Yasiel Puig, sus demonios, su ego, su risa, su yo y su súper yo

Por Alexander García Milián

Es una lengua gorda, una lengua que sale en tono de burla de una cara gruesa, medio animalesca, como de bulldog; es Yasiel Puig, más que un caballo, como un loco.

En Cincinnati, Puig le parte tarde a un batazo, se tira, no la atrapa, va hacia atrás, está molesto, al devolverla al cuadro tira mal, el corredor avanza a tercera; Puig se da duro en la pierna con el guante… Pasa la escena, es como en Broadway, pasa una, dos, tres veces y está Yasiel otra vez, de frente, frunce el ceño, mira fijo, con mirada de asesino al lanzador y suelta una línea larga por el left field, regresa en primer plano la risa burlona, la lengua gorda bien afuera, el cubano disfruta al máximo, lo hace con todo, vive el juego como pocos.

Hago una pausa, me detengo a pensar y me digo- aquí el problema- si pienso en ello y creo que sí; son dos caras, dos rostros que se bifurcan miles de veces, nos muestran quince modos de Yasiel Puig, veinte gestos, diez sonrisas, sale del banco, va hacia el box, arma bronca, está en lo suyo…

Cuando la gente habla de Harper, que si es un malcriado, que si esto o aquello, que si no vale lo que pago Filadelfia , cuando la gente habla de Harper yo pienso en Puig también, con otros tonos pero pienso y lo veo malcriado también, fuera de tino, centrado más en ser eso, el foco de atención a como sea, quiero verlo maduro, disfrutar de una vez de su talento pero él va a San Francisco y ahí comienza la acción otra vez, sí, su eterna batalla con Bumgarner … el sigue gozando, me río también, es imposible no hacerlo.

Me viene a la mente otra vez la imagen de Harper, de Harper y Puig, de los juntos, como dos caras de una misma moneda; El rojo y el negro, no, no como Stendhal, sería El blanco y el negro y sí, quizás como el ying y el yang pero veo lo mismo y quiero seguir mirando los juegos de los Filies y de los Rojos, no hay dudas, ¿Cómo no verlos?

Para muchos esta era la temporada de su eclosión, el momento de sacar su yo pero no Puig va más allá, casi siempre y saca el súper yo, su ego, su dimensión de muchacho infantil, de loco, ahora si es un caballo y también un loco.

Con Puig se da todo, la risa, el miedo, las dudas, la alegría, todo y crece la incertidumbre, ¿Será su año?; ¿Qué Puig terminaremos viendo?

Nos vemos a la vuelta.

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