Jesús Alaín Fernández
En los últimos 30 años el mundo ha cambiado drásticamente. La velocidad a la que lo nuevo se convierte en viejo a veces nos deja sin probar cosas que envejecen antes de conocerlas.
Y el béisbol no se ha quedado atrás. Ya los conceptos han cambiado tanto que con frecuencia encuentras a un slugger abriendo la tanda o una formación defensiva especial que impide a un hit indiscutible pasar por encima de la intermedia. Los números, la tecnología y el análisis nos han traído un juego bien diferente a aquel que aprendimos a jugar el siglo pasado.
Ya los lanzadores abridores a veces siquiera son “abridores”. El “opener” ha llegado y cada vez son más los equipos que se suman a la tendencia. Corey Knebel de los Dodgers de los Ángeles fue la definición clara del concepto en la Serie de Campeonato recién concluida. Pero, ¿habrá llegado para quedarse o su tiempo de vida está limitado?
En 1990 un lanzador abridor tiraba como promedio 6.1 entradas antes de retirarse del juego. En el 2021 ese promedio cae hasta 5.0 entradas completas por apertura. De 429 juegos completos lanzados en 1990 el número cayó en picada hasta 50 en el año actual.
Ni los brazos se han debilitado en el transcurso del tiempo ni los instintos de los managers han cambiado. En 1990 ningún timonel hubiera retirado a Ian Anderson luego de la quinta entrada lanzando un No Hitter por más que tuviera 79 lanzamientos ya contabilizados. Sencillamente la analítica ha cambiado la configuración del juego ¿Mejor? ¿Peor? Como los colores y los gustos es solo un problema de criterio.
“Con mucho respeto por la revolución analítica, me alegro de que no hubiera comenzado cuando vi a Jack Morris lanzar una blanqueada en el Juego 7 contra los Bravos en 1991 de 122 lanzamientos y 10 entradas”. Bruce Orwall es escritor de deportes del Wall Street Journal
La realidad es que, tomando por ejemplo las postemporadas, un partido en el 2006 duraba como media 3 horas y 7 minutos y en el 2021 la duración promedio es de 33 minutos más. Al su lanzador abridor caminar menos en el juego usted tiene que mover más su bullpen y los cambios son los que más se comen el tiempo de juego.
Veamos el ejemplo de los abanderados de la sabermetría en las Grandes Ligas. Tampa se deshizo de sus abridores estelares Blake Snell y Charlie Morton sin temor alguno a dejar de ser contendientes. De hecho, volvieron a serlo y llegaron como favoritos a la Serie Divisional. Dejaron correr a sus carísimos lanzadores abridores para apostar avanzar ininngs desde la economía y eficacia.
El siguiente dato es aportado por ESPN. En el 2020 cada out realizado por los lanzadores costó en la MLB $8365. Que en el 2021 el costo haya sido de $6875 nos muestra en qué medida las estrategias de juego se subordinan a la rentabilidad económica. Es mucho más barato 4 relevistas de 4 millones al año que lancen por seis entradas que un lanzador abridor de 30 que haga la misma distancia.
Pero el desfile de brazos tiene un efecto adverso. Primero el tiempo va en su contra. Ya se forzó el lanzar al menos a tres rivales para evitar el cambio constante como primer medida en ese sentido. En segundo lugar, a mi parecer, la especialización hombre a hombre, el ajuste exacto ha traído consigo una disminución en la ofensiva, y ¡que levante la mano el que considere que la ofensiva no es la salsa del béisbol!
No menos importante por ser menos visible para los aficionados un tercer efecto. La pérdida de importancia del lanzador abridor y su impacto económico en las arcas de la MLBPA (Asociación de Jugadores de las Grandes Ligas).
Parece haber consenso en algo. Necesitamos regresar al menos a recuperar la importancia del abridor de los años 90. Y parece que algunas medidas se están cocinando al respecto.
Primero se podría limitar la cantidad de lanzadores en el roster activo. 13 parece ser un número aceptado para un primer momento pero podría disminuir progresivamente una vez que los equipos se preparen para el cambio desde las estructuras inferiores. Esto podría ir de conjunto con limitaciones para subir y bajar jugadores que impidan que el límite solo sea administrativo y no práctico, impidiendo a los equipos burlar con facilidad la restricción.
Esto, además de ayudar a recuperar el rol del abridor pues al disponer el equipo de menos bullpen necesitaría forzadamente más trabajo de los hombres que inician, permitiría incrementar a los jugadores de banca con más especialización ofensiva. A nadie le agrada que en un momento crucial de un encuentro usted necesite forzadamente traer a un lanzador como bateador emergente y ha ocurrido más de lo deseado en los últimos tiempos por no haber suficientes bates en el dogout.
Otra versión que cobra fuerza a medida que se acercan los debates sobre el nuevo convenio de trabajo está relacionado con el bateador designado. Parece haber consenso en que en este sentido la temporada 2020 se convertirá en la regla, pero se trabaja una alternativa que puede ayudar al tema en cuestión.
Me explico. Todos los equipos podrían iniciar con un bateador designado. El cambio radica en que este se perdería una vez que el lanzador abridor sea retirado del encuentro. Entonces a menos que su abridor sea Shohei Ohtani todos los equipos intentarán explotar el máximo de los brazos de quienes inicien, abran, aperturen o como le quieran llamar, un partido de béisbol.
Claro, existe una alternativa. Clonar a Shohei como a Dolly, pero eso estará un poco más complicado.
En fin, quizás estemos en el punto de aquella novela en la que los protagonistas deciden que el desarrollo está frenando lo que de veras importa para la vida y empiezan a planificar una regresión ordenada al orden de años anteriores. Yo, hablando de béisbol, voto con manos y pies por todo lo que le permita al juego recuperar parte de la espectacularidad y romance que ha perdido.