Murió una de las grandes leyendas vivientes del béisbol cubano

Por Swing Completo / contacto@swingcompleto.com Luego de batallar como el guerrero que fue con las secuelas de un infarto cerebral por más de un año, Andrés Ayón Brown no pudo completar este partido por la vida y falleció en La Habana pocos días después de cumplir 84 años de edad. A su fallecimiento, era el […]

Por Swing Completo / contacto@swingcompleto.com

Luego de batallar como el guerrero que fue con las secuelas de un infarto cerebral por más de un año, Andrés Ayón Brown no pudo completar este partido por la vida y falleció en La Habana pocos días después de cumplir 84 años de edad. A su fallecimiento, era el único miembro cubano del Salón de la Fama del Béisbol Mexicano que aún vivía, y uno de los últimos sobrevivientes de los míticos Havana Sugar Kings.

De carácter afable, con un sentido del humor envidiable y con una una energía que rivalizaba con la de personas que podían ser sus nietos, Ayón estuvo trabajando en el béisbol hasta que la salud se lo permitió, viajando por todo el país para apoyar en el programa de captación de talentos.

El diestro inició su carrera profesional foránea en 1957 tras haber sido fichado por la organización de los Cincinnati Reds, a quienes estaban afiliados los Sugar Kings. También lanzó con el Almendares y el Habana en la Liga Profesional Cubana y fue campeón de la liga y campeón de la Serie del Caribe.

Pese a sus excelentes actuaciones en las Ligas Menores, Ayón no recibió nunca la llamada para el club principal. A diferencia de muchos otros peloteros, que decidieron irse de Cuba y buscar desarrollar sus carreras en Grandes Ligas con el aumento de tensiones entre la isla y los Estados Unidos, Andrés decidió quedarse en el país y apoyar en el desarrollo del béisbol. Poco después de haber sido abolido el profesionalismo en Cuba saltó a la Liga Mexicana, donde haría su historia hasta convertirse en leyenda.

Lanzaría un juego de cero-hit-cero-carreras en 1965 ante los Charros de Jalisco, trabajando por los Pericos de Puebla. Siete años después lanzaría un juego perfecto de siete entradas ante los Sultanes de Monterrey, encaramado en la lomita por los Saraperos de Saltillo.

Tras sus últimas labores como serpentinero acumuló 169 triunfos ante 98 reveses (.633 de promedio, sexto en la historia de la liga para lanzadores con al menos 150 decisiones) y una efectividad de 3.15, para ubicarse duodécimo de la historia entre los lanzadores con 2000 innings de trabajo. En general, su acumulado sumando las ligas menores es de 234-148. Fue electo a Salón de la Fama del Béisbol Mexicano en 1997.

En Cuba, tras su retiro, se desempeñó como entrenador y dirigió a los Industriales durante tres campañas. Su deseo de contribuir en la formación de nuevos atletas lo llevó a seguir vinculado con el béisbol casi hasta el final de su vida. Además de ayudar como entrenador, Andrés Ayón era uno de los vicepresidentes del Consejo Nacional Martiano Béisbol de Siempre, al que prestigió con su presencia y su participación en muchas de las actividades.

Pero el mérito mayor de este grande radicó en haber sido un hombre de familia, y un amigo excepcional, lleno de anécdotas y siempre dispuesto a compartirlas. Además, las puertas de su casa siempre estuvieron abiertas para todo el que quisiera conversar de béisbol o conocer sobre sus hazañas dentro de los terrenos. Su fallecimiento se suma a la lista ya demasiado larga de pérdidas irreparables dentro del béisbol cubano en los últimos dos años.
Llegue a sus familiares y amigos nuestro más sentido pésame.

Su cadáver se encuentra en la funeraria de Zanja y Belascoaín en La Habana y su entierro será mañana lunes, a las tres de la tarde, en la Necrópolis de Colón.

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