Por Pablo Pichardo.
Hay que aceptarlo, los cafeteros hace rato que están trabajando duro en el arraigo y desarrollo de este deporte. Construcción de estadios nuevos, búsqueda de talentos en todos los rincones, aparición de nuevas áreas deportivas para capacitar a las nuevas generaciones y por supuesto, una Liga profesional en aumento; han potencializado un despegue aumentado la presencia de sus peloteros en las Grandes Ligas.
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Con las puertas abiertas a técnicos extranjeros dotados de conocimientos acordes con los nuevos tiempos y recursos disponibles que se unen a esa capacidad natural que traen de fábrica los nacidos por esas zonas caribeñas, pronto serán una potencia en el área y ya comienzan a demostrarlo.
Por otra parte, los cubanos, con los brazos cruzados ante la fuga de casi medio millar de peloteros en estos últimos años de todas las categorías, inmersos en crisis financieras que afectan los cimientos de su pirámide deportiva, dando tumbos con sistemas de entrenamiento arcaicos, con un campeonato nacional lleno de deudas, hambrientos de motivaciones y llenos de presiones extra deportivas; poco pueden hacer en el terreno.
Si a esto le sumamos las malas selecciones de peloteros para las integraciones de sus equipos nacionales y la ausencia de técnicos con un pensamiento lógico en sus objetivos, más la incapacidad de sus directivos; encontramos una ecuación que no tiene solución ni utilizando números complejos o imaginarios.
A nosotros, que amamos el béisbol cubano desde cualquier parte del mundo donde vivimos, que se nos erizó la piel tantas veces con aquellas victorias épicas que nos llenaban de orgullo por haber nacido en esa tierra, que caminábamos con la frente erguida por los estadios del mundo y no concebíamos la vida sin una victoria de nuestra selección nacional; nos duele esto.
No duele ver como el futuro de nuestro deporte más querido está en manos de unos pocos y nadie hace nada, no se toman medidas ni se trazan nuevas estrategias para salir de este abismo donde hemos caído donde las únicas soluciones son los constantes cambios de estructuras de nuestra serie nacional.
El problema no es Anglada, ni los que llegaron de Japón. No tiene la culpa la mala salida de Lázaro Blanco ni la tímida ofensiva en el terreno. No podemos tirarle piedras a éste o a aquél, ni siquiera Higinio Vélez y a Yosvani Aragón tienen la culpa de este desastre.
Es un todo, un conjunto, un sistema cerrado que no ya no funciona, un pensamiento errado, una filosofía obsoleta.
Hoy fue Colombia, ayer fue Nicaragua y mañana será Haití o una selección de esquimales de la Antártida, no importa el rival. Estamos destinados a la derrota eterna mientras sigamos con los brazos cruzados en el terreno de juego…y en la vida misma.