Por Aliet Arzola
Se acabó el béisbol de Grandes Ligas en el 2021. Dos cubanos salieron campeones y otros tres quedaron a las puertas de la gloria, sumando cinco hijos de esta Isla en la Serie Mundial, algo que jamás había sucedido.
Pero la historia no termina ahí. En total, 13 cubanos fueron inscritos en los rosters de postemporada, el escenario mágico en el que todos quieren brillar y solo unos pocos logran llegar. En estos playoffs, ganamos el MVP de la Serie de Campeonato de la Liga Americana y el MVP de la Serie Mundial; antes habíamos ganado el título de bateo también en la Liga Americana y tenemos múltiples nominaciones para el Novato del Año, el Guante de Oro y el Bate de Plata.
En este 2021, Cuba registró la cuarta mayor cantidad de peloteros (27) en MLB entre todos los países extranjeros, superados por República Dominicana (169), Venezuela (102) y Puerto Rico (30). Además, más de 100 jugadores lucharon en las Menores, algunos con posibilidades reales de ascender más temprano que tarde al Big Show.
Cualquiera supondría que, entre tantos logros, al final de la temporada llegaría al menos un instante de conciliación para la comunidad cubana que sigue el deporte de las bolas y los strikes, un momento para festejar todos juntos por el poderío creciente de nuestra armada en Estados Unidos, ahora mismo de lo único que podemos vanagloriarnos cuando se hable de béisbol cubano.
Pero no.
Por desgracia, una cantidad nada despreciable de personas que integran esa variopinta comunidad beisbolera cubana -que va desde las redes sociales hasta las esquinas calientes en La Habana, Santiago, Miami, Madrid o Moscú-, ha empleado su tiempo en lo mismo de siempre: atacar, denigrar y burlarse de todo lo que no les convenga.
A Yordan Álvarez, por ejemplo, le ha caído la artillería después de pegar solo dos imparables en la Serie Mundial. Quienes lo atacan olvidaron que fue el cubano con más jonrones y el segundo con más impulsadas este año, que fue el MVP de la Serie de Campeonato y que está llamado a convertirse en uno de los bateadores icónicos de la próxima década. A eso le llamo memoria selectiva.
A Aledmys Díaz le reclaman que no juega, lo mismo que a Guillermo Heredia, a quien alguien llegó a nombrarlo «la mascota» de los Braves, un calificativo denigrante y ofensivo. Por supuesto, ninguno de los que abre fuego tiene en cuenta que estar en un roster de postemporada no es gratis; cientos de jugadores en cualquier franquicia darían la vida por inscribir su nombre en dicha instancia, aunque sea en rol de suplentes.
Todavía más cruentas son las referencias negativas contra Yulieski Gurriel, el blanco preferido, a quien le cuelgan el cartel de «no batea a la hora buena», en este caso particular por ser el último out de la Serie Mundial en un partido que estaba 7-0 a la altura del noveno capítulo.
El castigo de Yulieski con lo de la «hora cero» es más viejo que el bate de madera. Su doble play en la final de los Juegos Olímpicos de Beijing y los fallos puntuales en los Clásicos Mundiales son los argumentos de quienes buscan lincharlo un día sí y otro también, obviando el triple clave en la Intercontinental de La Habana, el jonrón contra Panamá en el Primer Clásico, el jonrón para empatar el quinto partido de la Serie Mundial del 2017 ante un monstruo como Clayton Kershaw, o los jonrones frente a Yu Darvish o Max Scherzer, también en Clásicos de Otoño, en la caliente.
Para sus detractores, nada de eso sucedió. Volvemos al mismo asunto: memoria selectiva.
El odio de los que odian a Yulieski es visceral, un fenómeno que especialistas de todos los campos de las ciencias sociales deberían estudiar a fondo para conocer un poco más sobre las lógicas de los seres humanos. Realmente cuesta entender que tantas personas sean incapaces de valorar la calidad probada y la constancia en el rendimiento de un jugador durante 20 años.
Yulieski, como escribí hace poco, carga con sus fallos (los mismos que llevan sobre sus hombros TODOS los peloteros del planeta), pero también tiene que pagar por las loas de la prensa más complaciente o por cuestiones para nada vinculadas al juego. Si alguien lo elogia de más, es su culpa, una ecuación injusta con un resultado inamovible: abrir fuego a uno de los mejores y más completos peloteros cubanos de todos los tiempos.
Lo peor es que esos mensajes, frecuentemente subidos de tono y fuera de los límites, vienen de los mismos fanáticos cubanos. De ellos, muchos han cultivado su odio durante años, en parte por desconocimiento -¿recuerdan cuando Alfredo Despaigne dijo que los cubanos no sabían de pelota?-, otros por pura preferencia y otros simplemente porque tienen muy poca información de la magnitud de lo alcanzado por los peloteros antillanos en el escenario más exigente del planeta.
En esto último ha incidido decisivamente el rol de la prensa oficial cubana, cuya cobertura del béisbol de MLB ha sido tradicionalmente pobre o nula en la mayoría de los años. Ese panorama, si bien ha cambiado algo en los tiempos más recientes con un seguimiento informativo de la postemporada de MLB y la mención puntual de la actuación cubana, todavía queda muy por debajo de las expectativas del fanático, sobre todo de quienes no tienen acceso a las redes sociales o a servicios de internet.
Además, debemos tener en cuenta que si algo ha cambiado en la cobertura es por el empuje y el reclamos de cientos de usuarios que han pedido públicamente, primero, la transmisión de los partidos de MLB, y, en segunda instancia, al menos resúmenes de esos juegos teniendo en cuenta las dificultades que hay para transmitirlos en vivo o diferido.
Hacerse el de la vista gorda ante esas demandas significa estar totalmente de espaldas a la realidad, porque hablamos de cientos de apasionados por el deporte nacional y por sus peloteros, los cuales, aunque a algunos les cueste creerlo, también representan a Cuba como mismo lo hacen sus científicos, sus músicos, sus actores, sus pintores, sus ingenieros, sus médicos… Si el béisbol cubano ya es patrimonio de la nación, los peloteros de la Isla también lo son, estén donde estén.
No obstante, y volviendo al punto inicial sobre la atención de los medios al fenómeno cubano en MLB, ¿de verdad unos cuantos reportes sobre los peloteros de la Isla o hacer referencia a su desempeño en la postemporada se va a borrar todo el tiempo en el que se ha obviado su actuación?
La temporada de Grandes Ligas dura seis meses y la referencia diaria y más detallada sobre la actuación de los cubanos ha llegado en las últimas dos semanas, así que nadie debería vanagloriarse.
¿En qué espacio deportivo de los medios cubanos se vio, escuchó o leyó que Jorge Soler –el MVP que ahora está en boca de todos– había sido cambiado de Kansas a Atlanta a mitad de temporada? ¿En qué espacio deportivo de los medios cubanos se vio, escuchó o leyó que el mismo Jorge Soler tuvo una horrible primera mitad de temporada y después levantó casi por arte de magia en Atlanta?
¿En qué espacio deportivo de los medios cubanos se vio, escuchó o leyó sobre la espectacular primera mitad de temporada de Guillermo Heredia y su bajón después del Juego de Estrellas? ¿En qué espacio deportivo de los medios cubanos se vio, escuchó o leyó que dos cubanos conectaron grand slam en una misma jornada de MLB por segunda vez en la historia?
¿En qué espacio deportivo de los medios cubanos se vio, escuchó o leyó sobre la gran temporada de Raisel Iglesias o Vladimir Gutiérrez? ¿En qué espacio deportivo de los medios cubanos se vio, escuchó o leyó que más de 100 peloteros formados en este país jugaron en las Ligas Menores con resultados espectaculares en algunos casos?
Podría seguir diciendo ejemplos de hechos relevantes protagonizados por jugadores cubanos que no aparecieron en NINGUNO de los medios de nuestro país. Eso no se debe, en lo más mínimo, a que los peloteros cubanos tengan prohibido el vínculo con entidades gubernamentales, como alguien llego a sugerir en redes sociales.
En realidad, el problema de la pobre difusión de la actuación de los cubanos en MLB y en Estados Unidos en sentido general está más relacionado a la falta de voluntad de quienes dictan las políticas editoriales de los medios. La más clara prueba es que, de la noche a la mañana, se pasó de dar muy poca información sobre MLB y los cubanos a dar reportes diarios en la postemporada.
¿Qué cambió para que más medios y más espacios hicieran referencia a la actuación de los cubanos? ¿Quitaron el bloqueo? ¿De pronto nos hicimos amigos de los vecinos del norte? No, nada de eso sucedió. No hubo ningún cambio, NINGUNO. Simplemente, en algún lugar –que no quiero ni pensar qué lugar es–, alguien –que no quiero ni pensar quién es– dio luz verde para que finalmente se mencionaran a todos los cubanos y todas sus actuaciones.
Esto, por así decirlo, es un paso de avance, pero repito, no es para venir a darse palmadas en pecho o a vanagloriarse por estas referencias. La referencia de los medios cubanos al tema MLB es pobre, pobrísima, por mucho que unos cuantos programas hablen del asunto. Si vamos a hacer una comparación con otros países, por ejemplo, el flujo de información en los medios sobre MLB en México, República Dominicana, Venezuela, Nicaragua, Colombia, Puerto Rico, Costa Rica, Honduras o El Salvador es brutalmente superior al de Cuba. Pero BRUTALMENTE SUPERIOR.
Y cuando digo flujo de información no me refiero solo a noticias, sino a espacios de debates y análisis que aquí no hay ninguno. En Cuba no solo deberíamos hacer referencia diaria a los peloteros nacidos en esta Isla. ¡Qué va! Hacer una mínima referencia es casi como no hacer nada. Los medios cubanos deberían tener espacios de difusión y análisis de lo que hacen los peloteros cubanos en MLB. Deberían sentarse a debatir sobre el rendimiento de uno y otro, meterse en profundidad en cuestiones relacionadas con el juego. Para eso no hay que ser de izquierda, de derecha, de centro o de la Luna, no, para eso lo único que se necesita es voluntad y deseos de hacer.
Vamos a asumir que no se pueden transmitir juegos de MLB, ok. Pero por qué en la televisión, en la radio, en los medios impresos, en los medios digitales y en las redes sociales de nuestros principales canales y periódicos no se crean estos espacios de debate y análisis para que los usuarios cubanos tengan a la mano –sin necesidad de acudir al paquete, a la antena o a los medios alternativos– contenidos sobre esos hombres que están allá, en Estados Unidos, representando a Cuba y a los cubanos.
Esto no significa que restemos atención a lo que sucede con el béisbol en Cuba, para nada. Una cosa no tiene que ver con la otra. Hay que seguir la Serie Nacional, el Sub-23, las preselecciones, los juveniles, los escolares y la Liga Azucarera, pero también hay que hablar y analizar al detalle lo que pasa con los cubanos de MLB, con los latinos de MLB. Eso no nos va a restar en nada. ¿Cómo usted cree que sea posible que se dediquen horas a analizar partidos de futbol, torneos de judo y campeonatos de voleibol donde no hay ningún cubano y no va a ser posible sentarse a debatir sobre peloteros cubanos en MLB?
Insisto, lo único que se necesita es voluntad, y solo cuando algo así suceda, yo podré decir que los medios cubanos hacen verdaderamente referencia a los peloteros cubanos, donde quiera que estén. Mientras tanto, iremos por las ramas y seguiremos sin satisfacer a la inmensa mayoría de los usuarios que hoy no se informan sobre lo que pasa en Grandes Ligas por ningún medio nacional.
Por cierto, esto para nada es un ataque a los medios ni a los colegas que integran las redacciones de deportes. Muchos de esos periodistas sí hacen un trabajo de divulgación importante sobre los cubanos de MLB en sus espacios personales en redes sociales, y la inmensa mayoría de ellos, estoy convencido, les gustaría poder escribir y debatir más sobre estos asuntos en los medios a los que pertenecen. Sería totalmente injusto no reconocer esto. Hablo, en este sentido, desde la experiencia personal, porque trabajé durante muchos años en el periódico Granma y choqué con estas mismas piedras.