo más posibilidades con el equipo Cuba detrás del home. Su principal fortaleza estuvo en su capacidad ofensiva que lo convirtió en uno de los mejores bateadores de su etapa, y el mejor con el madero entre los receptores.
Además de su poder también descolló por ser un impulsador nato gracias a su temple para aprovechar los momentos cruciales del juego de pelota.
Pasó a la historia como el primero y hasta ahora único pelotero en activo que ha dirigido en una Serie Nacional, pues se convirtió en manager en 1966 de manera interina y temporalmente después que suspendieran a Roberto Ledo por un altercado con un árbitro.
Jugó un total de 17 Series Nacionales en las que acumuló 53 cuadrangulares y 362 impulsadas con promedio ofensivo de 263, que visto fríamente resultan estadísticas poco impresionantes. Pero si profundizamos en aquella era de bate y pelota mala, pitcheo concentrado en pocos equipos y torneos que muchas veces no cumplían con un calendario amplio en comparación con los tiempos más recientes, la conclusión puede ser bien diferentes.
Quienes lo vieron en acción coinciden que es totalmente justo ubicarlo como uno de los peloteros más importantes de aquellos años iniciales de las Series Nacionales, un verdadero ícono para los equipos del territorio oriental y también de manera general.
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