A Liván Hernández se le conoce especialmente por tres cosas. La primera, por su premio MVP de la Serie Mundial de 1997. La segunda, por ser hermano del “Señor de los Anillos”, Orlando «El Duque» Hernández. Y la otra, por la increíble consistencia de su brazo en las lomitas de MLB.
¿Saben qué? Si me preguntan yo prefiero la tercera. Su faena del año de novato con Florida Marlins fue obviamente encomiable, pero ocurre que un playoffs solo dura una semana. Ser hermano del «Duque» es un orgullo, pero también un golpe del azar. Sin embargo, tener diez campañas de 200 entradas en la MLB no puede menos que sacarme los aplausos.
Señores, Liván Hernández fue la definición perfecta de eso que denominan “workhorse”. O sea, un lanzador que trabaja muchos innings durante varios años y que muy rara vez pierde su turno en las rotaciones abridoras.
El oriundo de la Isla de la Juventud fue la versión MLB del habanero Lázaro de la Torre. Salvando las distancias cualitativas de sus escenarios de actuación, en ambos casos se trató de pitchers con hombros de goma, codos inagotables y muñecas de una aleación desconocida.
Como ya dije, Liván Hernández firmó diez temporadas de 200 episodios, pero eso es un dato fragmentado, porque le falta el lustre de otras tres con 175 capítulos y una más (la de 1999) donde se quedó a un tercio de inning de completar las dos centenas.

Donde quiera que estuvo dejó el sello. Una estampa de pitcher incansable que siempre acudía a cada cita, ayudando al staff y evitando dolores de cabeza a los mentores. Lo que hizo en sus inicios en Florida lo repitió posteriormente en San Francisco, Arizona, Montreal, Washington.
Liván Hernández entre los inmortales cubanos del box
Solo Luis Tiant y Adolfo Luque, dos leyendas del pitcheo cubano en MLB, laboraron más que él (3189 entradas) y únicamente Tiant y Luque, con Mike Cuéllar añadido, lograron más victorias (178) en el mejor béisbol del mundo.
Pero hay más: Liván Hernández cerró a cuatro aperturas de igualar a Tiant como líder del departamento (474 y 478, respectivamente), y recetó 1976 ponches que le dieron el tercer lugar histórico en la lista de cubanos, solo a la zaga del sempiterno Tiant y Camilo Pascual.
Cuando se habla de lanzadores duraderos hay que hablar de este hombre que luego de cumplir tres campeonatos en Cuba, aprovechó un entrenamiento de la selección en México para escaparse de un hotel y empezar su camino en las Mayores.
Ya instalado en el sitio donde debía estar, Liván Hernández se puso un anillo, fue a dos Juegos de Estrellas y hasta le concedieron un Bate de Plata. Durante una larga etapa asombró a tirios y troyanos con su capacidad para avanzar en los partidos con rectas que promediaban 85 MPH y apelando a una curva por debajo de 60. No son pocos sus juegos completos con más de 150 lanzamientos.
En el año 2013, que hizo pública su decisión de retirarse, corroboramos (muy a nuestro pesar) que todo tiene un fin. Todo se agota. Incluso el brazo de Liván Hernández.
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