Por Alexander García
Parece un invento, algo salido de un burdo cuento, pero no, Norge Luis Vera “ni de chiripazo” aparece por algún espacio informativo, a veces ponen los fildeos de Tabares, primero ante Estados Unidos en la final de los Panamericanos de Santo Domingo en 2003 y luego en la Olimpiada de Atenas, en 2004, contra Australia; reponen los fildeos con bastante asiduidad, Tabares es el protagonista y casi todos olvidan por automatismo que el lanzador, en ambas oportunidades, era Vera; así lo recuerdan o pretenden que lo recuerden.
Casi no hablan de él, menos aún de ese final inesperado, de aquella pelea en la que se vio inmiscuido en 2009 y que casi lo obligó a forzar su retiro; lo cierto es que, otra vez, el aura del secretismo se vuelca sobre la figura de Norge Luis, quizás (otra vez) por el estigma del regionalismo, tal vez porque cuando los preferidos eran otros, él era el mejor, por números, por clase, por todo, era el mejor y eso dice mucho.
En ese mismo año, era sin discusión el número uno del país; desde comienzos del nuevo milenio, Norge Luis discutía el título de mejor pitcher de Cuba con hombres como Pedro Luis Lazo y el mismo José Ariel Contreras. Pero en ese año, 2009, el santiaguero era el as del momento, sin objeción, y en el segundo Clásico Mundial había demostrado su valía, pues si bien Sudáfrica no fue un gran medidor en la primera ronda, ya en la segunda México sí fue un escollo en las aspiraciones de llegar a semifinales y Vera fue el encargado de abrir la senda del triunfo ante los aztecas.
Hoy muchos hablan y especulan sobre la posibilidad de Cuba si Vera le hubiese lanzado a Japón en el primer choque de la segunda ronda. En esa oportunidad fue víctima de las pasiones de Higinio, que, como ya saben, se encaprichó con Chapman y ahí vino el cataclismo.
Desde sus inicios, Vera mostró su calidad y en la temporada 1999-2000 lideró a los lanzadores con promedio de limpias de 0.97, sumando además 17 victorias para convertirse en artífice de la primera versión de la “Aplanadora Santiaguera”.
Por esos años resulta imposible olvidar aquella lechada en el sexto juego ante Industriales, en el mismo Latinoamericano. Aquello fue en la temporada 1998-1999 y Vera obligó a un definitivo séptimo juego, donde Ormani Romero se encargó de amarrar el campeonato para Santiago.
En las campañas siguientes, Norge Luis se afianzó como el as de los equipos santiagueros y con el regreso de Antonio Pacheco como timonel siguió siendo el gran referente, el hombre encargado de sumar victorias; tiraba juegos completos con solo 80 lanzamientos, lanzaba de un modo peculiar, con pausa, levantando el pie hasta casi tocarse la cara, como escondiendo la pelota; lanzaba así y tal parecía que pichear era algo muy fácil.
En este contexto, retomamos a Vera como el gran referente del equipo Cuba en Santo Domingo en 2003; en las Olimpiadas de Atenas viene una lesión, pero sigue; y es la figura también en 2008 y 2009.
Estimados lectores, hace poco leía que en la actualidad los tres mejores promedios de ganados y perdidos en Series Nacionales, con un porcentaje superior a 700, lo tienen: Orlando Hernández, José Ariel Contreras e Ismel Jiménez, pero en su momento, con más de 160 victorias, Norge Luis Vera llegó a ser el lanzador de mejor promedio entre los activos en el campeonato cubano; también llegó a ostentar el récord de lechadas para una temporada y en eventos internacionales sumó más de 20 victorias.
Con todo ese palmarés, una vez más, solo resta aplaudir, pues a Vera hay que volver siempre y encumbrarlo a lo más alto de la gloria.
Nos vemos a la vuelta.