Por Alexander García
Aún está fresca en mi cabeza esa línea dura, durísima contra Johan Santana en aquel juego contra Venezuela durante el Primer Clásico Mundial y es que desde que sigo el béisbol siempre he admirado a la figura de Ariel Borrero.
Pudiera empezar por las historias en el primer Clásico Mundial, como se ganó frente a Holanda el puesto de titular, como se cansó de dar líneas, la que le dio a Johan Santana y otras tantas, pero no; lo que viene con más fuerza a mi mente son los errores que cometió ante Industriales en aquella final de 2010.
Desde muchas perspectivas, la personalidad de Ariel Borrero trasciende como una especie de leyenda, no pasó por escuelas de deporte, salió de los pitenes de la calle para la pelota organizada y desde que llegó, siempre descolló dando palos; para muchos es así, para otros, al asociar su imagen cierta sensación de contrariedad asoma pues aunque brilló con la camiseta de Villa Clara, sus instantes de gloria los vivió con Ciego de Ávila y en aquella final ante los azules realmente desapareció y quedó a deber.
De pronto todos los demonios se vuelcan sobre él, los míos incluso pues siempre lo ví como el hombre de ese equipo, el encargado de decidir, por encima del mismo Ariel Pestano.
Con las figuras, más en el deporte, de un modo enfático en la pelota, las sensaciones encontradas son disímiles, muchas veces como en esta ocasión, la oscuridad se impone, pues no puedo sacar de mi mente aquellos errores costosos en el sexto juego ante Industriales y hablo de aquel playoff, porque fue la gran prueba, la de fuego, pudiera hablar de la otra final y su jonrón en el Victoria de Girón ante Matanzas unos años después pero no, contra Industriales es a vida o muerte. Es todo o nada.
Así, con cierta melancolía recuerdo a Borrero, pero igual lo admiro, lo respeto y en este punto también recuerdo su jonrón ante Estados Unidos durante la final de la Copa del Mundo en 2009, el mismo que sirvió para empatar, recuerdo como grité, como gritaron tantos, como olvidé aquello que tanto me dolía.
Luego ya cansado de ganar, casi convertido en ciudadano ilustre de Ciego de Ávila, ya con más de 40 años, luego la estela de Borrero termina y deja un vacío inmenso en esa primera base y en la tanda de Villa Clara.
Hablamos de un hombre que no hizo tanto ruido y brilló, a fuerza de talento, de líneas sólidas y tendidas entre right y center– ¡qué lindo le pegaba!- así Ariel Borrero estableció un legado que queda ahí, guardado en los libros y en la rica historia de la pelota cubana.
Estimados lectores, Ariel Borrero fue líder de varias generaciones de peloteros villaclareños. Era el que decidía partidos buenos y desparecía en otros más buenos aún, parecía morir pero no, volvía a renacer, siempre lo hacía, con Víctor Mesa, con Eduardo Martín Saura, con Ramón Moré, con todos. A veces lo detesté, pero no, hoy lo traigo aquí, como siempre, para rendirle honores. Lo merece, hablamos de un pelotero brillante.
Nos vemos a la vuelta.