Por Álex Fernández Fernández
El béisbol es un deporte de pura vida. Lo es. Solo practicarlo o verlo te llena el alma. Anécdotas hay miles. ¿Cómo olvidar aquel 4 de julio de 1939 cuando Lou Gehrig dio uno de los discursos más recordados en el mundo del deporte, tras verse privado de seguir jugando a causa de la ASL? Una enfermedad neurodegenerativa que afecta las células nerviosas en el cerebro y la médula espinal.
Este 5 de noviembre alguien tomó el ejemplo de constancia del jugador de los Yankees, y luchó hasta coronarse en la Serie Mundial.
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Se trata de Trey Mancini quien “fue diagnosticado con cáncer de colon etapa III en 2020, con una probabilidad no muy grande de sobrevivir a la enfermedad. Mancini logró salir adelante y regresó a jugar, aún sabiendo que su carrera estaba en el aire.
“Dos años después de pasar largos días hospitalizado, se ha coronado campeón con Astros de Houston, siendo pieza clave en el juego 5 con una gran atrapada en la primera base”.
Así nos lo describió Cuarto Bat en su página oficial de Facebook.
Cuando llegó a Houston procedente de los Orioles jamás había experimentado con Baltimore instancias de Serie Mundial, ni de lejos.
Algunos decían que iba a ser el principal rival o contendiente a la primera base en detrimento de Yulieski Gurriel. Pero no fue así. Incluso en el juego seis, apenas pudo conectar su único incogible de la postemporada. Mas el rendimiento a la ofensiva fue secundario. Ya había atacado a la enfermedad, la había vencido.
Clara señal de que no existe mejor y más efectiva vitamina que la pelota. Porque no hay enfermedad que venza al béisbol y mucho menos cuando se es campeón de una World Series.