Por Jesús Alaín Fernández/@JesusLCA2017
El béisbol se enfrenta a un huracán de eventos extradeportivos por estos tiempos. A la época de los esteroides le ha seguido una andanada de flechas envenenadas que poco o ningún bien hacen a la pasión de muchos.
Los robos de señas, la pandemia, el desacuerdo entre la MLB y el Sindicato para la temporada 2020, los cambios en las pelotas buscando modificar las estrategias de juego, la ofensiva contra las sustancias auxiliares son solo las caras más visibles de esta contienda que como dos bandos beligerantes ha llegado a su punto álgido con el vencimiento del Convenio Colectivo (CBA).
Pocos son los puntos en los que las posiciones concretas han transcendido. Y muchos menos los que hay enfoques semejantes sobre alguna cuestión. Lamentablemente es mucho más probable que no encontremos ninguno en que las partes hayan aflojado posiciones para llegar a un punto medio en el que lo más importante sea el juego y su aficionado.
El tiempo de servicio de los jugadores, la llegada a la agencia libre, los techos, pisos salariales y el incremento del tope para el impuesto de lujo, los mecanismos de arbitraje, mayor repartición entre jugadores de los ingresos de la liga, reducción en las pensiones a los jugadores retirados, eliminación de las ofertas calificadas, modificaciones al periodo de firmas internacionales, el bateador designado universal, la expansión de los playoff y hasta algún medio descabellado plan de cambiar la estructura divisional que pondría fin a muchísimos años de tradición son algunas de las propuestas más discutidas y que han trascendido que están sobre las mesas de negociación.
Si bien hay discrepancias la madurez social debería primar en toda negociación. Y parece que acá se juega con “chiquilladas”. Hasta el sitio oficial de la MLB ha cambiado toda su estructura y no son visibles los rosters de los equipos ni las fotos de los jugadores activos. Desde allí en adelante podemos imaginar todo lo demás.
El cierre patronal implica que los jugadores no tienen acceso a las instalaciones de los equipos, a los seguros médicos (aquí siempre me viene a la mente el caso de los Dodgers Andrew Toles), a los tratamientos de rehabilitación supervisados por los equipos de trabajo de las franquicias y más, mucho más. Algunos, como nuestro Aroldis Chapman, se lo han tomado bien a broma, pero para otros es un calvario con los pies en el presente y el rostro en el futuro.
En la historia de la MLB han ocurrido 9 paros laborales. Cuatro han llegado en la forma de cierres patronales y cinco como huelgas de jugadores. El último evento había sido en el 94-95, y de ese debimos aprender la lección para no lastimar al fanático que es al final el principio y el fin de todo.
Todos hacen lo que hacen por el “aficionado”, y todos lo hacen con la convicción de que es mejor ahora para lograr acuerdos antes de febrero. En el 2020 dejamos de ver unas 30 o más jornadas de béisbol por el desacuerdo entre estos dos niños grandes que son las caras de la MLB y del Sindicato, Manfred y Clark.
Deberían las partes en negociación dedicar un par de horas para ver la película protagonizada por Kevin Costner del año 1999 llamada “Por Amor al Juego”. O darse una pasada por el “Campo de los Sueños”, o por el Salón de los Inmortales de Cooperstown y preguntarse allí que querrían aquellos que han hecho del béisbol lo que hoy es.