Por Pablo Pichardo
El regreso a Cuba de varios peloteros que jugaron en circuitos profesionales, incluyendo algunos que vieron acción en las Grandes Ligas, marcará un hito en la historia de las Series Nacionales.
Atletas que escaparon por diferentes vías en busca de materializar sus sueños y lograron pisar los terrenos de las Mayores como Yuniesky Betancourt, Leslie Anderson y Erisbel Arruebarruena, unidos a otros que no tuvieron la mejor de las suertes como Yoirlan Cercé, Lerys Aguilera y Yusmel Velázquez, entre otros; vestirán los colores de equipos provinciales en una liga que ha ido decayendo su nivel con el paso del tiempo, llena de problemas organizativos e inundada de carencias de todo tipo.
La nostalgia de ellos y la desesperación de la Comisión Nacional por hacerle un guiño a los directivos de la MLB y por tratar a toda costa de levantar pasiones, se han unido para materializar el hecho despertando un interés extra en los aficionados, que sin dudas acudirán a los estadios movidos por la curiosidad y alimentados por leyendas urbanas.
¿Podrán adaptarse esos jugadores a las condiciones imperantes en la serie nacional cubana y a su sistema deportivo?
Las dudas son muchas, ellos han regresado con su mejor disposición, sumidos en la añoranza y en la buena fe, pero no creo que las cosas sean tan fáciles ni este cuento tenga los finales felices garantizados.
Sistemas de entrenamiento diferentes, costumbres arraigadas, barriga llena y corazón contento, son solo algunos puntos que pudieran dar al traste con sus deseos a medida que avance la temporada.
¿Tendrán privilegios dentro del conjunto al que pertenecen cuando en sus bolsillos pudieran estar las soluciones de pequeños problemas internos?
¿Estarán dispuestos a compartir un cuarto de hotel de baja categoría, estarán conformes con la alimentación, se trasladarán en los mismos ómnibus de sus compañeros y bajo las mismas condiciones de los demás?
Estamos hablando de un jugador como “Rikimbili” que se mantuvo nueve temporadas en las Grandes Ligas y ganó un estimado superior a los 15 millones en salario o de Arruebarruena que firmó un contrato de 25 millones de dólares con los Dodgers de los Ángeles, por poner dos ejemplos.
Aunque estos peloteros han tenido que repatriarse para poder jugar en la serie nacional, tienen residencia en el exterior, ¿estarán cerca de cinco meses sin regresar a su casa en el extranjero?
¿Podrán viajar por cualquier motivo en medio de la temporada?
Son muchas las interrogantes, lo cierto es que los aficionados están expectantes por ver a estas luminarias otra vez en los terrenos y están ávidos por comprobar si todavía tienen “gasolina en el tanque” para rendir a este nivel de béisbol.
La Comisión Nacional tiene un reto por delante con estos jugadores con el surgimiento de estas clases sociales dentro de su campeonato. ¿Cómo reaccionarán ante los primeros obstáculos? Por ahora no hay respuestas, estaremos atentos.