Por Yasel Porto
La afirmación que titula este comentario es propia y acabo de hacerla pública con esta defensa que haré una vez más a Frederich Cepeda, no solo porque quiero, sino que encima de todo existen argumentos sólidos en mi alegato. Voy a hablar de historia, pero voy a enfatizar en el pasado reciente que prácticamente es hablar del presente.
De Cepeda se ha comentado bastante en los últimos tiempos. Hay quienes han hablado de su salida definitiva del equipo Cuba por su discreta labor en 2019, y otros se van por la filosofía que una retirada a tiempo hasta de la Serie Nacional, es lo más inteligente para evitar que en el futuro la imagen de gran pelotero se pueda borrar con una merma de su rendimiento. Las opiniones son válidas, pero creo que siempre y cuando estén sustentadas con argumentos sólidos y éticos. No es decir por decir, y mucho menos ofender.
Yo estoy de acuerdo que Cepeda disminuyó su bateo en los últimos eventos internacionales, y que es muy razonable decir adiós cuando todavía los resultados son destacados, pero hay aspectos claves a considerar del otro lado que tienen tanto peso y hasta inclinan más la balanza a su favor.
En primer lugar y por encima de cualquier criterio está la intención del jugador. Eso merece un respeto de TODOS porque además de ser él quien sabe si puede afrontar ciertas exigencias, aquí hablamos de alguien que pertenece a una élite muy selecta más allá de la época actual.
No es que por todo lo que ha logrado en 22 años haya que aceptarle lo que quiera, pero de algo tiene que servir convertirse en uno de los mejores bateadores de nuestra historia. Y lo afirmo sin temor a equivocarme, porque si bien no cogió la mejor época del pitcheo cubano, ha tenido que batear a las dos manos con madera casi toda su vida. Pese a ello brilló con el equipo Cuba en eventos con mucha más calidad que los que había antes, por la presencia de profesionales y hasta Grandes Ligas, mientras que a nivel interno vale recordar que cogió una etapa con figuras de un rango bien alto como Lazo, Contreras, Vera, Ibar, Palma, Faustino, Ormari, Montié, Ciro Silvino, Orelvis, Norberto, Freddy Asiel, Yadel, Odelín o Chapman, el pitcheo de la antigua Habana, y varios más.
Eso sin contar el combatir muchas otras situaciones complejas más allá del terreno de juego, pues además de los sacrificios habituales dentro de nuestro deporte y sociedad no pocas veces tuvo que vencer cuestionamientos e intentos de exclusiones estúpidas. La más notable fue tras su regreso del Pre-Mundial de Puerto Rico en 2010 cuando estuvo a punto de prosperar una sanción por una indisciplina grave que jamás existió. Aquí se quedó pese a ello mientras veía el triunfo de muchos compañeros y amigos dentro de un béisbol donde estoy seguro se hubiera hecho sentir y al que no llegó por su propia decisión.
Pero al margen de eso, de sus números acumulativos, de sus hazañas en los Clásicos Mundiales y otros torneos trascendentes como Juegos Olímpicos, Serie del Caribe o Copas Mundiales, más su ética y profesionalidad dentro y fuera del terreno, existe un motivo que para mí pesa mucho más y que se relaciona con el título de este artículo.
Con el rendimiento que tuvo el espirituano entre las dos fases más los playoffs logró ubicarse entre los cinco bateadores más integrales del torneo, con uno de sus mejores acumulados en jonrones y llegando a ser el más temible junto a Samón dentro del muy ofensivo Industriales. Hasta capitán fue seleccionado pese a llegar como refuerzo, gracias a sus números y características personales ¿Son esos los indicadores de que un pelotero en declive y que por ello debe pensar en el retiro?
Estamos claros que la Serie Nacional hoy vive su peor momento y que esa actuación de Cepeda podría estar condicionada por la merma ostensible del pitcheo, tanto por la calidad como por la ausencia creciente de lanzadores con una velocidad capaz de dominar a hombres cuyos reflejos ya no son los mismos de antes por ley de la vida. Pero precisamente por eso que titulé así el escrito, porque ese mismo pitcheo ha tenido más éxito con un porciento mayoritario en comparación con Frederich, pues son contadísimos los bateadores que lo pueden superar o simplemente igualar.
Si pedimos el adiós de él, entonces cancelemos nuestra Serie Nacional porque además de ser uno de los que más rinde con el bate, figura como el último pelotero que juega hoy de punta a cabo nuestro campeonato capaz de ser considerado por muchos el mejor de por vida en su posición, o simplemente entre los principales hasta como bateador en general.
Con Cepeda he hablado muchas veces sobre múltiples temas entre los que se incluye su insistencia como pelotero activo. Hay elementos contundentes que lo respaldan además de sentirse con la potencia suficiente, como el hecho que después del retiro muchas puertas se van cerrando con el tiempo porque en la mente de muchos vale lo que eres, no lo que fuiste un día aunque haya sido bastante.
Esa es la realidad en todas partes, aunque en el caso de Cuba tiene una incidencia más económica aparte de la cuestión sentimental de alimentar su orgullo constantemente y sentir que se dejó una huella importante. He sido testigo de la diferencia de trato con un activo y uno retirado, pese a que el segundo muchas veces tiene más méritos. El que ya no juega se diluye y solo queda el recuerdo. Muchas veces ni eso, sobre todo cuando entran en el juego los más jóvenes.
Para el que decidió quedarse en Cuba, sin que ninguno de nosotros tenga el derecho de cuestionar los porqué, mientras estés presente como jugador o manager aparecerán muchas soluciones a determinados problemas. Como regla, con una vida menos mediática no ha sido lo mismo.
Y eso no solo pasa con el pelotero o deportista, es algo que se mantiene presente en buena parte de la sociedad, con una incidencia menor en contextos menos mediáticos. ¿Por qué muchas personas en edad de retiro tratan de sacar el zumo hasta que la salud se los permita? Piensen los aficionados y periodistas ya retirados o los que hoy están pasados de edad, por qué no dijeron adiós antes. Convencido estoy que coincidirán con Cepeda en unas cuantas razones. Incluso el protagonista de este escrito ha cumplido con más clase que muchos que hoy se afanan en retirarlo sin un respaldo considerable. En el caso del equipo Cuba ya eso dependerá de lo que suceda en el futuro y los componentes que se tengan a la mano para la conformación del grupo.
Cierto es que su ofensiva fue mala en la Can-Am y el Premier, pero salvo excepciones que no cubren ni una mano, todos estuvieron en la misma situación incluyendo a los que sobresalen en ligas internacionales. Entonces no es Cepeda la solución del problema. Con él solo no ganaremos, pero tampoco nos costará un juego o un torneo porque ya nuestro equipo no pierde por alguien ni por un poquito. En el peor resultado histórico de nuestra pelota fue en los Panamericanos de Lima el estelar número 24 participó sí, pero como espectador desde su casa.
Mientras no convoquemos peloteros de alto calibre que no son parte de la Federación Cubana de Béisbol, y en Cuba tengamos los mismos jugadores cuya inmensa mayoría no supera el bateo de Cepeda, al menos deben darle la posibilidad de demostrar en la preselección si es capaz de extender su calendario competitivo por estar en mejor forma que otros. Así pienso yo.
Y sobre si es mejor irse cuando estás en alza como Javier Méndez, Agustín Marquetti, Antonio Pacheco o Ariel Pestano, ese hecho no los hace más o menos grande que otros como Lázaro Vargas, Jorge Luis Valdés o Braudilio Vinent cuyos momentos finales no se correspondieron a su brillante trayectoria previa. Yo creo que la mayoría recordamos al atleta no por lo último que hizo, sino por todo en general y en esa balanza de lo bueno y lo malo determinamos su nivel o trascendencia real.
Yo sé que no cambiaré el criterio de los que consideran lo contrario a esto que he expresado en alguno de sus puntos o en todos ellos. Pero eso es válido porque la polémica es uno de los componentes esenciales del deporte y de la vida mientras las ofensas no entren al juego, algo muy habitual últimamente por no pocos fanáticos que han encontrado en las redes sociales un armamento ideal para atacar desde la distancia todo lo que se salga de su gusto o su criterio.
Me ruborizo muchísimo cada vez que leo a fanáticos cuestionando el por qué hablan tanto de Cepeda cuando Sancti Spíritus no fue campeón en 2002 al poncharse contra un “desahuciado” como Oscar Gil (una falta de respeto doble), porque no demostró nada cuando fue al béisbol japonés, que si Industriales fue eliminado por no coger el fly en el último juego de la semifinal, o que fue responsable de que Cuba perdiera el Premier por no batear nada, entre otros señalamientos desconectados por completo de la palabra respeto.
Podría responder a lo que es un absurdo, que es la mayoría de lo que se dice, y también argumentar con propiedad las afirmaciones certeras como lo de Japón, pero pienso que solo la minoría ignora que no hay error capaz de restarle un ápice a una carrera con incontables hazañas y sucesos.
Pero no quiero hablar bien de Cepeda solo porque tiene la historia de su lado. Él también es dueño del presente de un béisbol que todavía necesita de él, más que los beneficios que le reporta en lo personal, porque nadie es capaz de prestigiarlo tanto por lo que hizo, y muy pocos llevan tan alto ese prestigio y clase socio-deportiva por lo que todavía son capaces de hacer.
Seamos justos y objetivos. De contra que cada año tenemos una Serie más oscura, ¿vamos a apagar una de sus escasas luces que todavía tenemos en la casa? Veterano nunca será sinómimo de acabado porque el valor de alguien no se determina por su edad. Busquen otros candidatos para el retiro pero cuidado no dejen la Serie Nacional en una preselección.