Por Alexander García Milián
Al instante de escribir este artículo viene a mi mente la gran obra de García Márquez- Cien años de Soledad-; pienso en el libro y en su mensaje; por mucho que busquemos eludir nuestro destino, buscar una senda diferente, transitar por otros caminos, al final el tiempo y la vida, nos pone otra vez en idénticas circunstancias, nos retrotrae a los orígenes y nos lleva a nuestra esencia, marcando la existencia humana de un modo insoslayable.
Con Vladimir García creo es así, fue una tormenta que amenazó con barrer todo, pero llegó hasta ahí, hasta la amenaza, hasta lo que pudo ser, los hechos lo ha puesto en su lugar, como algo normal, como lo más normal diría.
Aún recuerdo aquel juego contra Villa Clara, cuando poncho a Pestano y puso fin a la maldición que por años sometía a Ciego de Ávila.
En aquella ocasión, un duelo contra Freddy Asiel marcó la pauta y al final del partido, del séptimo partido, el resultado de 1-0 lo dijo todo- ¡Qué partido tiro Vladimir García!- y fue verdad… ¡Un juegazo del gigante!
Hoy, con los Tigres casi a punto de mate, todos los focos van hacia Vladimir, debía de ser el as, el hombre grande, el que se echara el equipo encima y no es menos cierto que su actuación determina cada año el papel de Ciego, pero pienso que sus mejores balas ya están gastadas.
La cuestión no aduce en mi criterio a falta de calidad, pues el avileño, luego de ser un supersónico cerrador, se acomodó muy bien en las funciones de abridor y cumplió, ha cumplido desde entonces.
El asunto es psicológico, en el rostro de García se palpa el tedio de frustraciones constantes, la indiferencia del que lo da todo y no recibe nada; cuando Vladimir salió al ruedo en Series Nacionales, siempre pensé que sería el mejor del país en un corto tiempo, pero no, de eso ha vivido, ha muerto y vuelto a nacer para quedar inerte.
Ahora, quizás como desagravio, la Liga Can Am llegó como consuelo infatúo para sus años de pelea en la pelota cubana; es tal vez la última luz que emite lo que queda de esta vela prendida un día allá hace más de diez años.
Hay momentos en que vemos a Vladimir y decimos- ¡sí, ahora sí!- la Serie del Caribe, los Play Off en la Serie Nacional, pero no, luego se apaga así, como la cera derretida de esa aquella vela.
Si erró, si volvió a hacer de malcriado, juzgarlo no es loable, resta entenderlo, es un hombre que ve llegar la curva de descenso en su carrera, que ve escapar su talento; es impotencia, es ira y rabia contenidas; el tiempo pasa factura… eso es un hecho.
Nos vemos a la vuelta.