Por Alexander García
El 2002 lucía como un año normal en todos los deportes colectivos; en el fútbol el Real Madrid ganaba su novena Champions League y aunque Argentina lucía como favorita tras las eliminatorias, un inmenso equipo de Brasil vencía a Alemania 2-0 en la final de la Copa del Mundo, casi un mes después. De igual modo en el baloncesto, los Ángeles Lakers vencían a los Nets de New Jersey y ganaban su tercer campeonato consecutivo, pero…
Si el 2002 parecía marcar un rumbo normal en el deporte, el béisbol dio la clarinada y en una inesperada Serie Mundial, los Angelinos de Anaheim vencieron a los Gigantes de San Francisco.
En este punto, la Serie Nacional de Cuba no pudo quedar atrás y también dio la nota con una final entre Sanctis Spiritus y Holguín. Si ese jonrón en semifinales ante Villa Clara fue espectacular, el ponche memorable de Oscar Gil a Frederich Cepeda fue de leyenda, algo inmortal, sublime, quizás de los momentos emblemáticos de la pelota cubana.
Hoy muy pocos recuerdan aquel relevo del zurdo holguinero, menos aún la labor magistral de Orelvis Ávila. Pero lo cierto es que el suceso, a pesar de ser revivido por Telerebelde aún carece de reconocimiento.
Cuando Santiago dominaba a placer el contexto beisbolero de entonces y Víctor Mesa con Villa Clara amenazaba con ponderarse en el trono de Cuba, los dirigidos por Héctor Hernández reescribieron la historia, los jonrones de Waldo Denis, de Juan Rondón, la mística de Juan Pacheco, la determinación del ya mencionado Orelvis, nadie contaba con Holguín y como en tantas historias parecidas, llegaron de abajo, fueron los últimos invitados y aguaron la fiesta. Aquello fue hermoso, en verdad fue de los grandes momentos que he visto en la pelota cubana.
A las horas de aquel suceso, Brasil le ganaba a Alemania en el Mundial de futbol de Corea y Japón en 2002, pero el eco de la victoria holguinera y del ponche a Cepeda seguía ahí.
Cuando hace unos meses aquel séptimo juego fue repuesto en televisión, un cúmulo de sensaciones encontrados emergieron, el orgullo, la nostalgia, la ilusión, la desilusión; revivirlo fue espectacular a pesar del maniqueísmo en la edición, respecto a alguna jugadas relacionadas con Yulieski Gurriel.
Así y todo, creo que un suceso de este tipo, como esa victoria de Holguín merece muchos más, perfiles, crónicas, documentales, mucha más difusión, porque incluso el poder mediático induce el pensamiento hacia la idea de la casualidad, de la suerte y otras cosas por el estilo.
Hace dieciocho años, la historia en la pelota cubana cambió y el momento, con todos sus instantes, aunque parezca que no, pervive en el tiempo.
Nos vemos a la vuelta.