Por Alexander García
La tonalidad algo distorsionada de la imagen no le quita significado; es en blanco y negro y bien puede pasar inadvertida; cuatro hombres con trajes de peloteros, bate en mano posan para celo de la memoria popular. Ellos son: Wilfredo Sánchez, Félix Isasi, Rigoberto Rosique y Tomás Soto.
En su momento, alguien de modo genial los asoció con Alejandro Dumas y Los tres mosqueteros. Por ello trascienden hasta hoy; a veces dando un bandazo de imponente autoridad, en otras relegando los egos y dando lecciones de sencillez.
Cuando uno se acerca al estadio Victoria de Girón y mira los carteles situados a la derecha de la avenida, los ve ahí como guardando un secreto, un legado del antes que siempre es mejor…
A la mente llega el recuerdo del Mundial de Quisqueya como el momento cumbre de Gaspar “el Curro” Peréz, la mística hace de las suyas y saca del baúl de los recuerdos a la figura de Rigoberto Rosique.
Aquel día, “El Curro” fue protagonista en el juego final ante Estados Unidos, con hit decisivo para impulsar la carrera de la victoria, pero…
Con el ponche que decretaba el out 27, todos olvidaron que la llave para abrir el partido la tuvo el también yumurino, Rosique, con un hit de oro que igualó las acciones.
En la memoria de la afición, aquel Mundial, en 1969, es uno de los momentos de más glorias para el béisbol cubano. Con el triunfo nos enrumbábamos para ser los dueños del circuito amateur desde ese entonces y Rigoberto estaba allí, también haciendo historia…
Al comienzo
Rigoberto Rosique nació en Pueblo Nuevo, Matanzas en 1944 y cuentan varios historiadores, como Arturo Pedroso, que desde niño era figura en los pitenes de barrio.
Para mediados de los años cincuenta, Rosique comienza a vincularse en serio con la pelota y según relatan testigos de la época, eran memorables sus fildeos en los terrenos del Gallito y en el Palmar de Junco.
Tal como refiere el ya mencionado historiador Arturo Pedroso en su ensayo Los tres mosqueteros, los primeros pasos de Rigoberto Rosique fueron con el equipo del Café Oquendo, de aquí paso a jugar con el Garaje Libertad para después recalar en el elenco de su barriada: Pueblo Nuevo.
En aras de tener una idea respecto al nivel de la pelota que se jugaba entonces basta señalar a figuras como Edmundo Amorós y Bert Campaneris, también jugadores de estos equipos, con posterioridad figuras en Grandes Ligas.
El debut
A los 17 años, Rosique entró a las Series Nacionales en su tercera versión, durante la temporada 1963-1964. Desde el primer momento, el entonces manager del equipo Occidentales Gilberto Torres, le dio rienda suelta al matancero y este lució de lo lindo.
En aquel contexto, Rosique alternó con figuras de la talla de Pedro Chávez, Erwin Walters, Tomás Soto e Isidro Borrego, ya establecidas en la pelota cubana desde los años de la Liga de Pedro Betancourt.
Muchos aficionados recuerdan que en su primer choque, Rigoberto alineó como segundo bate y jardinero central, enfrentando al estelar Manuel Alarcón, a quién le conectaría dos imparables.
Al final de la Serie Nacional, Rosique terminó como líder en carreras anotadas con 34 y bases por bolas con 45. De igual modo participó en el primer Juego de Estrellas efectuado en 1964, donde compitió en los 50 metros.
A pesar de su tacto y las condiciones mostradas a la ofensiva, Rosique no pudo promediar sobre 300 en sus primeros años, vale aclarar, como señalan varios cronistas que aquella era una época donde el pitcheo era superior al bateo.
El gran año: 1969
Parecía que el tiempo pasara impertérrito para Rosique, a pesar de rendir siempre quedaba relegado, hasta el año 1969, cuando en la VII Serie Nacional topa su rendimiento con Henequeneros y es incluido en la Serie de Estrellas jugada en varias provincias del país.
En ese corto certamen, Rigoberto enfrentó a lo mejor del pitcheo en aquel entonces, pues entre los lanzadores que tenía el conjunto de Orientales resaltaban nombre como José Antonio Huelga, Modesto Verdura, Aquino Abreu y Rolando Macías. Así y todo, Rosique bateó lo que quiso, en 36 turnos conectó 14 hits para un promedio de 389. Al final, este liderato en promedio ofensivo le abrió definitivamente las puertas del equipo Cuba.
Durante el Mundial en República Dominicana, Rosique comenzó en la banca pero frente a México, con el marcador adverso, el manager Servio Borges lo sacó de emergente por Agustín Marquetti y no pudo ser mejor: batacazo con las bases llenas, válido para ganar el partido.
Aquello no fue nada, toda la emoción quedaba para el duelo con Estados Unidos y señores ya saben, en el octavo inning con dos en bases: ¡Línea tendida de hit!
¿Quién puede olvidar esa narración memorable?
Un título épico
En 1970, el equipo Henequeneros dirigido por Miguel Ángel Domínguez se alza con el campeonato y a pesar de sufrir una lesión, Rosique es pieza clave en el éxito tras compilar para average ofensivo de 348, además de su excelente desempeño en el jardín central.
Ese mismo año en la llamada Serie de los 10 millones, Rosique se desbordó ofensivamente, con promedio de bateo de 332, desempeño superado solo por su compañero de equipo, Wilfredo Sánchez.
En el plano internacional, destaca para ese entonces su actuación en el Mundial de Colombia, igual en 1970, donde conectó 10 imparables, anotó 8 carreras y se robó cuatro bases.
Tal como cuenta el mencionado Paedroso en su escrito; desde entonces Rosique tocó la cúspide en su rendimiento y para la temporada 1970-1971, ganó el primero de sus dos títulos de bateo con 352 de average, producto de 68 jits en 193 turnos al bate.
Para la Serie número 13, durante la campaña 1973-1974, Rigoberto conquistó su segundo liderato en ese departamento cuando promedió 347.
En 1974, también viste por última vez el uniforme del equipo Cuba, cuando asiste a los Juegos Centroamericanos efectuados en República Dominicana.
Retiro
Después de haber jugado 13 Series Nacionales, Rosique decide retirarse para entregarse por completo a su superación, pues tal como declarara tiempo después, poseía un bajo nivel cultural.
Su esfuerzo fue premiado con frutos, pues Rigoberto terminó graduándose de Licenciado en Cultura Física.
Al momento de su retiro, Rosique se encontraba entre los diez primeros en los principales departamentos ofensivos: carreras anotadas, average, bases por bolas, bases robadas, jits y triples.
Tiempo después en su etapa como entrenador no logró trascendencia alguna, aunque vale aclarar que tanto en Las Tunas, como en Matanzas siempre tuvo que manejar selecciones inexpertas, llenas de jóvenes figuras.
Así y todo en la 38 Serie Nacional estuvo a punto de clasificar a la escuadra yumurina a la etapa de playoffs.
Sin lugar a dudas, los grandes son así, se mueven con temple entre momentos buenos y malos; ceden todo instante de gloria a la sutil tranquilidad de los mortales. Por estos lares va Rosique, sin reclamar nada, pues ya se ganó todo. Nos vemos a la vuelta.