Yoelkis Cruz… más allá, siempre mas allá

Daniel De Malas Andreu

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Por Alexander García Milián

Era una tarde seca, algo pesada, aún no era verano pero la sensación de pesadez lo abrazaba todo; quizás la polvareda provocaba esa percepción del entorno.

Era una tarde seca y pesada, era un estadio, en Calimete; un estadio sin techo en las gradas, rodeado de sembrados al fondo; era un estadio y jugaban Las Tunas y Matanzas, en un juego de la Serie Nacional…
Las Tunas en una versión renovada con la llegada de Ermidelio Urrutia; Las Tunas a base de palo querían avanzar e imponerse pero Matanzas comenzó ganando ese día, bueno en aquellos años, 2008 o 2009, en aquellos años Matanzas muchas veces empezaba ganando…
Mismas caras
Era un rostro algo cetrino; aún sigue siendo cetrino, un rostro bastante joven entonces. Yo siempre me fijo en los rostros de las personas, dicen tanto siempre y esa vez, la primera que vi a Yoelkis Cruz no fue la excepción.

Esa tarde Yoelkis, entonces Yoalkis había abierto ese juego y sobre el quinto inning tenía cinco anotaciones permitidas.
– Oye, Oye… hay que caerle ya a esta gente, ya…- sonó una vez gutural, como de un ogro gritando desde adentro en una caverna, era Osmany Urrutia que al lado del banco de visitador animaba a los suyos. El hombre hablaba serio, miraba a todos, Danel Castro, Joan Carlos Pedroso, Norlis Concepción, a todos; todos callaban, estaban serios, lucían centrados y decididos a hacer la tarea…
En el comienzo del sexto inning, luego de colocar dos jugadores en base, el mismo Osmany la mandó al campo de yuca situado detrás del jardín derecho; el juego se empató y la fiesta siguió andando; línea va, línea viene.
Fueron cinco, cuatro y cuatro más en el octavo, entonces – sayonara- nocaut para Matanzas.

El rostro de Cruz, ese áspero y agriado de los primeros innings comenzó a cambiar de apoco luego de dominar en fly a primera al veterano Vaisel Acosta. 
Con el tercer out, Yoelkis levanta su mano y con un dedo señala al cielo, se abraza con sus compañeros y mentiras camina hacia el banco, veo que su rostro se vuelve pálido otra vez.
– Es el hombre de la cara pálida- pensé, aún pienso; más cuando veo que ahora en 2019, unos diez años después, es el mismo rostro, algo más viejo pero el mismo rostro cetrino de aquel día.
La cuestión del rostro en Yoelkis Cruz, pasa quizás por ser un mecanismo de defensa, algo entronizado para ganar los juegos aunque reciba cinco o seis carreras.

Lo cierto es que siempre Cruz va más allá, incluso ahora cuando sale de relevo en el Playoff contra Ciego de Ávila, gana un juego y salva dos, siempre más allá, con el rostro cetrino pero más allá, de las dudas, del miedo, del tedio.
Es Yoelkis siendo refuerzo de Matanzas y aguantando con parsimonia las guaperías y perretas de Víctor Mesa, tal vez por ello daba la sensación de que tiraba los juegos al relajo.
Es Yoelkis más allá, luego, también como refuerzo de la Isla le complica la vida a Mesa y casi le hace lo mismo con Roger Machado pero no, Ciego gano.
Es un tipo con el rostro cetrino, el mismo que conocí aquella tarde; un rostro que no entendía, aún no lo hago del todo pero tengo vagas ideas… Yoelkis Cruz se vengó de Víctor Mesa y en estos días de Roger Machado; es siempre el, más allá.

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