Por Alexander García
No es un tipo con la pegada que tienen otros; eso es un hecho y a veces hay unos tonos de ligera apatía en su rostro que dejan mucho que desear pero igual; a un hombre que dedica su vida al béisbol y es una realidad en toda su expresión, a un hombre así se le debe respeto como quiera que sea.
Si unos hablan que Carlos Martí ganó en el peor momento en cuanto a calidad de la pelota cubana, hoy pienso que eso no es tan así, pues como sea, del modo en que se mire, ganar un campeonato en cualquier torneo es algo para admirar y si entonces hablamos de dos campeonatos seguidos, ahí la cosa toma más seriedad.
En la Serie 56, los Alazanes remontaron un Playoff de infarto ante los Cocodrilos de Matanzas, ganando los juegos seis y siete en el mismo Victoria de Girón; luego, ya en la final, el impacto psicológico del suceso lo condicionó todo y la barrida ante los Tigres de Ciego de Ávila, aunque sorprendente igual, era algo que se podía prever por el estado de forma de los granmenses.
En ese entonces el escepticismo comenzó a imperar y cuando una parte de la afición aplaudía, la otra ponía en tela de juicio lo hecho por Carlos Martí, pero así y todo, los Alazanes fueron a la Serie del Caribe y lucieron bien, de hecho perdieron en semifinales en un reñido partido, dejando una buena imagen en suelo mexicano.
Ya para la Serie 57, la escuadra de Carlos Martí partía de favorita y no desilusionó, pues entró entre los cuatro y en semifinales otra vez le ganaron a los Cocodrilos, esta vez, 4-1, con barrida incluida en el Mártires de Barbados.
En la final, tuvieron que venir de abajo ante los Leñadores de Las Tunas, para remontar una ventaja de 2-0.
Para esa entonces la historia lo reivindicaba con creces y si no había triunfado con una mejor generación de jugadores quizás, ya dos trofeos de forma seguida era el justo premio para una hoja de vida casi perfecta en materia de dirección de béisbol.
De igual modo, para la Serie del Caribe de ese año, también en tierras aztecas, la escuadra dirigida por Martí volvió a hacer buen papel y llegaron hasta las semifinales del certamen, donde perdieron esa vez ante Republica Dominicana.
El momento cumbre fue el cuarto Clásico Mundial y ahí, tal vez con el equipo más discreto que Cuba haya llevado a estas justas, ahí logro clasificar a la segunda ronda, luego de un memorable partido ante Australia con jonronazo de Alfredo Despaigne incluido, pero ya era mucho pedir y tras un peleado segundo juego contra Japón, con el cual quedó definido el destino de los criollos; el juego de cierre ante los holandeses era de puro trámite.
La historia de Carlos Martí es una de esas en donde la constancia determina el hacer y como salida de una novela, el protagonista, luego de tanto luchar se impone ante las adversidades; en esta Serie 60, luego de dos años quedando fuera incluso de los ocho primeros, los Alazanes han vuelto al ruedo y ya, al momento de escribir este artículo están preparados para iniciar la final ante los Cocodrilos de Matanzas.
Como siempre Carlos Martí está ahí, marcando la pauta y sentando cátedra de buen beisbol, en la que para muchos es la época más oscura de la pelota cubana.
Nos vemos a la vuelta.