Rogelio García o Lázaro Valle: ¿A cuál prefiere usted?

Evocación de dos de los pitchers más veloces que han pasado por las Series Nacionales, el capitalino Lázaro Valle y el pinareño Rogelio García.

Rogelio García y Lázaro Valle (1)

Si se habla de Mozart y Beethoven, la cosa va de genios. Si de Camus y Kafka, apuntará a conflictos existenciales. Si la conversación es sobre “Magic” Johnson, Isiah Thomas, Jason Williams…, girará en torno a la inventiva. Pero si es sobre Lázaro Valle y Rogelio García, no lo dude, todo será velocidad.

Se trata de dos pitchers que abrieron las puertas de la posteridad con la llave del vértigo. Diestros los dos y ambos con la capacidad de superar con creces la barrera de las 90 MPH.

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Daba gusto verlos en el box. Eran líderes de los staffs monticulares más sólidos de Cuba (Industriales y Pinar) y desafiaban a los bateadores a contrapelo de aquel artefacto de destru**ión masiva que fue el bate de aluminio.

Sí, porque tanto a Rogelio García como a Lázaro Valle les tocó lidiar contra grandes bateadores que, para colmo de males, le sacaban dividendos al bote del metal. Sin embargo, de todos modos se las ingeniaron para dejar soberbias estadísticas.

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La huella de Rogelio García y Lázaro Valle

Déjeme que le cuente. Rogelio García firmó 16 Series de asombrosa efectividad de 2.38, ganó más de 200 juegos, consiguió dos “no-hitters”, le batearon para .208 y repartió 2509 ponches, más que ningún lanzador que haya pasado por los clásicos domésticos.

No era alto, pero del brazo le salían grandes lanzamientos. Sentó cátedra con el tenedor más renombrado del béisbol nacional y a la hora de soltar la pelota los ojos se le desorbitaban hasta los lindes de la intimidación.

Lástima que la intención de los ingratos los lleve a recordar frecuentemente los jonrones decisivos que le pegaron en 1978 (nada menos que “Cheíto” Rodríguez”) y 1986, en la escena más famosa de los campeonatos cubanos, con el Latinoamericano enloquecido por el batazo de Agustín Marquetti. Pero ni eso le hace sombras a la carrera del derecho del pueblito de Ovas.

Lázaro Valle fue hecho de una madera similar. Dijo adiós al diamante con un excelente promedio de ganados y perdidos de .651, le promediaron .240 y, a la par de una recta tremebunda, empleó una slider tan filosa como las espadas samuráis.

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Antes de encaramarse en la lomita había sido receptor, jardinero y aun inicialista. Lo que pasa es que estaba destinado a ser pitcher de la élite, y por eso hizo un tránsito ultrarrápido de Metropolitanos a Industriales y de Industriales al team Cuba.

Es un hecho: con la franela de las cuatro letras, Lázaro Valle le hizo correr la baba a los scouts. Un día le endosó un juego perfecto a Corea del Sur con 80 lanzamientos, 73 de ellos en strike y con rectas sostenidas sobre 95 MPH. Otro, maniató a aquellos Senadores de San Juan de Carlos Baerga, Carlos Delgado, Edgar Martínez, Carmelo Martínez y el entonces jovencito Javier López.

En resumidas cuentas, tanto el pinareño como el de la capital fueron lanzadores de excepción, a cuya mesa solo pueden sentarse personajes como Braudilio Vinent, Pedro Luis Lazo, Jorge Luis Valdés, Norge Luis Vera u Orlando “El Duque” Hernández. Pocos más.

Dicho esto, se impone la pregunta: ¿Con cuál se queda usted, con Lázaro Valle o con Rogelio García?

Rogelio García con uniforme del Equipo Cuba
Rogelio García firmó 16 Series de asombrosa efectividad de 2.38 y ganó más de 200 juegos.

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