Julio Romero… Memorias desde el box

Por Alexander García

   Hay momentos en que sus historias parecen pequeñas, comunes como cualquiera, más cuando por ahí se escuchan otras cargadas de sutil publicidad que atentan contra la frescura de la memoria… En otros instantes las veo grandes igual o más, las veo inmensas; miro en fotos de periódicos viejos y no me cabe dudas, son grandísimas en verdad.

   Pudiera empezar con tantas historias así pero hoy como siempre el béisbol toma las riendas y el pitcheo es protagonista. En este punto la hoja de vida de Julio Romero es cuerpo y parte de un legado inmenso que la pelota pinareña le ha dejado a Cuba.

   Cuando unos hablan de Greg Maddux, Tom Glavine y Josh Smoltz, como parte de la realeza entre los lanzadores, otros se sacuden el polvo y buscan más cerca, aquí entonces emerge la figura de Julio Romero, como tantos otros grandes del pitcheo en Pinar del Río.

Primero…

   A todas luces, la mayoría pudiera pensar que Julio Romero Socarrás es habanero por naturaleza, industrialista por tradición y no, nació en Bahía Honda, Pinar del Río, el 9 de marzo de 1950.

   Unos amasan cierto halo místico alrededor de la figura de Julio, pues en el mismo pueblo nació Carlos Prío Socarrás, el hombre al que depuso Batista con un golpe de estado en 1952.

   Y ya saben o imaginan, mismo lugar de nacimiento, igual apellido también –Socarrás-; todo pintaba para ser un grande.

   Como tantos otros, Julio Romero emergió de los juegos del batey, no paso por EIDE ni ESPA, fue un producto innato del populacho; eso sí, siempre quiso ser pelotero.

Acotaciones…

   En su texto Pinar en la lomita, el prestigioso historiador, Juan A. Martínez de Osaba y Goenaga rememora que desde sus primeros pasos Julio era temido por su poderosa recta. “(…) La gente hablaba de un negro apodado la Mona que tiraba centellas sin buen control (…)”, refiere Goenaga en su escrito y al respecto alega que para la temporada del debut, 1971-1972, de nadie se hablaba más en materia beisbolera.

   Desde ese momento, Romero cautivó a todos; comentaristas y periodistas alababan sus condiciones, Salamanca, Eddy Martín, todos tenían que ver con él.

   En este punto, muchos le otorgan un mérito inestimable a José Joaquín Pando, su primer entrenador en las Series Nacionales, aunque los otros que siguieron también hicieron lo suyo.

   Todos apuntan que era un maestro; un hombre de marcada inteligencia, además contaba con un repertorio de respeto, sostenía su recta por encima de las 90 millas, un slider de 85 y un exquisito control sobre la curva y sus variantes.

¿Mala suerte?

   Tal como cuenta Goenaga en su escrito; por esos avatares del destino o la mala suerte, después de su debut con Vegueros en la XI Serie Nacional, Julio Romero es pasado al elenco de Forestales; una decisión tomada por las autoridades del béisbol en Pinar del Río que sin dudas limitó bastante la cantidad de éxitos y los otros números personales.

   No obstante a eso, en quince campañas, Romero ganó 148 juegos y perdió 100, con 36 lechadas en dos mil 174 entradas de labor. Además su promedio de limpias fue de 2,31 con mil 678 ponches. Por último y para redondear sus excelentes guarismos, los rivales solo le batearon para un anémico 214.

   Luego de su retiro, como ya es sabido, Julio paso al área de entrenadores y aquí cimentó mucho más su leyenda, tanto dentro como fuera del ámbito nacional.

   Resulta conocido su vínculo con Industriales como entrenador de pitcheo y su labor como scout en eventos como el Primer Clásico Mundial.

   Al final lo que siempre destaca la gente cercana a Julio Romero es su inteligencia, más cuando esta es avalada por dos títulos universitarios, Licenciado en Cultura Física e Ingeniero Civil.

   Su historia es inmensa y todavía recuerdo su rostro triste al hablar en Confesiones de Grandes (programa de la TV Cubana); con las figuras siempre es así, pero él, como hablan amigos cercanos, siempre prefiere ser un tipo humilde.

Nos vemos a la vuelta.

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