Por Yasel Porto
En la década del noventa fueron contados los peloteros cubanos que emigraron de la Isla de forma legal. Al menos entre los activos el único nombre importante fue Ariel Prieto, un lanzador de Isla de la Juventud que en su momento fue el de la recta más poderosa de Cuba y que luego llegaría a las Grandes Ligas de Estados Unidos.
Prieto nunca integró la selección nacional a un evento de primer nivel, aunque en eso influyó sobre todo la calidad extraordinaria en el pitcheo cubano de la etapa que le tocó lanzar. De igual manera no pocos consideran, incluido él mismo, que alguna que otra vez tuvo los méritos y el talento natural para haberse colgado en su pecho alguna de las tantas medallas de oro conseguidas en torneos internacionales de envergadura.
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Ariel tomó la decisión de emigrar de Cuba y lo hizo muy distinto al resto de los que lo antecedieron o sucedieron en aquel tiempo bautizado como «período especial» debido por una economía que como hoy estaba en sus niveles más bajos. Al punto de provocar un éxodo masivo a través de las costas cubanas, sobre todo entre 1992 y 1995.
Mientras unos se quedaban en competencias o bases de entrenamiento otros se unían al enorme grupo de los que salieron por el mar en lo que apareciera. Pero el supersónico monticulista natural de La Habana fue la excepción de la regla entre las figuras reconocidas del béisbol cubano.
Pero aún con un proceso totalmente lícito para emigrar de Cuba, Prieto tuvo que utilizar estrategias que hasta algún que otro funcionario le recomendó para lograr su objetivo de buscar una mejor vida económica junto con parte de su familia.
Eran tiempos donde no existía la baja con un fin migratorio si se trataba de alguien importante, y si bien no estaba a la altura de pitchers como Arrojo, «El Duque», Osvaldo Fernández o Ajete, era un atleta de alto rendimiento y la situación se complicaba muchísimo más. Hasta un yeso dijo haberse puesto para justificar su ausencia en la Selectiva.
Acá los dejo con un fragmento de la entrevista con el exintegrante de los Atléticos de Oakland y los Rays de Tampa Bay entre 1995 y 2001, en el que detalla la aventura de su proceso migratorio.