Por Boris Luis Cabrera
Este viernes, la selección nacional de béisbol de nuestro pais, al mando de Rey Vicente Anglada, comenzará su periplo competitivo de esta temporada en tierras canadienses.
La armada cubana, comenzará a canalizar en el terreno de juego toda una serie de entrenamientos que se vienen realizando desde hace algunos meses donde se incluyó, por primera vez en muchos años, el trabajo en la altura mexicana y algunos sistemas novedosos implementados por técnicos de prestigio, incluidos por primera vez dentro del conjunto.
Su primera prueba, La Liga Can-Am, aunque algunos puedan verlo como un fogueo más antes de eventos importantes como los juegos Panamericanos, reviste una gran importancia desde el punto de vista motivacional y es un escenario perfecto para recuperar la confianza y el orgullo nacional que este deporte despierta en los aficionados.
La calidad de esa liga, si bien debería estar por debajo del nivel de los nuestros, ha demostrado en el terreno de juego todo lo contrario.
La última presentación de un elenco antillano en esas lides fue desastrosa, como lo han sido también la gran mayoría de los resultados internacionales de cualquier equipo que salga al exterior con las cuatro letras en el pecho, perdiendo la supremacía mundial en todas las categorías.
Los aficionados andan hambrientos de victorias, están hartos de ese ciclo infinito de entrenamientos-arengas-abanderamientos-arengas-derrotas y justificaciones.
Saben de emigraciones masivas y de falta de recursos, pero conocen a la perfección de malas prácticas, de selecciones erradas y de ineficiencias a todos los niveles.
El equipo que saldrá a la grama este viernes, con sus ausencias y sus polémicas, tiene de sobra materia prima para ofrecer una batalla digna a sus rivales.
Los demonios que han atacado a nuestras selecciones nacionales son en gran medida invisibles. Viven como parásitos en la mente de los jugadores y se alimentan de sus miedos, de inseguridades y de absurdas presiones externas.
Eso lo saben grandes directores como Alfonso Urquiola que han podido hacer magia con sus escuadras con medicina psicológica, lo tienen que saber los jugadores, y estoy convencido que lo saben bien Rey Vicente Anglada, su cuerpo de dirección, y la gran mayoría de la fanaticada que sufre con tantas derrotas incomprensibles.
La Liga Can-Am es asequible, una oportunidad que se pinta sola para que «el Rey» siga sumando adeptos y para seguir entrenando la mente de los jugadores, para desempolvar esa mugre que cubre el cerebro de muchos y pueda resurgir, sin fuerzas contrarias, ese espíritu de victorias que tanto necesitamos los amantes a este gran deporte. Nos vemos en el estadio.