Alcides Sagarra, el antes y después en el boxeo cubano

Por Alexander García

Las imágenes del último Campeonato Mundial de Boxeo, efectuado en Hamburgo hace dos años, llegan frescas a mi mente; son imágenes limpias, precisas, con la medalla de oro de Erislandy Savón; la magia murió, la realidad parecía imponerse y volver a soñar con las actuaciones de años anteriores, de décadas pasadas diría, se volvió posible, pero…

  • Siente que no puede respirar, trata de tomar aire como sea, piensa que se ahoga, la mirada se pierde en el humo denso que se disipa a lo lejos. La madre le pone compresas calientes en el pecho, lo agarra por la espalda, aprieta sus pulmones, lo levanta hacia arriba y lo deja caer; Alcides de a poco empieza a calmarse, el jadeo cede y la respiración se normaliza, sabe que tiene que seguir vendiendo raspaduras y pirulís, sonríe con algo de ironía, mira a su vieja y le espeta – sigo vivo-

Puede que poco de imaginación dibuje este comienzo y creo que no, la niñez de Alcides Sagarra estuvo marcada desde pequeño por el asma crónica y crisis como la anterior fueron parte de su cotidianidad allá en Santiago… Entonces volvemos…

  • Alcides sabe que el cuadrilátero es una buena arma para combatir su enfermedad, piensa en las zapatillas que el fuego se llevó y entonces aumentan sus ganas de boxear.

Es 1955, Cuba entera es un hervidero, en materia boxística aún resuenan los ecos de Gavilán y Chocolate; en Oriente un joven de 19 años rechaza una lujosa oferta en el pugilismo rentado; tiene aval, 47 peleas como aficionado pero rechaza la oferta….Alcides agacha la cabeza y piensa en su madre, en cuanto se negó para su entrada al boxeo, rememora que solo cedió cuando el asma arreció, mira adelante, con eso basta, por ahora basta… Se cuadra, tira una combinación de dos rectos- ¡Un, dos… Un, dos!-….

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Estamos en China, es septiembre de 2019 y el Campeonato Mundial de Boxeo Amateur llena de expectativas a todos los fanáticos del pugilismo en Cuba;- Puedo pronosticar con seguridad tres medallas de oro- alega, Rolando Acebal, el jefe técnico de la escuadra cubana y la respuesta fue como un bloque de concreto cayendo con fuerza sobre  mi cabeza.

Ya los Panamericanos de Lima inflaron un poco la actuación antillana respecto al torneo del orbe; Roniel Iglesias y Erislandy Savón saborearon un oro que no fue suyo; la realidad o parte de ella está ahí, ahora, dándonos fuerte en el rostro, como siempre; tras los últimos resultados, las derrotas del pinareño y la paliza recibida por Savón ante su rival de Bulgaria lo dicen todo.

Al instante de terminar, solo quedan tres boxeadores en el evento, Andy Cruz, Lázaro Álvarez y Julio cesar la Cruz; pienso que en ellos pudieran estar las tres preseas doradas pero la incertidumbre crece y solo al matancero veo con opciones claras de triunfo; es un fuera de serie, de esos que ya no se van,  de aquellos que formo Alcides Sagarra, guapos, peleadores, quizás con la estela de un Rigondeaux o Mario Kindelán.

Con la salida del súper pesado Perot, parece se fue la mística, pero no hasta la égida de Sagarra fue una cosa el boxeo, después, una crisis total…

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Es 1972, estamos en Múnich y los Juegos Olímpicos desbordan la fiebre por el deporte, para Cuba el boxeo despierta muchas expectativas, un joven, Teófilo Stevenson promete , la hazaña del húngaro  Laslo Pap – tres oros olímpicos consecutivos- empieza a temblar.

En la esquina de Cuba, un todavía joven Alcides Sagarra también comienza a labrar su historia como entrenador… ¡Que historia!…

Regresan los años en Santiago, la Escuela de Oficios, el callejear de arriba hacia abajo en busca de algunos pesos con los que ayudar en la casa… Alcides camina de prisa, siente la fuerza de su respiración, cree que comenzara otro ataque, se ríe otra vez, es una sonrisa pícara, se pierde en el tiempo.

La risa regresa, ya algunas arrugas se notan en la piel todavía curtida de Sagarra; la risa es pícara otra vez y entonces la algarabía en el coliseo todo se vuelve ensordecedor, solo se ven gestos de asentimiento, movimientos de labios que indican aprobación o rechazo; Alcides mira a Teófilo, el joven le devuelve la mirada, comienza a saltar en su esquina, sonríe y le dice- ¡estoy entero!- Sagarra aprieta sus labios, hace unas muecas que simulan incredulidad – ¡Rómpelo entonces!-

Hasta 1980, Stevenson y Sagarra estarían intercambiando miradas, sonrisas, muecas, gestos, guaperías con los rivales; en el cuadrilátero serían los reyes, incluso cuando Mohamed Alí pretendió pelear con Teófilo; cuentan allegados que los entrenamientos subieron el ritmo- Nosotros utilizamos pesas en los pies para buscar rapidez, en eso radicaba la ventaja de Alí- le escuché decir a Alcides hace unos años en televisión.

Al final la pelea nunca se dio- ¡Qué show nos perdimos!- pienso como muchos y también creo que buena parte de leyenda quedó en este punto de la historia, es así, con los grandes siempre es así, los límites entre lo real y lo irreal se difuminan…

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En el boxeo, dentro de las 12 cuerdas del cuadrilátero se enhebran sentimientos de búsqueda, de encuentro; se haya el sentido a cosas que parecían pérdidas; para muchos es arte, para Hemingway y Cortázar; por ello quizás los 24 títulos olímpicos y los 39 mundiales obtenidos por Alcides Sagarra lo dicen todo, un maestro, de los pocos, el entrenador con más resultados de Cuba en todas las época y cuidado en el orbe.

Al mirar el período comprendido entre 1964 y 1998, entendemos que ese dominio total del pugilismo cubano no fue mérito del azar, fue parte de la obra de Sagarra; la fama de la escuela cubana, la finca en Guajay, los sistemas de entrenamientos, el carácter, la disciplina; cuentan algunos que había que tenerlos bien puestos para mirar al profe, su  solo mirada imponía respeto.

Las imágenes regresan, las de este Mundial en China, los Domadores en las Series Mundiales, el Mundial anterior en Hamburgo; Stevenson, Savón, Sagarra; el boxeo cubano fue un día en verdad, hoy en buena parte es niebla, en cualquier valla despiertan fantasmas, regresan los ecos de ayer; puede que Guillermo  Rigondeaux y Yuriolkys Gamboa sean los últimos exponentes de aquel pasado.

Imagino a Alcides otra vez intentado respirar, tratando de calmar el asma, yo respiro hondo, miro hacia arriba- como usted no hay dos maestro- me digo y vuelvo a reír.

Nos vemos a la vuelta.

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