Por Alexander García Milián
Ya Camagüey retomo el paso ganador y los fantasmas de la debacle comienzan a alejarse; Camagüey retomo su paso, Borroto respira más tranquilo, al menos el cuarto lugar parece seguro, la tragedia en el Latino quedó atrás y el sueño sigue.
Entonces aquí, en este punto, cuando todos miran al mismo Borroto o a Alexander Ayala, al pitcheo de Yousimar Cousín y Yariel Rodríguez, cuando eso sucede el hombre de los milagros- Leslie Anderson- parece un simple eco que ni se escucha.
Cuando hablo de apología a los caídos, me refiero al hecho de que el oficialismo ha vendido con sutileza como recetas fallidas la experiencia profesional de jugadores como Anderson, Arrebarruena, Cerce y compañía- ninguna de estas figuras con números para nada loables en el circuito de Ligas Mayores- pero si resaltables por su calidad respecto al certamen doméstico.
Ya las escaramuzas de Riquimbili y de Alexey Ramírez son parte de lo que pudo ser un día y no fue, de esas tormentas que parecían barrer con todo y posibilitar empezar de cero; los que quedaron fueron eso, los caídos, los de guarismos más discretos- … sin dudas la excusa perfecta para ponderar la Serie Nacional y aniquilar a hombres como Leslie, hombres ya sometidos al paso de los años.
Pero la propaganda somete con vileza por un lado y el pueblo aplaude por otro, pues cuando tratan de opacar a la figura de Anderson, la gente en cada provincia le regala su admiración y respeto.
Las contradicciones se acrecientan y nada se entiende, de incomprensiones y enfoques errados está lleno el quehacer de las autoridades, de los “cerebros” que trazan políticas nefastas como estas, por un lado te hacen ver la luz y por el otro te muestran la cara oculta de la luna, como en aquella famosa novela.
En su momento el regreso de estos peloteros mencionados, incluido Leslie Anderson se promociono con todos los bombos y platillos, pero de aquello… ¿qué queda?… Arrebarruena ni por asomo mostro algo en el Premier, Pavel Quesada ni la vio pasar; solo huelo falsedad y aún siento admiración por Anderson.
A primera vista este pudiera un panegírico o un escueto epitafio sobre estos peloteros que lo han dado todo, lo han dado todo y más que el jonrón o el ponche cantado dejan un espíritu inmenso para disfrute de los aficionados.
Nos vemos a la vuelta.