Caso Alberto Calderón: ¿piratería con los Piratas?

Por Boris Luis Cabrera El caso Alberto Calderón es otro de los culebrones que están animando la temporada muerta del béisbol en Cuba. El joven de 27 años se encuentra ahora mismo en el punto medio de una cuerda donde los directivos de la capital y los de la Isla de la Juventud están tirando […]

Por Boris Luis Cabrera

El caso Alberto Calderón es otro de los culebrones que están animando la temporada muerta del béisbol en Cuba. El joven de 27 años se encuentra ahora mismo en el punto medio de una cuerda donde los directivos de la capital y los de la Isla de la Juventud están tirando fuerte a ver quién se lleva “el pirata” o “el león” al agua.

Natural de Boyeros, Calderón fue un niño como tantos otros que soñó con vestir algún día la chamarreta de Industriales y se destacó desde las categorías infantiles por sus habilidades para jugar al béisbol, llegando a integrar dos veces el equipo provincial para menores de 23 años, pero quedó a la deriva una vez superada esa edad ante la imposibilidad de escalar hacia el equipo grande.

Los Piratas de la Isla le ofrecieron cobija y sumido en el silencio, sin que nadie más que un grupo de amigos y familiares notaran su ausencia, cruzó el estrecho de Batabanó sin carta de préstamo ni nada que se le parezca en busca de un escenario donde mostrar su talento, pasando por encima de todas las incomodidades que trae consigo alejarse de sus seres queridos y de su terruño de nacimiento.

Transcurrieron cuatro temporadas y el muchacho demostró su valía al exhibir en ese trayecto un average de bateo de 333 (503-168), explotando en esta última con una línea ofensiva de 341/420/449 con 17 dobletes, 3 cuadrangulares y 39 carreras impulsadas, jugando la segunda etapa del campeonato con Industriales al ser llamado como refuerzo por el mentor Rey Vicente Anglada.

Su actuación lo llevó a ser seleccionado para el Juego de las Estrellas y luego para formar parte de la preselección nacional que se prepararía para buscar el ansiado boleto olímpico en el torneo de Arizona, Estados Unidos.

A la Dirección de Deportes de la capital y en general a la fanaticada de los Leones, se le encandilaron los ojos con este atleta de sangre azul legítima y se frotaron las manos con la casi segura incorporación definitiva del joven para la próxima serie, pieza clave para “armar un banda” que logre encontrar en el mapa de una vez y por todas el tesoro de la corona perdida hace ya una década.

Sin embargo, los Piratas isleños han dado la voz de alarma y han salido a cubierta para protestar lo que consideran un “robo a mano armada”, amparados en la ley más que en temas éticos y de consciencia, aunque esta haya sido ya varias veces quebrada a lo largo de los años.

Por encima de pasiones, de lazos de afecto, simpatías o conveniencias generales y particulares, una Liga beisbolera que se respete tiene sus estatutos y directivas y eso lo tienen que comprender los aficionados y los directivos mismos. Calderón, por encima del hecho que nunca fue interés de la capital, ni medio básico, ni propiedad de equipo alguno aunque haya nacido en la Habana; firmó un contrato por cinco años con los Piratas y eso no se puede destruir unilateralmente.

Nadie, ni siquiera él mismo por su anhelo y confort, por su deseo o conveniencia, puede romper en pedazos un compromiso legal ni nadie puede permitirlo, a no ser que se llegue a un acuerdo entre ambas partes. De lo contrario estaríamos alimentando el libertinaje y el descontrol.

Directivos de la Isla de la Juventud han amenazado con una sanción al pelotero que puede llegar hasta los dos años, medida que sería fatal en el desarrollo de esta estrella naciente y que todos tenemos que evitar a toda costa por el bien de nuestro pasatiempo nacional.

Queremos que nuestros atletas tengan las mejores condiciones de vida posibles y se sientan a gusto en el lugar donde practican su deporte favorito, pero esto no se puede lograr a costa de la piratería y el desorden.

Sirva quizás esta historia para que las personas encargadas de estos asuntos puedan mañana mirar más allá de sus narices, aprendan a valorar y a escautear a los verdaderos talentos para que no escapen a otras provincias en busca de oportunidades y por otra parte terminen de comprender que las leyes y los contratos en el béisbol se respetan, como se respetan en cualquier país civilizado. Nos vemos en el estadio.

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