Por Gian Franco Gil
José Dariel Abreu decidió el encuentro celebrado en el «Guaranteed Rate Field» entre los Medias Blancas de Chicago y los Mellizos de Minnesota, con un batazo rodado por la zona del camarero, válido para remolcar la cuarta carrera de su equipo, anotada por su compañero Romy González.
A los jugadores importantes le tocan turnos importantes. «Pito» Abreu es clave en la alineación de los patiblancos. Es el tercer hombre y el jugador franquicia. En Chicago es un ídolo. Toda su experiencia como ligamayorista en esa ciudad le conceden el respeto de su afición, obtenido a batazos, joyas defensivas y mucho carácter.
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Esta noche al oriundo de Cienfuegos, Cuba, le tocó visitar el rectángulo ofensivo en la novena entrada con las bases llenas de compañeros. En la pizarra encontró un out y el marcador igualado a tres anotaciones por bando. Las gradas, repletas, esperaban impaciente un conexión decisiva de su jugador estrella. En esa situación, con Abreu en la caja de bateo, las posibilidades de victoria aumentaron exponencialmente.
La tensión aumentó un poco más cuando el relevista de Minnesota, J. López, colocó al inicialista en la cuenta incómoda de dos strikes sin bolas. Entonces, comenzó a rondar el fantasma del extrainnings en el estadio de los locales, pero Abreu lo eliminó de forma inesperada.
El béisbol, como la vida, requiere de sacrificio, de esfuerzos. Muchas veces no gana el que más batea, sino el que fabrique más carreras. Se puede anotar una carrera sin hacer un swing, y se puede hacer un swing inmenso y no anotar carrera, eso le sucedió al antillano, que para ganar necesitó hacer su mejor tiempo de home a primera.
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Todos, y me incluyo entre ellos, esperaban un batazo a los jardines. Un elevado que le abriera las puertas de la registradora al corredor de la antesala. Pero hay una realidad en esa situación, en dos strikes sin bolas el swing debe recortarse. El lanzador tiene tanto recursos para ponchar al bateador, que este solo intenta hacer contacto con la esférica.
Abreu se defendió. Su madero encontró a ‘Doña Blanca» y consiguió un batazo rodado (lento) por la intermedia. El defensor la recibió sin problemas, forzó el segundo el out del capítulo, pero el torpedero no logró completar el doble play salvador. Pito corrió fuerte, puso en aprietos a la defensa y decidió el desafío.
En esos detalles radica la grandeza de un jugador. En la humildad. En el compromiso con el equipo, en pensar en el colectivo y luego en las cifras individuales. Los aficionados disfrutaron como si el cubano hubiese conseguido un Grand Slam. Disfrutaron porque su líder decidió el choque.