Por Elsa Ramos
Un tirazo desde el jardín central hasta tercera base en medio del Latino, donde dejó petrificado al corredor, público y no pocos entendidos, fue una de las cartas de presentación de Geisel Cepeda Lima en la más reciente Serie Nacional de Béisbol.
Lo recuerda y lo ilustra con el recorrido del tiro, mientras aclara cómo es que se pone su nombre: “Todo el mundo lo escribe mal”. Es que la potencia del brazo ha sido una de las distinciones de su corta carrera y la que lo ha llevado temprano a los Gallos.
Dice él que fue a partir de su incursión en la categoría 13-14 años que pudo desarrollarla cuando por insistencia de su tío Pablo Cepeda lo pasaron a los jardines después de jugar en primera base en las categorías infantiles.
No es impacto de ojo. Su fuerza es real. “Desde esa edad comencé a incrementar la velocidad y empecé a lanzar tiros de más de 90 millas, y en los juveniles ya los sostenía; lo que más me han medido son 97 millas durante una prueba de la Comisión Nacional, pero lo normal ahora es de 93-94”.
Pero no es solo tirar duro. “Hay que tener mucha precisión, pues la distancia es más larga. Eso se entrena y es importante para los jardineros porque los corredores te respetan, se cuidan más de tu brazo y los mismos directores del equipo contrario se cuidan también en mandar a un corredor”.
Y aunque algunos se han frotado las manos para un posible salto al box, Geisel tiene muy definida su decisión desde que su mamá Lídice lo llevó hasta el área del terrenito de Máximo Gómez con Yunier Rondón. Así, de paso, consumaba un anhelo de su papá David que de chiquito le lanzaba pelotas y lo entrenaba, después cada categoría le fue aportando conocimientos y facultades. Mi destreza principal siempre fue al bate, por eso no quiero ser pitcher”.
Esa vocación la defendió a ultranza, incluso cuando con 10 años se quedó fuera de la selección espirituana a los Juegos Escolares y la gente del fútbol lo “haló” y terminó como segundo mejor portero del país. Pero el béisbol lo atrajo porque lo lleva en las venas, no por gusto es hoy el principal talento del bateo espirituano.
No faltó tiempo para mostrar su opción cuando como juvenil vistió traje de Serie Nacional y ya acumula tres campañas con apenas 21 años recién cumplidos. “Siempre se dice que los jugadores nuevos se desesperan un poco a la hora de batear, por eso se debe tener paciencia en el home, pues los pitchers más veteranos estudian mucho a los jóvenes.
“Puedo decir que he crecido. En la primera jugué poco, bateé 278, estaba un tanto estresado, presionado con la afición, pero con el paso del tiempo me fue mejor. En la segunda compilé 302, con más experiencia a la hora de batear; y en la defensa, me siento muy cómodo”.
Lo del crecimiento no es solo en tamaño, que también lo avalan su 1.93 de estatura. Es también como jugador. Lo dice su desempeño en la Serie Sub-23 del pasado año cuando figuró en varios lideratos: fue primero en anotadas con 39 y en triples con 6, segundo en hits con 56 y en total de bases recorridas (79), sexto en average (378), noveno slugging (534), además de 980 de promedio defensivo.
Después le entalló bien el traje de la Serie 58 donde compiló para 306: “Creo que los dos torneos se complementan. La Sub-23 me ha aportado mucho porque te enseña un poco más, juegas con la gente de tu categoría y eso te sirve para la Serie Nacional donde entonces enfrentas a un pitcheo más riguroso y luego en el otro ves mejor los lanzamientos, te sientes más cómodo y sabes identificar mejor la zona de bateo.
“Es verdad que al acumular tantos juegos llegó un momento en la primera etapa que me sentí los brazos un poco agotados, pero me dieron un leve descanso, refresqué y pude rendir. Siento que aporté para ese tercer lugar que fue muy grande, soltamos la piel en el terreno; ni yo mismo, al empezar la serie, me esperaba esa medalla”.
Además de su brazo, en la serie enseñó otras habilidades: “No es solo darle duro a la pelota, sino saber tocar la bola cuando la defensa está atrás, correr duro…, y eso también se entrena”.
Para Geisel la pelota es igualmente un asunto de genética, primo hermano como es de Frederich Cepeda: “Me influye tener en la propia familia un primo como él, pues me ha enseñado mucho en la defensa, en la paciencia en el home, me ha corregido la técnica de bateo y me ha dado buenos consejos, así he podido pegarle mejor a la bola”.
Mas, con un apellido de tanto peso, el muchacho de Los Olivos inicia para una temporada cargada de retos.
“Ahora empiezo la provincial, tengo grandes metas este año, quiero mejores resultados en la Sub-23 y en la serie. Tengo sueños y posibilidades de acceder a los nuevos contratos, sé que se necesita disciplina, entrenar diario, esforzarse, corregir detalles como coger libras o masa muscular para tener más fuerza al bate y conectar más extrabases, sin perder la velocidad, aunque sé que eso no es de ahora para ahorita.
“Quiero tener mi propio nombre, si no llego a ser como mi primo, al menos trataré de acercarme a él para poder ponerle apellido al jardín central de Sancti Spíritus y al del Cuba, esforzándome día a día creo que podré”.