Manuel Alarcón y su paso a la inmortalidad

Por Alexander García

   Decía el célebre Julio Cortázar que la nostalgia es buena pero la esperanza es mejor y en tiempos así como estos resulta casi un dogma, más cuando conectamos la pasión del argentino por el boxeo con la nuestra por el béisbol.

   Estimados lectores, sin dudas vivimos de recuerdos, de anhelos e ilusiones en pos de ver las cosas con un matiz positivo. Tal vez el nombre de Manuel Alarcón no diga mucho pero aquí la pelota, con sigilo, busca cualquier recoveco para adentrarse más y más hasta mostrarse en todo, hace unos cincuenta años, las cosas pudieron ser así:

   «La algarabía es inmensa, un ruido ensordecedor absorbe el panorama en toda la ciudad de Santiago. En el estadio, la selección de Industriales enfrenta al elenco local, Orientales; por los de la capital lanza Alfredo Street, por los del patio, Manuel Alarcón. La mística comienza a merodear, los azules han ganado cuatro campeonatos al hilo, hasta el mismo Fidel Castro está viendo el choque, entonces Ramón Carneado mira hacia el box y le hace una seña a Street para que apriete. La presión parece imponerse y la maña del manager habanero da resultado, pues el juego llega al noveno igualado a cero –todo puede salir- parece decir por sus gestos Carneado, pues en la lomita por los rivales esta Manuel Alarcón y en partidos así, una carrera basta para ganar pero en el noveno, Alarcón da el cero y la escena queda lista para  un cierre de infarto…»

   Cuentan cronistas y fanáticos de la época que con el hit de oro de Agustín Arias no solo sentenció el histórico desafío sino que como un golpe de santería o alguna fuerza superior, casi todos empezaron a hablar de aquel año, era el año de Orientales y El Cobrero, como era conocido Manuel Alarcón, sería el hombre grande.

Antes…

   Según el historiador Martín Socarrás Matos en su texto, El sensacional Manuel Alarcón, la pasión por el béisbol en Veguitas venía desde antes de 1959. «Se jugaba buena pelota», alega Socarrás de acuerdo a criterios de personas de la época.

   En los campos de Cuba para aquel entonces si se jugaba béisbol y aquella región no era la excepción.

   Allí, en aquel pedazo de tierra, Manuel Alarcón comenzó a jugar de un modo más serio. Ya tenía fama de los juegos entre los distintos bateyes, pero en Veguitas empieza a meterse de lleno para el juego; aprende las mañas del pitcheo con Románico Soto, un hombre con prestigio en la zona y entonces llega su primera prueba de fuego: Sube a la lomita ante los poderosos Mulos de Nícaro y el juego termina empatado.

   Tal como refiere Socarrás Matos, desde entonces Alarcón empezó a  escalar y no terminó hasta debutar con Orientales en la primera Serie Nacional, en la cual logró forja de 2 y 4. A pesar de su actuación Manuel es elegido para integrar el equipo Cuba a los Juegos Centroamericanos de Jamaica en 1962…

«… el lanzador zurdo, Pedro Reynoso de República Dominicana, aisló los ocho incogibles del equipo cubano (…) Por su parte, el cubano Manuel Alarcón, que resultó el perdedor del desafío se anotó ocho ponches en siete entradas antes de ser sustituido por Modesto Verdura (…)»

   Este fragmento recoge la impresión de un cronista de la época y sí, en periódicos de aquel entonces se puede palpar la impresión que dejaba Alarcón cada vez que salía a jugar.

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   En la cámara se ve un hombre serio, algo hosco pero igual impresiona; más allí con el graderío atrás, habla de sus años como lanzador, de la pelota que se jugaba a comienzos de los sesenta, de la rivalidad con Industriales, la memoria rescata otra vez a Manuel Alarcón, lo vuelve grande como en aquella VI Serie cuando no creyó en favoritismos.

   Muchos hablan de que era un indisciplinado, un alardoso que se pasaba todo el tiempo especulando al dar un ponche o colgar un cero de leyenda; Alarcón no habla de eso pero en la V Serie fue sancionado por acumular varias amonestaciones debido a su conducta… Todos pensaron que su estrella se apagaba pero…

   El hombre regresa y lo hace por todo lo alto; después de aquel juego en Santiago de Cuba a finales de 1966, Alarcón pierde otros dos partidos ante Industriales pero el destino juega a su favor y el 12 de marzo de 1967, Alarcón tiene su oportunidad de oro. « ¡Cierren la calle Trocha y saquen al Cocuyé que el campeonato viene para Oriente!», había sentenciado días antes.

   En un estadio Latinoamericano abarrotado y con reglas especiales, el duelo de lanzadores se torna de alto voltaje; cero tras cero el partido avanza y en el séptimo inning Agustín Arias vuelve a erigirse como figura al impulsar la primera del juego; después Fermín Laffita traería dos más por un Texas con bases llenas… En las manos de Alarcón estaba la corona y El Cobrero se creció, retiró octavo y noveno sin que le sacaran la bola del cuadro.

   En las imágenes en blanco y negro se ve la locura de la gente tras el out, Alarcón es cargado en hombros, todos rebosan. ¡Le han ganado a Industriales en el Latino!

   Ya Manuel Alarcón es una leyenda viva y cuando comenzaron dudas sobre quién era el mejor lanzador de Cuba en aquel entonces, llega la VII Serie Nacional e impone un récord impresionante de 17 ganados y 5 perdidos.

   Las cosas parecían ir para mejor, no obstante esa fue su última temporada, pues una hernia discal lo sacó del deporte muy temprano.

   Había participado en solo siete campañas nacionales pero tal como reseña el historiador Martín Socarrás en su artículo, con cinco o más temporadas, Manuel Alarcón ocupa el quinto lugar histórico entre los lanzadores en promedio de carreras limpias, con 1.82.

   De igual modo para el año 2002, de unos 1700 lanzadores con accionar en Series Nacionales solo 5 habían completado el 60% o más de sus juegos, Manuel Alarcón era el cuarto.

Palabras finales

   «… Creo que Manuel Alarcón ha sido una persona correcta en la vida, enemigo de la hipocresía y de la traición. Fue un buen pitcher y amo la pelota por encima de todas las cosas. Sobre todo, como cualquier ser humano, cometió sus errores».

   Durante el célebre documental, así definió su personalidad ante las cámaras Manuel Alarcón y es que los hombres grandes trascienden siempre por los elementos cualitativos, en el deporte a pesar de que los resultados muchas veces se miden por números, estos suelen ser fríos.

   El caso de Manuel Alarcón es ejemplo de ello, pues su figura emerge como símbolo de una época en la que el béisbol se jugaba con el corazón afuera del pecho y con eso, como siempre, me quedo.

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