Por Kiara González
Lázaro Vargas no es el único pelotero o deportista cubano que ha padecido de algún tipo de adicción. En su caso: el alcoholismo. Sin embargo pertenece al grupo de los que lograron superar la enfermedad y hoy vive orgulloso de haberlo conseguido.
Por primera vez en muchos años, la estrella del béisbol de la capital y Cuba, abordó el tema públicamente declarando que esa “ha sido la batalla más importante que ha librado”.
Como todos comenzó con un trago o una cerveza. Luego se convirtió en una necesidad. Aunque no podemos decir que la bebida afectara su rendimiento durante sus mejores momentos deportivamente hablando, si es cierto que lo limitó quizás a cerrar aún con mejores números su carrera de 22 temporadas en el béisbol cubano.
Al momento de su retiro como jugador activo compilaba average de .317 con mil 64 carreras impulsadas y 108 jonrones. Figuraba entre los 10 primeros de por vida en varios departamentos ofensivos: hits (2,132), comparecencias al bate (7,968), veces al bate (6,731) y bases por bolas (983).
Fue líder de un equipo como Industriales que contaba con otras estrellas como German Mesa, Juan Padilla, Javier Méndez y más tarde Carlos Tabares. Y sus cifras dan la medida de que los problemas provocados por el alcohol repercutían mucho más fuera que dentro del terreno de juego.
Aun así, hay que contar alguna que otra situación de indisciplina suya con managers y otros jugadores, incluso llegadas tarde a entrenamientos, que en principio podían ser vistas como parte de su propio temperamento pero en definitiva eran una consecuencia del mal momento por el que atravesaba.
No hubo necesidad de que pasara lo peor para decidir poner un freno. “(…) Nunca tuve un problema por la bebida, ni accidente, ni estuve preso por dar un espectáculo, ni di espectáculo. Solamente bebía”, asegura Vargas.
Y es que a él le sucedió lo que ocurre a quienes caen en el abismo de las adicciones, estuvo cerca de perder lo que más quería: su familia; a la vez que, ponía en riesgo también su carrera deportiva y hasta su propia vida. El alcohol pasó a ser algo que no podía controlar.
“Lo primero que me llevó a salir de esto fue mi hijo Miguel Antonio. No quería que tuviera la imagen de que su papá era un borracho”, comenta el dos veces Campeón Olímpico con el equipo Cuba de béisbol (Barcelona 1992 y Atlanta 1996) y quien definiera el juego por el título de la Copa Mundial de 1988 frente a Estados Unidos.
Llegó un momento en que su imagen reflejaba lo avanzada que estaba su situación y eso lo notaban los aficionados. Le achacaban a que “salía de fiesta” con demasiada frecuencia, aumentó de peso y mostraba una apariencia desmejorada. Entonces, cuando fallaba un turno al bate le ofendían y eso no sólo repercutía en él sino también en los suyos.
“Cuando te quieren atacar, atacan la debilidad. En mi caso era la bebida y empezaron a decir que si yo era un borracho (…) y ya eso estaba llegando a los oídos de mis hijos. Y creo que Miguel era el que más lo sufría porque era el más pequeño. Él fue el motor impulsor para que yo dijera BASTA”.
En 2003 cuando concluye su carrera como pelotero activo se sabía que allí no acababa su historia dentro del béisbol cubano pero fueron los momentos en que se agudizaba la enfermedad. Se permitió entonces alejarse y recibir ayuda médica.
“El ver a otros compañeros cosechando éxitos, siendo útiles fue otra cosa que me hizo recapacitar, yo creía que también podía y lo que se me achacaba era esto (el alcoholismo). Hasta que me dije que debía enfocar mi vida”.
Así lo hizo. Tras un riguroso proceso de recuperación, Vargas regresó al ámbito beisbolero y en 2011 asumió la dirección de Industriales, lo cual suponía una prueba de fuego. Sin embargo, sus deseos de no caer, le hicieron asumir con otra óptica esta nueva faceta de llevar las riendas del equipo donde brilló como jugador.
“Hace 12 años que no pruebo nada de bebidas alcohólicas. Gané una gran batalla, una tremenda batalla. Creo que todos la pueden ganar”, reflexiona Vargas y aprovecha ese instante “para hacer un llamado a todos los que tienen este problema. Yo no soy Superman ni creo ser un extraterrestre, así que si lo logré, todo el que quiera lo puede lograr”. Repite entonces orgulloso: “Gané esta gran batalla, creo la más importante hasta este momento”.
Que no fue fácil, lo sabe de sobra. Ninguna batalla lo es. Se necesita voluntad y el apoyo de quienes te rodean. Obtuvo la victoria amen de permanecer en un entorno agresivo en ese sentido, favorable a disponer siempre de unas copas. Prefirió revertir la historia y no seguir ese camino que otros no han podido esquivar.
Con estas confesiones de Lázaro Vargas inicia una nueva propuesta de nuestro Canal de Youtube bajo el título Swing Caliente. Siga el enlace, y coméntenos qué le parece. Recuerde suscribirse, active la campanita y recibirá notificaciones de otros videos de este tipo.