Liga Profesional de Beisbol en Cuba: ¿A qué costo?

Por Reynaldo Cruz

La supuesta creación de una “Liga Profesional” en Cuba levantó varias dudas en toda la fanaticada conocedora del béisbol y algunos especialistas. Comenzando por la remuneración a los peloteros, y siguiendo por las muchísimas trabas legales que se imponen en el país y que atentan despiadadamente contra el desarrollo, el status profesional de los peloteros cubanos seguirá marcado por sus bajos ingresos.

Un análisis de cómo funciona el béisbol de manera corporativa nos indica claramente que los directivos de la Federación Cubana de Béisbol (FCB), Juan Reinaldo Pérez, y el presidente de la Confederación Mundial de Béisbol y Softbol (WBSC) Riccardo Fraccari, no tenían la más mínima idea de lo que estaban hablando. Para ello, presentaremos algunos puntos e intentaremos explicarlos de la mejor forma posible.

  1. Autonomía de los equipos como corporaciones: Todo el mundo sabe que los clubes profesionales de béisbol son corporaciones, por lo que todas las decisiones que se toman son primeramente comerciales y luego deportivas. Lo que sucede con esto es que sencillamente para poder tener estadios llenos hay que tener estrellas, y para que esa afición se mantenga leal, dichas estrellas deben producir y formar un equipo al menos competitivo. 

    Con la centralización de todo por parte del Estado, el béisbol se ve en una situación demasiado comprometida. Los equipos carecen de autonomía, pues cada uno de ellos se subordina tanto a la Comisión Provincial de Béisbol, como al INDER provincial, como al Partido Comunista de Cuba provincial, como a la Dirección Nacional de Béisbol, como al INDER nacional, como al Comité Central. O sea, demasiados jefes tomando decisiones, ninguno de ellos con conocimiento real de las interioridades del equipo y de los carácteres de sus integrantes.

    Para los negocios—y el deporte profesional ES un negocio—la política debe ejercer la menor incidencia posible. En Cuba esto no va a suceder, no al menos mientras que el gobierno cubano no vea como una amenaza o un ataque todo lo que no esté 100% a tono con sus directrices y consignas.
  1. Independencia financiera: Para empezar, hoy quien paga los salarios de los peloteros en Cuba es el Estado, a través de la Dirección Nacional de Béisbol. Como trabajadores del Estado—al menos como la abrumadora mayoría del sector presupuestado o empresarial de Cuba—los sueldos son prácticamente un chiste, pues prácticamente nadie en Cuba tiene los ingresos suficientes para tener una vida al menos decente.

    En caso de querer iniciar una Liga Profesional en Cuba, habría que sacar de la jurisdicción de las instituciones gubernamentales a esos equipos. O sea, a) ponerlos en manos de empresas estatales, las cuales apenas tienen el presupuesto suficiente para pagar a sus empleados (strike 1); b) ponerlos en manos de empresas mixtas, que en su mayoría conspiran con el Estado Cubano para—ofreciendo ingresos ligeramente más elevados que los que ganan sus homólogos empleados completamente por el estado—obtener mano de obra barata que no podrían costearse en sus propios países (strike 2); o c) ponerlos en manos de empresas totalmente extranjeras con capacidad para operar de manera independiente en Cuba o convertirlos en sucursales de equipos extranjeros, ya sea la propia MLB o la NPB, algo que el Estado no va a permitir, o de hacerlo es muy probable que ninguna empresa se arriesgue a dar el paso (strike 3, ponche).
  1. Sindicato de peloteros: Sí, cómo no. En la época actual, la frase de “pelota libre sobre pelota esclava” se vuelve más chiste y burla que doctrina. El control casi total que ejercen el gobierno a través de las autoridades del béisbol en Cuba es asfixiante. Los directivos de la pelota en el país tratan a sus jugadores como propiedad, y critican al capitalismo y a la pelota profesional—a la que por cierto parecen querer regresar—de manera bastante hipócrita.

    La realidad es que los peloteros, los entrenadores, los managers y los árbitros tienen MUY POCOS derechos. La decisión de jugar a las 10 de la mañana durante la postemporada es la muestra de lo poco que les interesa lo que piensen los jugadores. Y ese es solo un tema aislado. Los peloteros no pueden criticar o quejarse de las condiciones de trabajo, y quien lo haga ante la prensa o las redes sociales corre el riesgo de ser suspendido por una subserie de manera arbitraria y abusiva.
  1. Patrocinios: La presencia una vez en los estadios de Cuba a mediados de los años 90 de carteles patrocinando productos y empresas fue un fenómeno de corta duración. Los anuncios de Tele Rebelde de patrocinadores de las transmisiones televisivas de los eventos pasaron a las cercas del Estadio Latinoamericano para la Copa Intercontinental de 1995. Luego, se decidió eliminarlos, tal vez porque su presencia en los estadios era un guiño al capitalismo al que supuestamente no querían volver.

    Incluso, la presencia de la marca SAMSUNG en la pantalla gigante del Estadio Latinoamericano constituyó una rareza, y pudo marcar el inicio de cosas por venir, pero lo mismo se pensó cuando Omar Linares firmó con los Chunichi Dragons en Japón, y hubo que esperar más de 10 años para que se materializaran los primeros contratos con el “amparo” de la FCB.

    Para poder lograr que los patrocinadores estén dispuestos a pagar por tener sus anuncios en los estadios, esos juegos tienen que televisarse. Con apenas uno o dos por jornada, no hay patrocinador que quiera arriesgarse a pagar para una televisión tan pobre. Eso sin contar con que con la calidad de las transmisiones se verá muy poco de los productos en cuestión. En el estado actual de Cuba, donde la propaganda que se ve en los estadios es casi totalmente política en favor del sistema imperante, es muy difícil que esto se convierta en una costumbre.
  1. Imagen y relaciones públicas: Es más que lógico que uno de los atractivos que tienen las ligas profesionales en Estados Unidos, incluyendo las Ligas Menores y las Ligas Independientes, es la excelente interacción que tienen los clubes con la fanaticada y cómo promocionan los intercambios entre jugadores y fanáticos. Aunque en Cuba ha habido algunas ocasiones en que se le ha dado tratamiento a los fans, casi siempre ha sido por iniciativa de los propios jugadores—ver a Pedro Álvarez—y no así de los organizadores, que se esconden siempre detrás de una falsa formalidad que violan constantemente con sus imprecisiones de calendario, entre otras cosas.

    Por otro lado, es evidente que los equipos no son los únicos que se ven afectados por los temas relacionados con las relaciones públicas, pues el desorden imperante en la FCB se pone de manifiesto casi a diario, con cambios imprevistos de horarios, calendarios anunciados casi el mismo día del inicio de la campaña—lo cual imposibilita la planificación por parte de los fans que podrían querer viajar a Cuba desde otro país—y una estructura que cambia casi de temporada en temporada.

    El sitio del béisbol cubano, aunque mejorado sustancialmente, sigue siendo altamente primitivo, lento y con información muy limitada. Todo esto, como es natural, es bien complejo y deja una imagen muy mala ante todos los fans. Por otra parte, el vetar medios de prensa e impedir que los atletas se expresen libremente y den declaraciones a quienes estimen conveniente conspira totalmente contra el buen flujo comunicativo y el propio espectáculo. Parte de lo profesional de una liga yace precisamente en que no haya secretismo, una práctica generalizada e impuesta en Cuba.
  1. Y ¿de dónde sale el dinero? Esta parece ser una pregunta tonta pero no lo es. De hecho, es la más importante de todas. Ninguna corporación existe con el objetivo de tener pérdidas, porque nadie “regala” decenas de millones de dólares a una persona si esto no se ve transformado en ganancias casi triplicadas. La realidad es que quienes pagan los salarios de los jugadores son precisamente los fanáticos y los consumidores.

    Si bien varias compañías tienen invertidos asientos y suites en los estadios para acoger a sus miembros corporativos y a otros invitados—algo por lo que pagan MUCHO dinero—el resto de los asientos no es exactamente barato. Es acá donde yace en verdad el gran problema de los que quieren crear una “liga profesional” en Cuba. La realidad es muy diferente y difícil en Cuba comparada con otros lugares del mundo. Una liga profesional llevaría una total reestructuración de los estadios, con mejores asientos, nada que ver con butacas de metal que se calientan con el sol y mucho menos con las duras gradas de concreto.

    A la vez, una variedad de ofertas gastronómicas y de memorabilia de alta calidad, pero que a la vez tendrían un precio prácticamente inalcanzable para más del 90% de los cubanos, que tendrán que decidir qué día del año van a ir a ver al equipo de sus pasiones. Esto, sin contar con que para lograr la rentabilidad de dicho circuito se impondría sin dudas un aumento considerable en el precio de las entradas. Este particular también se aplica a la televisión, pues los derechos de transmisión también se encarecerían, como es obvio.

    Todos en Cuba sabemos que hay un sinnúmero de cosas ya en el país que son prácticamente inalcanzables para la inmensa mayoría de los cubanos. El “cubano de a pie” (término que el gobierno ha comenzado a satanizar pero que no deja de ser una verdad indiscutible) tiene que ver con pesar cómo las mejores cosas que el país tiene para ofrecer son disfrutadas por los extranjeros, los cubanos con privilegios (dígase dirigentes gubernamentales, etc), y los pocos cubanos que han logrado generar ingresos con sus propios esfuerzos (dígase deportistas, artistas, emprendedores, etcétera). Incluso, ser cubano y de ingresos bajos es casi una condena a ser maltratados en lugares como los hoteles, incluso cuando se ha pagado por los servicios. ¿Queremos realmente eso para nuestro béisbol?

La realidad actual de Cuba hace que esta idea de Liga Profesional sea una total fantasía. El Estado no va a permitir tantas libertades, toda vez que eso significaría que los jugadores se les salgan de control. Por otro lado, el aumento de la calidad de las instalaciones es algo que no se puede lograr solamente con voluntad, pues es una inversión que debe recuperarse, y la forma de hacerlo es incrementando los precios de las entradas.

En otras palabras, mientras la economía cubana, de los cubanos que pagan esas entradas, compran esas concesiones y esos souvenirs, la única solución probable es que equipos poderosos de ligas extranjeras “absorban” a los cubanos y los conviertan en parte de sus sistemas de granjas. Esto último, además de imposible por parte del Estado cubano, tampoco procede ante la MLB, pues hace apenas dos años varios equipos de las Ligas Menores perdieron su afiliación con el Béisbol Organizado por razones mayormente económicas.

Tal vez, Fraccari y Pérez Pardo sepan algo que nosotros desconocemos totalmente, pero teniendo en cuenta los elementos anteriormente expuestos, cabe preguntarnos qué pelotero extrajero estaría dispuesto a ir a jugar en Cuba bajo esas condiciones, y lo más importante, quiénes serán los actores que lleven adelante todo el tema económico, sin dudas lo más importante a la hora de organizar un circuito rentado.

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