Por Juan Páez
Rusney Castillo enfrenta los que podrían ser los últimos Entrenamientos Primaverales con los Medias Rojas de Boston. Así lo dictan su contrato, que termina luego de esta temporada, y las probabilidades. Han pasado más de mil 300 días desde la última vez que el cubano jugó en Grandes Ligas y, probablemente, se devuelva a Triple A cuando finalice el Spring Training, sin importar qué tan bien le vaya en el campo de los patirrojos. Aun así, su meta sigue siendo volver a las Mayores.
“Desde 2014, yo he sabido que tengo lo necesario para jugar en la Gran Carpa”, dijo el veterano de 32 años (33 el 9 de julio) al Boston Herald. “Simplemente, estoy enfocado en prepararme y en estar ahí, en el terreno, con los muchachos. Sé lo que puedo hacer. Mi meta sigue siendo la misma: quiero llegar a las Grandes Ligas y si se me da la oportunidad, dar el 100 por ciento a Boston. Esa es la meta, subir al equipo grande”.
El contrato, firmado en 2014, le ha dado a Castillo una tremenda estabilidad económica y la posibilidad de asegurar su futuro, gracias a los 72.5 millones de dólares entre 2014 y esta temporada.
Pero al mismo tiempo, el acuerdo se ha asemejado a una cárcel de máxima comodidad. Este año, antes de quedar libre, otros $14.3 millones irán a la cuenta del antillano, cuyo último turno en el big show llegó el 16 de junio de 2016, cuando se ponchó tirándole contra Tyler Wilson, de los Orioles de Baltimore.
Desde ese out, su carrera en las Grandes Ligas se pausó y se reanudó su eterno camino con el Pawtucket Red Sox, en Triple A. Pese a eso, Rusney no ha dejado de trabajar como si fuera una figura estelar del lineup de los Medias Rojas.
“Mentalmente, este año viene muy enfocado y concentrado, especialmente porque es el último año de mi contrato”, continuó el jardinero. “Estoy intentando darle lo mejor de mí a Boston y hacer tanto como pueda. He mejorado mucho desde que llegué aquí, en 2014”.
¿Posibilidad?
La realidad de por qué Castillo no ha vestido nunca más el uniforme de los patirrojos ni ha tomado otro turno en las Mayores desde aquel tercer strike contra los oropéndolas no tiene que ver con su actuación.
Al fin y al cabo, el patrullero viene de una zafra de 128 imparables, 25 dobles, 17 estacazos de vuelta completa, 64 impulsadas, 63 anotadas y una línea de .278/.321/.448 en 120 juegos con el Pawtucket.
La verdadera razón es otra, específicamente el dinero. De haber subido a Castillo en cualquiera de las temporadas anteriores, los Medias Rojas habrían sobrepasado el límite de nóminas y hubiesen estado obligados a pagar un alto impuesto de lujo. Por esa razón, los números del isleño nunca importaron, subirlo no era una opción.
Pero quizás la historia sea otra en 2020. Los ahora dirigidos por Ron Roenicke salieron de David Price y Mookie Betts. Su nómina total dio un respiro después de la salida de ambas estrellas pese a que seguirán pagando parte del salario de Price.
Sumado a eso, hay que revisar un caso hipotético. Si los Medias Rojas se declaran vendedores y están fuera de la pelea a mediados de temporada, podrían salir de algunas de sus piezas más costosas. Eso dejaría la puerta abierta para un retorno de Castillo al mayor escenario, para un cierre como es debido. Y no solo podrá despedirse de Boston en la Gran Carpa, sino probarse en el mejor nivel, a fin de conseguir otro contrato para 2021.
Pero, a fin de cuentas, es solo una hipótesis. Sí o sí este será el último año de Rusney Castillo en Boston y su mentalidad debe estar en tener una gran campaña en las Menores para lograr su ansiada meta: volver al big show.