Las ventajas que ofrecía el bate de aluminio son harto conocidas, y cada nueva anécdota no hace otra cosa que probar la (cuasi) indefensión de los lanzadores cubanos en las décadas de los 80 y los 90. En una entrevista que me dio Rolando Arrojo para un programa en Cibercuba, el otrora pitcher villaclareño me contó una de esas historias que, de tan reveladoras, estremecen.
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“El aluminio era tremendo y cada año los bates eran más grandes y mejores”, dijo ‘El Tifón de San Juan de los Yeras’. “A mí nunca se me olvida una vez en el Sandino de Santa Clara, con una pelota descosida que para colmo se había mojado”.
Según Rolando Arrojo, la bola no estaba en condiciones de seguir en juego y el árbitro se disponía a cambiarla cuando él le pidió que no lo hiciera para desafiar a Omar Linares, el bateador en turno.
“Déjala en juego y dile a Linares que se la voy a tirar al medio a ver si él tiene fuerza de verdad”, le solicitó al umpire. “Al final, a pesar de lo rota que estaba, aquella pelota fue a parar a la torre del left-center”.
El bate de aluminio no pudo con Rolando Arrojo
Hasta que abandonó una delegación olímpica cubana en 1996, Rolando Arrojo tuvo que lidiar contra el temido bate de aluminio. No obstante, su enorme calidad le permitió salir airoso y dejar una estadística impactante en Cuba: en 13 contiendas, el derecho consiguió balance de 154-98 en materia de victorias y reveses, con efectividad de 3.50 y WHIP de 1.25.
En la referida entrevista, Rolando Arrojo confesó cuánto le debía en tal sentido al recurso de lanzar pegado.
“Yo aprendí a lanzar pegado gracias a Pedrito Pérez, que para mí fue el mago más grande que hubo como entrenador. Él me enseñó que para sobrevivir con el bate de aluminio había que lanzar en la zona de adentro, y ponía una camisa de pelotero en la cerca del right field para que yo le pitcheara lo más pegado posible sin golpearla. Y así aprendí”.
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Lógicamente ello trajo consigo un alto número de pelotazos propinados (169 en Series Nacionales y 67 en Grandes Ligas), de los cuales “solamente unos 10 habrán sido intencionales”, de acuerdo con el propio Rolando Arrojo.
“Las pocas veces que lo hice adrede fue por respeto al código de ética del juego. Recuerdo uno contra Guantánamo, que en el séptimo inning con la pizarra 11×0 me tocaron la bola con dos outs. Al siguiente bateador le metí pelotazo. Y en otras ocasiones también lo hice cuando veía que a uno de mi equipo le habían pegado intencionalmente, porque yo cuidaba a mis peloteros”.
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