Por Yasel Porto
Peloteros y personas en general con las características de Luis Ulacia difícilmente no encuentren el respeto y admiración de la mayoría. Con defectos en ambas facetas, pero con una serie de virtudes lo suficientemente notables para conseguir una opinión positiva de muchos.
Desde el punto de vista deportivo uno de los pocos hechos negativos que se le podrían «señalar» al versátil ex primer bate camagüeyano aconteció en el juego semifinal de los Juegos Panamericanos de Indianápolis de 1987. Y digo señalar entre comillas, porque su actitud posterior es lo que en realidad vale.
Cuba y Puerto Rico se batían duramente en ese juego que daba el pase a la discusión del título llegándose a las postrimerías con empate a una carrera. La escuadra cubana amenazó en el principio del octavo capítulo sin que aquello fructificara. Fue Ulacia el último out precisamente, luego de ser dominado en un machucón por segunda base que parecía concretarse de manera rutinaria. Nada más lejos de esa realidad porque si bien con la jugada se terminó aquella entrada, solo fue en teoría.
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Tras cantarse el out en primera base el inicialista boricua Efraín García fue corriendo en busca de Luis Ulacia con las peores intenciones posibles. El cubano se encontraba en la zona corta del right field donde había terminado su carrera iniciada desde home. La molestia de la principal figura ofensiva de aquella escuadra se debió a que había recibido un duro golpe en el pie que consideró intencional por cómo se encontraba ubicado en la base para recibir el tiro.
En las imágenes se puede apreciar que el destacado jugador puertorriqueño tenía sus razones para cabrearse en extremo porque el golpe fue con el spike de Ulacia cuyo resultado final fue una lesión por la que tuvo que abandonar el partido casi de inmediato.
Afortunadamente los miembros de ambos conjuntos lograron interceder entre ambos peloteros y la situación no se agravó más de la cuenta. Además de García por el dolor en su pie, el cubano también tuvo que abandonar el juego por decisión de los árbitros.
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Cuba terminó llevándose la victoria en aquella semifinal gracias al cuadrangular decisivo en la entrada siguiente del estelar Antonio Pacheco. La tropa dirigida por Higinio Vélez derrotó luego a Estados Unidos en la discusión del oro panamericano.
Sobre este tema Ulacia me comentó que todo había sido parte del calor del juego y el ímpetu por llegar safe a primera base a toda costa. “Mirándolo después te das cuenta que la entrada fue fuerte y a muchos le puede parecer mala mi intención. Efraín García tenía razones para ponerse bravo porque de los dos yo fui el que invadió más territorio. Pero tampoco fue que hubo intencionalidad de pincharlo ni nada de eso, solo que estaba corriendo duro y traté de llegar primero que el tiro con toda la fuerza posible. Cuando me di cuenta que lo había golpeado y lo vi yendo hacia donde yo estaba no sabía ni qué hacer. En ese momento no atinaba a nada porque todo fue muy rápido y aquello estaba bien caliente. Gracias a Dios todo se aplacó rápidamente y después no pasó más nada», me confesó quien muchos catalogan el pelotero camagüeyano más importante que ha pasado por Series Nacionales.
«Yo después me disculpé con ellos y con Efraín posteriormente y hoy vuelvo a pedir disculpas porque nunca fui un pelotero de estar metido en ese tipo de problemas. Al contrario. Entiendo su reacción porque en su lugar posiblemente hubiera hecho lo mismo», dijo el campeón olímpico de Barcelona 1992 y Atlanta 1996, además de subtitular en la cita de Sydney 2000.
Y de eso se trata la vida, de reconocer los errores que se cometen o al menos hacer que la humildad supere el orgullo para pedir el perdón al afectado sin importar el grado de intencionalidad o equivocación del victimario. Por eso y por tantos ejemplos más, es Ulacia a mi entender uno de esos peloteros cubanos que merecen estar en el grupo de esos cuyas virtudes los han hecho brillar en el terreno más importante: el de la vida.