Es un rostro que parece un hueco, algo vacío, un negro abismo; el rostro de William Saavedra es así, parece que su cara se pierde en la negritud de la piel.
Es Saavedra riendo con amplitud, mostrando sus dientes blancos y su mirada bonachona; es Saavedra de quien nadie hablo y todos se acordaron cuando Paret lo pidió de refuerzo. Entonces el Clásico de 2017, la Serie del Caribe en Jalisco quedaron como siempre a la posteridad.
Es Saavedra el que le da palos a todo el mundo, el que pidió Víctor Mesa de refuerzo para jugar con Matanzas y por poco lo hacen hijo adoptivo. Sí, Saavedra el que le jodió una final a Mesa, el que también se rió de las brujerías del 32 y le chivó otra semifinal.
Cuando entro Lazo a dirigir a Pínar, muchos hablaron que Saavedra y Donald serían los escuderos del 99 pero ya Donald está sepultado y William busca renacer en el Sandino.
Sí, Saavedra ya se olvido de sus encontronazos con Freddy Asiel en ese Play Off que Urquiola le levanto a Víctor hace unos cuatro o cinco años. Es el profesionalismo de un tipo centrado, enfocado en lo que quiere, a veces miramos, vemos que los dos se dan la mano con cierto desdén, el ambiente parece que se calienta y no, sigue bien la cosa.
Cuando empezó en la segunda ronda, William Saavedra inició por todo lo alto en sus primeros diez juegos, bateando 389, con tres vuelacercas, luego bajo en los otros veinte partidos a poco más de 200 de promedio ofensivo.
Entonces todos volvieron a hablar, todos los mediocres de siempre, nuestros insulsos narradores de béisbol que padecen de amnesia crónica. Aquí para abofetear sin la mano, Saavedra comenzó a batear otra vez; ya en los últimos 8 partidos promedia por encima de 350 y lo mejor es que la postemporada esta al doblar de la equina. Este es William Saavedra señores, comentaristas, recuerden, es el hombre duro en los Play Off, el que se la desparece a cualquiera.
En primera base Saavedra disfruta su juego, esta en su ambiente, se ve cómodo, lo mismo las coge en la raya que buscando el hueco sobre segunda; todas las atrapa y ríe de nuevo amplio, mostrando sus blancos dientes.
Es un tipo jaranero, de palabras cortas a veces, de conversaciones fluidas en otras ocasiones; Saavedra es todo un personaje, quizás de los más interesantes que quedan en nuestra pelota. Es uno de los sobrevivientes de la última armada invencible que formó Alfonso Urquiola. En Saavedra todo se vuelve leyenda, va en momentos hacia el mito pero vuelve a la leyenda en segundos.
Los grandes son así, grandes, únicos; los tipos duros nunca aflojan, siempre están, sacando fuerzas; es la batalla, es la impertinencia de los persistentes.