Por Yasel Porto
Una de las iniciativas más aplaudidas por la afición cubana en la actual Serie Nacional es la de los uniformes de home club con el sobrenombre de los equipos, aunque hay dos casos que han generado controversia por motivos diferentes: Villa Clara e Industriales.
Con relación a estos últimos está el grupo de los que apoyan que en el traje de local la identificación del conjunto sea el de “leones”, mientras que otra corriente se opone a eso, unos, sobre todo los no industrialistas, porque crea diferencia con el resto de los equipos, mientras que un porciento de seguidores del plantel azul se apoyan en la cuestión de no poner en peligro las tradiciones de toda la vida por otras de reciente promoción.
Una de las figuras más conocidas y polémica del periodismo cubano es Julita Osendi, quien en múltiples ocasiones ha manifestado su pasión por el conjunto capitalino, y que ahora lidera de cierta forma a quienes no quieren otro nombre primario en los juegos del Latinoamericano que el de Industriales.
En un diálogo con este periodista la reconocida colega ya jubilada manifestó sentirse extremadamente molesta desde que vio por primera vez el traje de los leones.
«Cuando yo vi aquello me quedé pasmada. Es que que contra viento y marea no nos han podido quitar el Industriales, aunque hubo un tiempo que no hubo Industriales en la Serie Nacional cuando inventaron un tal Agricultores que al final fue campeón (1974-75)», explica Julita.
La decisión a la que hace referencia se produjo entre 1974-75 y 1976-77 cuando se hizo un cambio se estructura y se creó la Serie Selectiva. La Nacional la jugaron 14 equipos nombrados oficialmente por el ramo de las provincias involucradas y en el certamen selectivo tomaron parte las entonces seis provincias. En el caso de La Habana fue el único con dos representantes pues además del elenco llamado Habana estaba Industriales. Por cierto, los primeros siempre tuvieron el mayor potencial que los llevó incluso a ser campeones, mientras los azules se quedaron siempre en el sótano de estas competiciones.
«¿Por qué tú te vas a ir en contra de las tradiciones si en este país nos pasamos la vida hablando de las tradiciones? Si Azucareros se dejó quitar el nombre tiempo atrás, que es verdad que eran tres provincias que estaban dentro de Las Villas, pero al final por lo menos Villa Clara debió quedarse oficialmente con el Azucareros en el momento en que se hizo la división. Holguín debió haberse quedado con Mineros y Santiago con Serranos, por poner solo algunos ejemplos. Si ellos no defendieron su nombre, nosotros los industrialistas sí lo hicimos», continuó Julita de forma apasionada como es habitual en ella.
Con la nueva división político-administrativa la Serie Nacional 1977-78 tuvo un nuevo cambio de formato en el que comenzaron a jugar los actuales territorios con el nombre de la provincia como el oficial a excepción de La Habana (Industriales-Metropolitanos), Matanzas (Citricultores-Henequeneros) y Pinar del Río (Vegueros-Forestales). La exclusividad en tal sentido fue a causa de que eran los únicos con dos equipos, pues en ese momento la Comisión Nacional determinó que tenían un potencial superior a los demás. En 1992 hubo una nueva variación que dejó a La Habana como la única provincia con más de un exponente, algo que se mantuvo por veinte años hasta la desaparición de Metropolitanos cuando surgieron las provincias Mayabeque y Artemisa.
«No entiendo por qué ahora hay que ponerle a pepe coj… el “leones” al uniforme. Por lo menos si pones leones que aparezca una “I” en alguna parte del traje. Ese orgullo que tenemos nosotros los que amamos al equipo por la historia y la tradición de siempre de Industriales yo no veo que se defienda en la actualidad, especialmente por los jugadores del equipo hoy. Ese orgullo que tenían leyendas como Tony González, Pedro Chávez, Urbano, y que lo mantuvo la generación de Marquetti, Capiró, Medina y más tarde siguieron Lázaro Vargas, Javier Méndez, Germán y Padilla».
Considerada ícono del periodismo deportivo femenino en Cuba, también se sintió contrariada por la forma en que han asumido el uniforme de leones muchos aficionados y los propios jugadores de Industriales. «Le han puesto leones y están de lo más contentos, claro, si es una orden hay que cumplirla como en todos lados, pero me parece que está mal eso que han hecho».
En realidad, el tema es bastante polémico pues cada parte tiene su dosis de razón. Los que están de acuerdo con lo de leones se apoyan en que el uniforme de home club es para los seudónimos, y el nombre oficial del equipo de la capital cubana es Industriales y no La Habana, situación que lo diferencia con el resto de los que intervienen en nuestro campeonato.
Esa denominación viene desde que fueron creados en 1961, en una época muy distinta a la actual en la que las entonces seis provincias tenían dos equipos, uno de ellos respondiendo a una rama económica importante dentro del territorio (Vegueros-Pinar del Río, Granjeros-Camagüey, Mineros-Oriente, Azucareros-Las Villas, Henequeneros-Matanzas e Industriales-La Habana).
Por mucho tiempo solo se les decía Industriales hasta que a finales de la década del noventa comenzó a tomar fuerza lo de leones, debido en gran medida a la iniciativa de la emisora COCO de rescatar una tradición habanera que databa de antes de creadas las Series Nacionales. Y es que en la extinta pelota profesional el equipo Habana era conocido por el mote de leones. Fue así que Industriales asumió algunas de las costumbres principales de aquel béisbol, pues ya desde su nacimiento habían adoptado el color, la letra gótica y parte de su nombre por el otro gran club de aquella liga rentada: el Almendares.
Pero volviendo al presente, quienes critican la identificación actual en el traje de local, coinciden en parte de lo dicho por Julita, pero añaden otros elementos para oponerse a la decisión, señalando que etimológicamente es absurdo decir “Leones Industriales”, porque en realidad debiera ser “Industriales de La Habana”. Y enfatizan en que se crea cierta exclusividad con este equipo en comparación con lo que acontece con los demás.
Aquí hay una realidad, y es que en muchas ligas del mundo hay organizaciones o franquicias que tienen un nombre o sobrenombre oficial que no es el de la ciudad o estado que representan, y al mismo tiempo cuentan con una mascota o un logo con un elemento adicional que difiere completamente con la denominación oficial.
Los Atléticos de Oakland es un ejemplo claro. La franquicia, como en todos los casos de las Grandes Ligas no es la ciudad, sino el sobrenombre, pues se cuenta lo que sucedió en el pasado antes de llegar dicha franquicia a esta zona de California mientras se llamaban Atléticos de Filadelfia o de Kansas City. No obstante, el elefante ha sido el animal que los ha acompañado históricamente y aparece en el logo alternativo de muchas variantes de su uniforme. Y para los que dicen que cómo van a usar al león como mascota si el color de Industriales es azul, pues el verde es el sello de estos Atléticos y que yo sepa no existe ninguna especie de paquidermo con esas características.
Y como ese hay múltiples casos, aunque también es real que nadie dice los Elefantes Atléticos, sino que indistintamente fanáticos y periodistas dicen uno de los dos, y en el traje solo está el nombre oficial del club y el de la ciudad. No existe una tercera variante, y es algo que va más allá de las propias Grandes Ligas.
Ciertamente este tema de Industriales y Leones es extremadamente complejo y polémico, como lo ha sido el equipo en su conjunto a lo largo del tiempo. No va a haber un consenso jamás porque como dije antes cada parte tiene sus razones a la hora de plantear su teoría.
Lo que pasará y de eso estoy convencido, es que seguiremos viendo por mucho tiempo la situación actual, algo que en definitiva no creo que tampoco sea algo perjudicial ni mucho menos, respetando a quien piensa lo contrario.
Considero que lo más importante se logró finalmente, y es que la Comisión de Béisbol entendiera que los seudónimos necesitan una presencia más oficial, que fuera más allá de las iniciativas de fanáticos y periodistas, para consolidarse como en todas partes de este mundo, no solo como una tradición, sino como un componente esencial de un equipo por todo lo que eso favorece.