Por Reynaldo Cruz
Cuando se cuente la historia de las Series Nacionales de Béisbol de Cuba, el título que alcanzaran los Cachorros Holguineros en 2002 debe encabezar la lista de los más inesperados e improbables. Luego de décadas habitando el sótano de la Zona Oriental o del complicado Grupo D—solamente con una clasificación en la justa de 1994-95—los discípulos de Héctor Hernández (sin dudas el más exitoso director que ha tenido la provincia) lograron alzarse con la corona.
Este 28 de junio se cumplen precisamente veinte años de aquel histórico momento en que luego de seis peleados encuentros, y de que Orelvis Ávila retirara ocho entradas y dos tercios en el Juego 7, los Gallos Espirituanos complicaron la entrada, fabricaron una y llenaron las bases para que Oscar Gil terminara ponchando a un joven pero ya célebre Frederich Cepeda.
La deuda era muy grande… enorme. Durante años, la afición holguinera abarrotó el graderío del Estadio Mayor General Calixto García sin más consuelo que el de ver a su equipo dar pelea a los grandes (Pinar del Río, Industriales, Villa Clara y Santiago de Cuba), pues pese a la ventaja manifiesta de estos conjuntos, los holguineros se las ingeniaban para atravesarse en el camino cuando menos conveniente resultaba. La supremacía de los entonces “cuatro grandes” era tal, que desde el título de Henequeneros en 1991, solamente ellos lograron coronarse, hasta la llegada de Holguín en 2002.
Lo que para esa provincia significó social e históricamente va más allá de lo que podía haber sucedido en otro territorio. Canciones se escribieron para ellos antes de que lograran el título, adoptaron la canción “Cuida’o, Cuida’o” de David Álvarez y Juego de Manos como himno, y se les dedicó la 9na edición de las Romerías de Mayo.
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Un aire distinto circulaba por la Ciudad de los Parques y por todos los municipios de la provincia. El hecho de no tener absolutamente nada que perder comenzó a hacer efecto además en la psicología de los jugadores de un equipo al que muchos daban entre los cuatro últimos antes del inicio de la campaña. Desde las dos primeras subseries dieron señales de que algo podía estar sucediendo cuando de cinco juegos ganaron tres y perdieron dos, uno en el noveno inning y otro en entradas extras, ambos ante equipos superiores en nómina.
Si se trata de supersticiones—y soy de los inclinados a creer que en el béisbol existe magia—podríamos ver cómo por ejemplo sucedieron cosas un tanto increíbles que luego resultarían determinantes en el desenlace final del campeonato.
Primero, el lanzador principal al inicio de la temporada era Juan Enrique Pérez, quien vería frenado su excelente inicio al tener que someterse a una operación por apendicitis. En ese momento, se decidió llamar del retiro a Oscar Gil, y todos saben lo que sucedió después con el zurdo, mientras que Pérez realizaría importantes relevos para la causa de los discípulos de “Tico”. El paracortos regular era Ordanis Dubois, quien también sufrió una lesión y abrió paso a Royniel Varona, clave en el resultado de los Cachorros. Karel García estaba en el mejor momento ofensivo de su carrera cuando recibió un pelotazo en el rostro, infortunio que no solo devolvió la titularidad del tercer cojín a Juan Rondón, sino que convirtió a García en un utility importante, sobre todo en las postrimerías de la temporada regular y en uno de los juegos de la postemporada.
Por otro lado, situaciones críticas llevaron a decisiones que terminaron por ser fundamentales, como cuando en el play off final Héctor Hernández se quedó sin posibilidad de usar ninguno de sus abridores habituales y terminó dándole la pelota a Yoanis Dubois, quien dejaría sin carreras a los espirituanos durante siete entradas. También, cuando el propio manager se negó a utilizar a un emergente por Eddy Suárez y éste terminó decidiendo el encuentro, o en otro partido que decidió regalarle todo el jardín derecho a Eriel Sánchez—en franco uso de la sabermetría sin aún conocerse en Cuba—y el receptor espirituano terminó soltando una línea directa al guante de José Lamarque entre center y right.
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Y ¿qué decir de los walk-offs? Varios podrían venir a la mente, pero muchos sí pueden recordar cómo se negaron a no honrar su homenaje de Romerías de Mayo y Yoanis Quintana elevó hacia el jardín derecho para empujar a José Ricardo Basteiro y dejar al campo al estelar Ciro Silvino Licea en la jornada de cierre del festival cultural. Igualmente, se puede recordar el sencillo empujador de Ernesto Martínez 24 horas después. Eso, sin contar los de la postemporada: hit de Maikel Peña en el décimo inning ante Vicyohandri Odelín, jonrón de Juan Rondón en el noveno inning ante Eliecer Montes de Oca, hit de José Lamarque en el noveno episodio para dar el paso a las finales por vez primera en la historia, o el hit de Yoanis Quintana en en la entrada 12 ante Maels Rodríguez.
Y el final… pues si algún guionista aparecía con una historia similar para una película, lo habrían desestimado sin leer la historia completa. Orelvis lanza con maestría durante ocho entradas y dos tercios, se mete en complicaciones, y no queda más remedio que traer el “des-retirado” Gil, que regala un boleto y tiene que terminar la proeza ponchando al incontenible Cepeda. Sí, de la misma forma que Bob Costas diría sobre el jonrón de Kirk Gibson en 1988 ante Dennis Eckersley “¿Quién está escribiendo este guión?”, muchos en Cuba pensaron que el final fue de película.
Pero toda la historia lo fue.
Los Cachorros no han vuelto a ganar. De hecho, su última incursión en postemporada (2008-2009) terminó con barrida ante Ciego de Ávila. Han quedado a punto de lograr meterse en los play off, incluyendo esta, su temporada de aniversario, donde se recuperaron de un horrendo inicio para convertirse en contendientes en el regreso de “Tico” Hernández al banquillo de los decisores. Varios de los peloteros de ese conjunto tendrían esa temporada su año consagratorio, en tanto otros siguieron aportando a la causa, aunque no sería lo mismo.
Solamente Orelvis Ávila integraría el conjunto nacional ese año, en tanto Luis Miguel Rodríguez tendría que esperar seis campañas para vestir el uniforme de las cuatro letras, a los Juegos Olímpicos de Beijing 2008.
Para muchos, en materia de nómina y comparando con los demás conjuntos, incluyendo sus contendientes en la final (vamos, que Yuli Gurriel todavía está haciendo de las suyas en las Grandes Ligas), Holguín es el equipo de menos pedigrí en haber ganado una Serie Nacional. Eso es tal vez lo que lo hace todo más admirable, más hermoso, más romántico.
Posiblemente algún día los Cachorros vuelvan a subirse a la cima del podio, pero NUNCA, sobre todo por la calidad que había en la pelota cubana en aquel momento (nombres como Gurriel, José Ariel Contreras, Kendrys Morales, Yuniesky Betancourt llegaron a la MLB), podrá compararse con el cetro de la Serie Nacional 41.
Equipo Holguín (2002)
Pitchers: Juan E. Pérez, Javier Fernández, Orelvis Ávila, Yoanis Dubois, Luis M. Rodríguez, Reinaldo Silva, Félix Borbón, Ángel L. Vicet, Yisney García, Dimitri Camareno, Oscar Gil, Miguel A. González (N).
Catchers: Carlos González, Ernesto Martínez, Eddy Suárez.
Infielders: Gabriel Rojas, Juan Pacheco, Carlos Enrique Pérez, Karel García, Ordanis Dubois, Royniel Varona, Juan Rondón, Luis E. Rodríguez Williams, Lázaro Bent (N), Rainier Rodríguez (N).
Oufielders: José Lamarque, Oscar del Rosario. Waldo Denis. José Basteiro, Yoanis Quintana, Maikel Peña.
Manager: Héctor Hernández
Balance: (Clasificatoria) 55-35, (Cuartos de Final) 3-1, (Semifinal) 4-2, (Final) 4-3.
Por tercios: 17-13, 18-12, 20-10.
Mejor vs.: Granma (10-1).
Peor vs.: Isla de la Juventud (1-4).