Por Alexander García
Ya la Serie Nacional 60 es un hecho y todavía la ansiedad carcome hasta los huesos, pues las expectativas alrededor del máximo evento de las bolas y los strikes en Cuba tocan pautas excelsas como hacía años no ocurría.
Con la voz de play ball, el pasado 12 de septiembre, Camagüey y Matanzas arrancaron con el juego inaugural de la temporada en el Victoria de Girón. A pesar del abultado marcador del primer día (15-8) de las bases por bolas, de los errores, de las 80 millas promedio, de la barrida de los Toros; a pesar de todo eso, poder ver pelota otra vez es un lujo.
Pero, ¿qué esperar de esta Serie 60?, ¿competitividad?, ¿espectáculo? Emergen las interrogantes y en lo personal pienso, ahora mismo, son más las dudas al respecto; más cuando al instante de darle forma a este trabajo, ya se han dado juegos como el de Camagüey contra Mayabeque Mayabeque, 19 carreras sobre 17; o más reciente la barrida de Cienfuegos sobre Industriales, incluido triunfo de 21×6, por solo citar dos ejemplos, ¿dónde estaba el pitcheo? Bueno, seguimos.
En esta oportunidad me centraré en una arista del asunto: el tema de la edad en los jugadores principales de cada equipo, pues es una cuestión, como casi siempre, opacada por los grandes medios oficiales. Nuestros peloteros se están poniendo viejos, el talento joven se esfuma -por x, y o z-, nadie dice nada, se maquilla por aquí y por allá, pero lo cierto es que la cara de nuestra Serie Nacional está en hombres como Frederich Cepeda o Yoandry Urgellés.
Para empezar, si miramos al extremo occidental vemos que las principales figuras de Pinar del Río son: William Saavedra (casi frisando los 40 años), Vladimir Baños, que va para 19 campañas en los clásicos nacionales, y Erlys Casanova, que jugará su temporada número 16.
En el caso de Artemisa, dos veteranos como Miguel Lahera y José Ángel García destacan como piezas claves en las aspiraciones del mánager Manuel Vigoa; ambos peloteros, Lahera y José Ángel, con amplio trayecto en las Series Nacionales.
En el partido inicial entre Toros y Cocodrilos pudimos verificar que un hombre como Alexander Ayala, ya cercano a los 40 años, sigue siendo la bujía de los agramontinos. De igual modo el “gitano” Yordanis Samón también peina canas en nuestra pelota. Si a ello sumamos a Leslie Anderson y Marino Luis, ¿qué resta por decir?, pues buena parte del rendimiento ofensivo de los subcampeones nacionales pasa por estos jugadores.
En el caso de Matanzas, podemos ver que Jefferson Delgado, Yasiel Santoya y Ariel Sánchez son, ahora mismo, los mejores maderos de los campeones; todos sobrepasan los treinta años: Santoya con 33 y en los casos de Ariel y Jefferson, con 38 años.
Así, con un leve sondeo a los elencos participantes en la justa, podemos constatar que en casi todas las escuadras hay al menos uno que sobrepasa los 30 años.
Si bien es cierto que todos estos peloteros rinden año tras año; el mismo Danel Castro, otra vez con Las Tunas, ya disparó sus dos primeros jonrones de la Serie, si nadie duda de su rendimiento, sí se duda del trabajo con los jóvenes, con los talentos, con esos que vienen de abajo, con aquellos que por X motivo se van del país y no siguen.
No hablo de Moinelo, Raidel y Yariel Rodríguez, pues ellos no son una muestra como para darle crédito al trabajo, hablo de los tantos que llegan, disputan par de Series, a veces par de juegos y ya, se esfuman, ¿qué hacer para retenerlos?, vuelve la pregunta.
No basta con escoger un grupo de talentos y concentrar el trabajo sobre ellos, esto es algo que impone una perspectiva reducida a la hora de enfrentar el problema; menos aún de poner, como por azar, a un entrenador de pitcheo experimentado por aquí y otro por allá. Se han dado pasos pero hay que apretar más y desterrar el conformismo de una vez.
De pronto, se impone la imagen de Danny Betancourt en el Canal Habana abriendo el primer juego ante Industriales; el legendario veterano logra sortear los primeras entradas, pero hasta ahí, no aguanta. Y es Danny, es Bisset, es Leandro Martínez con 40 años en Granma; la pelota está envejeciendo, es un hecho y el que no quiera ver es porque no desea.
Nos vemos a la vuelta.