Por Yasel Porto
La vida del que muchos consideran el mejor pesista cubano ha sido extremadamente compleja. Y aunque las dificultades estuvieron casi desde que llegó a este mundo en Santa Clara, fue después de tocar la gloria olímpica en Atlanta 1996 que los problemas arremetieron con total fortaleza y gravedad.
Un entorno familiar disfuncional que se deterioró con el tiempo, la exclusión para los Juegos de Sydney 2000 y hasta el ir a prisión por el delito de tenencia de armas de fuego y encubrimiento matizaron su camino desde finales de la década de los noventa.
En los últimos años, Pablo Lara volvió a vincularse con el deporte, primero en un gimnasio en el municipio habanero de Diez de Octubre y luego recibió el chance dentro del equipo nacional juvenil aunque no como entrenador oficial según me comentó en contacto que tuvimos vía Messenger. Más bien ayudando con algunas figuras del plantel que buscaba boletos para los Juegos Panamericanos Juveniles.
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Y fue precisamente al término del evento clasificatorio efectuado en Colombia hace ya casi un año (9 al 15 de julio de 2021), que el controvertido exatleta tomó la decisión de distanciarse físicamente de Cuba.
«Me quedé cuando regresamos, en la escala que hicimos en el aeropuerto de Madrid (Barajas). Pensé que era lo mejor, que era el momento de comenzar una nueva vida y de no haberlo hecho así me hubiera costado más trabajo emigrar en otro momento», refirió Lara.
Después de eso el hombre que reinó en el mundo por más de media década dentro de su división, ratificó lo expresado en un escrito de Cubalite en el que se señalaba al también expesista Sergio Álvarez y a uno de sus entrenadores en su etapa de atleta, Javier González, como parte de la ayuda principal que tuvo al dar un paso tan arriesgado en un país con sus complejidades migratorias.
El villaclareño estuvo por varios meses en el municipio sevillano de Lora del Río, perteneciente a la sureña comunidad de Andalucía. Aunque más tarde se trasladaría hacia Oviedo, en el Principado de Asturias, en la zona norte de la península ibérica.
«Esto está de madre, pero aquí estoy trabajando bien duro que ahora es lo importante. Es el día a día, a veces con tremendo frío, pero hay que cogerla todos los días porque es lo que toca. Fajado como un animal a ver hasta dónde llega todo esto», me comentó Lara, quien prefirió no detallar el tipo de labor.
Su proceso de legalización dentro de España ha ido avanzando poco a poco, aunque es sabido que a diferencia de países como Estados Unidos y otros de América la situación en el viejo continente con los cubanos se hace más difícil en este tipo de casos. No obstante, Lara ha contado con el apoyo de varias personas para tener todos los «papeles» en un rango bastante reducido. Incluso hasta aspirar a retomar su labor como entrenador en su deporte.
Además de lo acontecido en la cita estival del centenario en los 76 kilogramos donde se le consideró la medalla de oro más segura de la delegación cubana, Lara había sido subtitular en Barcelona 1992 por mayor peso corporal que Fedor Kassapu.
A su haber igualemente sumó otros títulos en importantes competiciones como Mundiales (91, 94, 95) y Panamericanos (87, 91, 95), conjuntamente con el establecimiento de cinco récords del orbe.
Su hermano William también tuvo buenos resultados dentro del deporte de las pesas, los cuales no crecieron más dentro de Cuba al tomar la misma decisión que Pablo aunque poco tiempo después de su llegada al equipo nacional.
Roberto Urrutia, Daniel Núñez y Pablo Lara componen el trío de lujo de una disciplina que aunque hoy no vive sus mejores momentos en Cuba, ha contado con una enorme tradición de halteristas a partir de la década del setenta. Múltiples medallistas y campeones en todo tipo de eventos son argumentos más que sólidos para considerar al levantamiento de pesas como un deporte de mucha fuerza en la mayor isla caribeña durante mucho tiempo.