Por Juan Páez
Este domingo se cumplieron cinco años de uno de los cambios más mediáticos en las Grandes Ligas en cuanto a miembros de la armada cubana. En un movimiento atípico, los Yankees de Nueva York decidieron salir de algunas piezas y, entre ellas, Aroldis Chapman estuvo involucrado. El 25 de julio de 2016, los neoyorquinos cambiaron al zurdo cubano a los Cachorros de Chicago por, entre otros, el infielder Gleyber Torres y el relevista Adam Warren.
El movimiento fue de gracia para Chapman. Inmediatamente en su llegada a la Ciudad de los Vientos, se convirtió en el cerrador de un club que, bajo la tutela del mánager Joe Maddon, intentaba llegar a postemporada y ganar su primera Serie Mundial desde 1908. Más de un siglo sin levantar el Trofeo del Comisionado los obligó a desprenderse de promisorios peloteros para hacerse con los servicios de Aroldis, sin importar que este se convertiría en agente libre luego del Clásico de Otoño.
Lo que siguió fue puro dominio para el Misil. En 28 apariciones con los oseznos antes de finalizar la ronda regular, el isleño mostró una de sus mejores versiones en la Gran Carpa. Salvó 16 juegos y, en 26.2 episodios totales, solo permitió 12 hits (10 sencillos y dos dobles), tres carreras limpias, dio 10 bases por bolas y retiró a 46 contrarios por la vía del tercer strike (45.1 % de todos los bateadores a los que enfrentó). Su efectividad fue de 1.01 y los rivales le batearon para apenas .132 de promedio con el madero.
Pero lo mejor estaba por venir. Con los Cachorros en la postemporada, Chapman prácticamente no tuvo descanso. Vio acción en los cuatro primeros juegos de la Serie Divisional de la Liga Nacional contra los Gigantes de San Francisco y, aunque tuvo un blown save, salvó otros tres compromisos sin permitir rayitas en ese trío de presentaciones.
Posteriormente, Chicago avanzó a la Serie de Campeonato del viejo circuito para toparse con los Dodgers de Los Ángeles, contra quienes se enfrentó en cuatro desafíos y lanzó 4.2 entradas de dos carreras limpias, aunque no salvó ningún enfrentamiento.
Con un Chapman cansado que venía de tirar 66.0 episodios en 67 compromisos entre la ronda regular y las dos primeras series de postemporada, tanto los Cachorros como el zurdo cubano estaban a solo cuatro victorias de conseguir la gloria. ¿La razón? Dejaron atrás a los Dodgers y avanzaron a la Serie Mundial, frente a los Indios de Cleveland.
Aroldis reapareció en los juegos 2, 3 y 5 del Clásico de Otoño, con un salvado y apenas un hit permitido en tres presentaciones en blanco. Después de lanzar 2.2 episodios y de realizar 42 pitcheos en el quinto juego ante los Indios, Maddon lo trajo para el sexto careo y permitió una carrera limpia en 1.1 entradas. Pero eso no era todo, en el séptimo juego, en el que permitió aquel jonrón a Rajai Davis, tiró otros 1.1 capítulos y recibió dos rayitas limpias. En cuestión de tres días, Chapman lanzó tanto como nunca antes en su carrera: 5.1 tramos y 97 envíos al plato.
A continuación, su brillante actuación en el quinto enfrentamiento de la Serie Mundial frente a Cleveland…
Pero todo estaba consumado. Él se llevó la victoria en el séptimo choque y los Cachorros rompieron la famosa Maldición de la Cabra para llevar el trofeo de Serie Mundial al mítico Wrigley Field, algo que probablemente no hubiera sido posible sin tener a Chapman en su mejor versión durante la mayor parte del tiempo.
Luego de aquel noviembre, los Yankees hicieron una jugada inteligente al incorporar nuevamente a Chapman a través de la agencia libre con un contrato millonario. Al día de hoy, el cerrador cubano se mantiene haciendo historia como el flamante cerrador de los neoyorquinos.