Por Juan Páez
Mucha calidad ha tenido Cuba en los jardines. Sin importar la época o las generaciones, la armada cubana en las Grandes Ligas se ha caracterizado por tener jardineros de alto nivel tanto a la defensiva como a la ofensiva. Pero un equipo estelar de representantes históricos de la isla en la Gran Carpa debe llevar dos figuras porque sí en las praderas de las esquinas: Tony Oliva en el derecho y Orestes Miñoso en el izquierdo.
Ambos fueron exaltados hace apenas horas al Salón de la Fama de las Mayores, para gloria del béisbol cubano. Sus carreras terminaron en lo más alto, fueron parte de la generación que dominó sus época y se convirtieron en dos de los más excelsos bateadores entre sus años de actividad. Como dato de gran mérito, son ellos los únicos cubanos en la historia con al menos mil juegos de por vida en un mismo puesto del outfield.
Empezando por las credenciales de Oliva, terminó su carrera (toda con los Mellizos de Minnesota) con una brillante línea ofensiva de .304/.353/.476. Es el único pelotero en la historia con un average igual o superior a .300 luego de disputar, como mínimo, mil 500 juegos en su carrera. El que más se le acerca es precisamente Miñoso, con un .299 vitalicio.
Pero no todo queda allí para el nuevo inmortal isleño. Finalizó su andar por las Mayores con mil 917 imparables, 329 dobles, 48 triples, 220 jonrones, 947 impulsadas, 870 anotadas, 448 bases por bolas y solo se ponchó en 645 ocasiones. Todo esto lo acompañó con un OPS de .830.
Oliva es uno de solo siete peloteros en la historia de las Grandes Ligas en liderar su liga en hits en cinco o más oportunidades. Tal hazaña la han hecho únicamente, además del cubano (5), Willard Brown (8), Ty Cobb (8), Tony Gwynn (7), Pete Rose (7), Ichiro Suzuki (7) y Stan Musial (6). También es uno de 11 jugadores en comandar su circuito cuatro o más veces en el departamento de dobles.
Oliva verdaderamente dominó una época. De hecho, entre 1964 y 1970, asistió en cada una de esas temporadas al Juego de Estrellas y sus mil 291 incogibles fueron la cuarta mayor cantidad en todo el béisbol, solo por debajo de Rose, Lou Brock y Billy Williams, además de estar por encima de Roberto Clemente (1282) y Hank Aaron (1212).
EL GRAN MINNIE
Minnie Miñoso nos dejó físicamente en marzo de 2015, pero su legado sigue más vivo que nunca y su nombre retumbó en el mundo del béisbol en las horas pasadas. Por siempre quedará como una leyenda no solo para la pelota cubana, sino también para los Medias Blancas de Chicago y las Grandes Ligas en general.
El exjardinero bateó sobre .300 en ocho temporadas completas y apareció, en total, en 20 torneos, incluyendo las campañas de 1976 y 1980, cuando ya tenía 50 y 54 años, respectivamente. Es uno de los 13 peloteros en la historia en liderar su liga en triples en al menos cuatro oportunidades.
Minnie tenía una combinación envidiable de poder, promedio y velocidad en su ofensiva. Como muestra de cómo Miñoso era un pelotero fuera de serie para su época está el hecho de que fue el ÚNICO jugador en toda la Gran Carpa que, entre 1951 y 1961, acumuló al menos 300 dobles, 80 triples, 150 jonrones y 190 bases robadas. El cubano se destacó en la misma era de otras leyendas, como Mickey Mantle, Musial, Willie Mays, Yogi Berra y Nellie Fox.
Miñoso, curiosamente, es uno de cinco peloteros en aparecer en las Grandes Ligas a una edad igual o superior a los 54 años. Ese grupo lo completan Jim O’Rourke, Nick Altrock, Charley O’Leary y el legendario Satchel Paige. El cubano también es el segundo jugador en la historia de la Gran Carpa en ver acción en cinco décadas distintas.
Cuando formalmente terminó su carrera, en 1980, Miñoso dejó una hoja de vida para enmarcar. Fueron dos mil 110 imparables, 365 dobles, 95 triples, 195 cuadrangulares, mil 93 fabricadas, mil 225 anotadas, 216 bases robadas y una línea de .299/.387/.461 en mil 946. Como dato adicional, terminó con 195 pelotazos recibidos, la décima mayor cantidad en la historia de las Grandes Ligas. De hecho, a esta fecha, es aún la figura que más veces ha liderado su liga en bolazos, con 10 oportunidades.
El legado tanto de Oliva y Miñoso escaló un segundo nivel. Ahora sus nombres reposan en el mítico sitial que engloba los sueños y aspiraciones de cualquier joven pelotero: el Salón de la Fama de la Major League Baseball, en Cooperstown, donde solo la élite de este deporte es privilegiada en tener un busto.