A la hora de hacer el recuento de los mejores narradores deportivos que dio Cuba, siempre habrá que dejar un espacio para René Navarro, quien durante décadas fue la voz nacional del voleibol, el atletismo, el básquet y el ciclismo.
Como escribí una vez en Cubanet, “René Navarro tenía un sello, esa suerte de código de barras que diferencia a los profesionales de excepción de aquellos pobres diabl*s que transitan con más penas que gloria por el medio. Había un nosequé en su voz, y decía las cosas con un ritmo magnético”.
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Por desgracia, en la prensa cubana lo menos importante son los niveles de profesionalidad, de modo que este crack también fue maltr*tado por las fuerzas aliadas del arribismo, la estup*dez y la censura. De eso hablamos René Navarro y yo hace algunos meses.
El hijo ilustre de Madruga me contó que solía ser un problema cuando se iba de la “línea establecida” a la hora de decir. Por ejemplo, que la primera vez que dijo “señoras y señores” en lugar de “compañeras y compañeros”, un funcionario le espetó que “ese no era el estilo ni la idea”, y que aquello dio pie a una discrepancia que le pudo costar cara.
René Navarro: “Llegaron a decirme que no iba a narrar más”
En otra oportunidad, rememoró René Navarro, se le ocurrió alertar sobre la falta de autoridades del orden público en los calientes partidos de la Liga Superior de Baloncesto, y enseguida le salieron con el argumento de que estaba prohibido criticar a las instituciones del Estado, en este caso la PNR.
Son historias que parecen salidas de la imaginación de Isaac Asimov, pero que lamentablemente proliferan como la mala hierba. Inclusive el apodo más famoso entre tantos que puso en su carrera, aquel de las Espectaculares Morenas del Caribe, le acarreó más de una molestia porque alguien (un pionero de la generación de cristal) se encaprichó en decir que le sonaba “despectivo”.
Está visto: el muro de la censura se levantó unas cuantas veces ante René Navarro, como prueba irrefutable de que nadie (ni siquiera un campeón olímpico de su profesión) está exento de pasar por el microscopio de los decisores. El último relato que me hizo es una joyita en materia de ironías del destino.
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“Resulta que durante los Juegos Centroamericanos de La Habana 1982 hubo directivos que se molestaron porque convoqué al público a asistir a la Ciudad Deportiva vestido con los colores de la bandera cubana para ver el baloncesto. Alegaban que el vestuario no era para banderas, y el asunto terminó en un palante y patrás donde llegaron a decirme que no iba a narrar más”.
Más de 30 años después, durante el abanderamiento de la delegación cubana a las Olimpiadas de Rio 2016, los atletas asistentes al acto vistieron camisetas a rayas azules y blancas, rematadas en un triángulo rojo y una estrella. ¿Le suena?
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No hay quién pueda refutar la maestría, profesionalidad, solidaridad y humanismo de René Navarro. Los locutores actuales le deben su enseñanza y ejemplo.