Santiesteban, catcher preferido del Duque: «Cuando salimos de Cuba nos pusieron en LISTA NEGRA que nos prohibía la entrada a la isla»

Daniel De Malas Andreu

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Por Darien Medina     Francisco Santiesteban no ha podido regresar a Cuba desde 1997, año en que abandonó el equipo Cuba B que participaba en Colombia en un evento internacional. Este 2020 parecía eminente su primera visita al país, después de 23 años, en los que ha sufrido desde la distancia el fallecimiento de sus padres, esperando aún para…

Por Darien Medina 

   Francisco Santiesteban no ha podido regresar a Cuba desde 1997, año en que abandonó el equipo Cuba B que participaba en Colombia en un evento internacional. Este 2020 parecía eminente su primera visita al país, después de 23 años, en los que ha sufrido desde la distancia el fallecimiento de sus padres, esperando aún para darle ese adiós. 

   «Cuando nosotros salimos de Cuba nos pusieron en una lista negra la que nos prohibía la entrada a la isla, después empecé a trabajar con los Bravos, en esos 10 largos años no pude ir a Cuba». 

   Le fue negada la entrada en la EIDE a pesar de que en un evento provincial el entrenador Paco Martín lo avizoraba como un gran jugador. Llegaría a los Juegos Escolares sin formar parte de esa enseñanza en la que haría entrada posteriormente. 

   Integró la selección nacional juvenil, de la que un año antes le habían cerrado las puertas cuando había bateado en los entrenamientos para .420, pensó en dejarlo todo, pero regresó, tras ser invitado a los entrenamientos con Metropolitanos, en la siguiente campaña fue líder de bateo en el campeonato nacional juvenil en el cual se coronó. 

   Con Industriales alcanzó dos títulos nacionales, en par de oportunidades estuvo a punto de alcanzar el liderazgo ofensivo de la Serie Nacional, era protagonista en el equipo azul, esa por la que tanto luchó, decide darle otro rumbo con su mirada puesta en béisbol profesional. Su carrera activa no fue toda lo extensa que quiso; como entrenador no se han detenido los resultados y ha sido formador de varios talentos que hoy triunfan en el mejor béisbol del mundo. 

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Llegas a la Serie Nacional con Metropolitanos, ¿esperaba más en cuanto a participación en ese inicio?  

   -Esperaba mucho más en esas Series Nacionales, esos dos años sin jugar creo que me atrasaron, estuve a punto de irme de la capital a jugar por Matanzas, esa etapa mía debió haber sido de más fogueo, pero tenía por delante a otros jugadores, tuve dos años de pocos turnos al bate, por eso hay mucha gente que decían que era bueno pero no bateaba; yo sí bateaba, siendo primer bate y receptor. 

Con Industriales llegó su verdadero ascenso en nuestra pelota, ¿con qué expectativas llegaba al equipo?  

   -De que era mi momento para jugar. Cuando juego con Servio Borges la selectiva en 1990 era prácticamente uno de los más jóvenes junto a Reynaldo Ordoñez, estábamos con todos esos grandes que los veía desde niño y se estaba haciendo una realidad poder jugar con ellos, al siguiente año ya se me tuvo más en cuenta y desde 1992 comencé a alternar con Ferreiro y casi terminé jugando solo hasta el año 1997 en que me fui. 

Más allá de la calidad de aquellos equipos, ¿qué influyó en los resultados de aquellos años? 

   -Lo que influyó fue el talento y la calidad, la necesidad de poder jugar, seguía dedicándome, trabajaba duro y la otra parte era que quería ser titular y no dejar de serlo, tenía ambición, quería ser una estrella, jugar en el equipo nacional, todo eso influyó en mi crecimiento. 

En un momento “El Duque” te catalogó como su receptor preferido en Cuba (Y Jorge Posada en Grandes Ligas. ¿Ha sido el mejor lanzador al que le has trabajado en tu carrera, qué opinión te merece? 

   -En un momento no, en muchos momentos ha referido de que he sido uno de los mejores o el mejor receptor que le ha recibido. Mi carrera comienza a partir de ahí, en 1992, Orlando empezó en la Serie Nacional, los dos primeros juegos los perdió por wildpitch y tenían problemas los cátchers en recibirle ese lanzamiento y en comentarios con Lázaro de la Torre y Francisco Despaigne le decía que ese lanzamiento en rompimiento a él no se le podía bloquear, había que agarrarlo, y él me escucha y me preguntó que si yo podía y le dije que sí, a partir de ahí cuando el salía a lanzar yo era su receptor y comencé a tener protagonismo. 

   »Si te digo que ha sido al mejor lanzador al que le he recibido te diría mentira, pero si te puedo decir que si uno de los más grandes, tuve la oportunidad de trabajar con Lázaro Valle, Leonardo Tamayo, Lázaro de la Torre, Francisco Despaigne, Euclides Rojas, Pablo Miguel Abreu entre otros en el béisbol nacional, en el profesional a Randy Johnson, Freddy García, Jamie Moyer por citar algunos, pero si ha sido Orlando el lanzador que más he llegado a conocer en el montículo. Es un tipo grandísimo, en el box nadie lo disfrutó más que yo. Lo respeto, lo admiro y le doy las gracias porque por el pude poner mi nombre en la Serie Nacional Cubana. Nosotros trabajábamos sin señas, es algo increíble. 

¿Ha imaginado de haberle tocado jugar en la pelota cubana actual hasta donde pudiese haber llegado? 

   -En esta época me hubiese cansado de ser el receptor regular del equipo Cuba porque la realidad es así y no me gusta quitarle valor al béisbol ni a los jugadores de ahora, creo que hay muchos peloteros buenos; pero creo que va pasar mucho tiempo para encontrar un receptor que haga lo que yo hice en el béisbol cubano con toda modestia y sin temor a equivocarme, con un guante Batos y calzado malísimo, rendía di muchas alegrías y jugando muy poco, fui titular cuatro años solamente y pienso que si hubiese jugado un poquito más pudiera haber implantado varias marcas, me ilusionó mucho jugar en Grandes Ligas yo quería llegar y la única manera era saliendo del país y esa fue la decisión que tomé. 

En 1996 un pelotazo lo apartó de una muy posible participación en los Juegos Olímpicos, un año después una injusticia lo margina de la selección nacional. ¿Cuál le dolió más?  

   -En 1996 estaba discutiendo el título de bateo con .346, faltando una subserie mi hijo se enfermó, estuvo ingresado y del hospital yo fui a jugar al Latinoamericano sin dormir, cansado; pero así y todo yo jugaba y no pude aguantar el promedio y perdí el liderazgo de bateo ese año pero estaba bien, fue un año bueno llegué a los Playoffs donde bateé 486 y no se me olvida el primer juego contra Rolando Arrojo que me fracturó el 5to metacarpiano y así le recibí al “Duque”, en el 8vo tuve que retirarme, tampoco pude jugar la Copa Revolución y no me incluyeron para la preselección a la Olimpiada, fue un momento muy doloroso para mí, pero lo pude soportar. 

   »En el año 1997 bateé 323 en la Serie Nacional y 348 en la Copa Revolución y los sabios del béisbol cubano de aquel tiempo tomaron la decisión de no llevarme  a la preselección porque no daba jonrones, cuando era el único receptor primer bate, ese momento fue tan doloroso para mí que tomé la decisión de irme, eso siempre pasa en Cuba y va a seguir pasando, los peloteros para ir al equipo nacional tenían que hacerle gracia a alguien, después me comentaron de que tenían miedo a que desertara y la realidad es que nunca pensé en eso, ellos me hicieron pensar en ello, y esa fue la decisión que tomé. 

De Colombia viaja a Costa Rica tras tres meses. ¿En ese período sintió miedos, arrepentimientos? 

   -Sentí mucho miedo, temor, dolor, nostalgia, derramé muchas lágrimas de sangre como decía mi difunta madre, sentí miedo de no ver nunca más a mi familia y de lo que iba a pasar en mi vida, fue un momento bien difícil, bien duro, pero no me arrepiento y si tuviera que volver a pasar por eso, lo haría nuevamente. 

Ya en Costa Rica comienza el camino de la firma ¿Cómo transcurrió ese proceso en cuanto entrenamientos, ofertas? 

   -En Costa Rica todo fue un poquito más fluido, comencé a entrenar por un período de tres meses y el día que hicimos el tryout rápidamente tuve ofertas, desde el primer día hasta el final que fue febrero del año 1998, ahí ya estaba negociando con ocho equipos hasta que los Marineros fueron los que ofrecieron más y firmé con ellos. 

Llegó la firma con los Marineros y la estancia en ese equipo no fue la soñada 

   -Cuando llego a Estados Unidos la barrera del idioma me golpeó mucho, tuve que esforzarme, al principio fue difícil, luego me fui acomodando pero en aquel tiempo para nosotros los latinos era diferente, muy difícil para poder moverse en el sistema americano, tuve muchos problemas porque me robaba las bases y decían que si lo hacía me iban a multar, fueron muchas cosas. Me lastimé en un juego y eso me truncó la carrera, intenté a jugar nuevamente en el 2004 en Nicaragua. 

¿Sintió alivio al regresar a los terrenos del juego luego de la lesión? 

   -Intenté seguir en una segunda oportunidad; de hecho tuve ofertas de Cleveland y de los Marlins para regresar a Estados Unidos pero si terminaba la liga. Estuve bateando sobre 400 casi toda la temporada pero al final la lesión me la resentí y llegó un momento que no podía más; me dolía, tenía que inyectarme, tomar pastilla y así no iba a poder y decidí no jugar más, dejé un buen sabor en ese país. 

Allí comienza también su camino como entrenador… 

   -La dueña del equipo me pide que la ayudara como entrenador. Empecé a dirigir un equipo juvenil, volví a trabajar en la Liga Profesional como coach de tercera base y ahí estuve dos años y medio, en el tercero mi gran amigo Johnny Almaraz, que en aquel tiempo era jefe de Latinoamérica de los Bravos de Atlanta, me preguntó que si me gustaría trabajar con él y comienzo hacerlo en el 2009. 

   »Fue una larga carrera junto a José Martínez fallecido, con José Tartabull y empecé a trabajar en el desarrollo de peloteros y puedo decirte que en 10 años fueron más de 28 desde República Dominicana hasta Grandes Ligas, después de la experiencia de los Bravos dirigí y fui coordinador, muchos peloteros que desarrollé, ahora mismo están en Grandes Ligas, como Ronald Acuña, Johan Camargo y otros más fueron alumnos míos desde los 16 años, tuve el título dos veces de manager del año con los Bravos de Atlanta. 

¿Qué sueños le quedaron por cumplir? 

   -Sinceramente no te diría que no me quedan sueños por cumplir, siempre tengo sueños soy una persona bien ambiciosa en el sentido de superarme y mejorar, pero en Cuba a pesar de los tropiezos te diré algo; me sentí un gran jugador del equipo nacional, porque hice méritos para eso a pesar de no haber jugado en Grandes Ligas pienso que hice mi mejor esfuerzo y pude haber jugado, solo creo que Dios no quiso que así pasara. 

   »Con respecto a mi labor de entrenador, coach y manager, creo que hice algo maravilloso, me siento satisfecho con ello, con tantos peloteros de Grandes Ligas que han pasado por mis manos y todavía aun me llaman para pedirme consejos con respecto al juego.  

   »Todavía me falta, pero pienso que voy a dirigir alguna vez en Grandes Ligas, eso es algo que sueño y sé que va a pasar, entonces solo está que aparezca otra oportunidad y se pueda dar, la otra cosa que me falta en mi vida es llorar a mi madre, no pude entrar a Cuba y no la pude llorar. 

¿Guarda rencores por esos que han tomado decisiones que le han causado dolor?  

   -Te digo algo, creo en Dios, cosas que no pude hacer en Cuba y le tengo mucho temor a Dios y su palabra dice que el rencor es malo; si lo hubiera sentido trataría también de quitármelo, solo siento el dolor de no haber llorado a mi mamá, si me duele, pero sé que Dios me va a dar la oportunidad de ir a Cuba e ir a su tumba y hacerlo o de verla en la otra vida. 

Mirando atrás a su carrera ¿cuál es ese momento que más satisfacción tuvo como jugador? 

   -Mi mayor satisfacción en el béisbol cubano indudablemente fue ser jugador de uno de los mejores equipos de Cuba, de hacerlo con esa cantidad de atletas tan maravillosos, para mí eso es una de las más grandes satisfacciones que he tenido en lo que es el béisbol y la otra, cuando pude firmar con los Marineros, esa fue una gran victoria y satisfacción también. 

   »Mi carrera con los Bravos de Atlanta, una de las mejores organizaciones y ser pieza clave en lo que es su desarrollo de tantos atletas, eso ha sido maravilloso para mí también, sinceramente me siento orgulloso de las cosas que he podido hacer, gracias a Dios.

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